"Todos tenemos nuestra casa,
que es el hogar privado;
y la ciudad, que es el hogar público."
Enrique Tierno Galván
El sábado 19, llegué muy temprano a la hasta hace poco convulsionada Caracas. Después de cumplir con la visita de costumbre –abastecer de alimentos a la descendiente–salí a realizar un recorrido por la sombría avenida Páez del Paraíso, una de las parroquias más golpeada por las guarimbas, y las trancas montadas los últimos días antes de la constituyente, por el terrorismo desatado, el cual parecía enloquecer a toda la ciudad. En unos sitios más que en otros, la situación se tornó dramática, y las escenas de terror, recorrieron el mundo proyectadas por los medios de comunicación–tanto de opositores, como del gobierno–con el impulso de las llamadas redes sociales, pero, con objetivos totalmente distintos: mientras los primeros buscaban crear la sensación antes la opinión pública mundial, de la ingobernabilidad del país, incitando una intervención por parte de las fuerzas imperiales de los Estados Unidos; el gobierno trataba por todos los medios de dar a conocer la verdad de lo que estaba sucediendo.
En el largo recorrido de la muy conocida vía, visité algunos negocios–ventas de comida, ferreterías, librerías, casas de apuestas– para terminar, sentándome en una panadería a saborear un marrón grande, acompañado de un pancito dulce; en ese sitio, estuve más de media hora, escuchando cuantas palabras fugaces, soltaban los consumidores asombrados por los precios de los productos derivados de la harina de trigo; unos se los achacaban al gobierno, con argumentos muy trillados; otros–la gran mayoría– culpaban a las guarimbas, y las trancas al entorpecer el tráfico automotor, pero todos dejaban ver una sensación de sosiego, algo propio de un recién salido de un cautiverio, y no es para menos, toda la ciudad, igual que muchos lugares del país, pasaron más de tres meses, bajo un acoso incesante, con los resultados lamentables, ampliamente conocidos, aparte de la grave situación económica, tan real, y palpable, que el marrón, y el bizcochito– cabían en el mismo vasito–me costaron 7 mil bolívares, o 7 bs–como dicen ahora– faltando poco para pegar el grito al cielo.
Así, como en la capital se respiraba un ambiente de relativa tranquilidad; ciudades, entre ellas: Barquisimeto, Maracaibo, Valencia, Maracay, San Cristóbal, y Mérida, han regresado al diario convivir, en medio de los grandes problemas del capitalismo. La indetenible inflación–sin precedente– golpea a propios y extraños; nadie se escapa de los precios, creando una verdadera conmoción en los consumidores, especialmente en el sector salud, un verdadero crimen al ser humano.
A pesar de este complicado panorama, pude observar a un pueblo amante de la paz, el cual se crece antes cualquier adversidad. Tenía toda la razón, el fallecido periodista Federico Álvarez, quien no se cansaba de repetir: "para conocer la verdadera realidad de un país, hay que escuchar a los consumidores para saber, como piensan; hay que ir a los mercados populares". El ejemplo de Caracas, es para repetir la bella estrofa de nuestro himno nacional: "Unida con lazos/que el cielo formó/la América toda/existe en nación/y si el despotismo/levanta la voz/seguid el ejemplo/que Caracas dio".
La oposición, al cometer un grave error–imperdonable– con sus acciones violentas, incitadas por el odio de sus dirigentes, impidiendo el libre desenvolvimiento, violándoles el derecho, que tienen todos de disfrutar, y realizar sus actividades sin ningún obstáculo, ha terminado de cavar su propia tumba. Dos periodos de guarimbas, y sabotaje no han podido doblegar la consciencia de millares de caraqueños, al mantenerse firme, sin perder la paciencia antes las arremetidas del fascismo. La elección de la constituyente, desbarato todos los planes de los enemigos de la patria, trayendo como por arte de magia la paz, y la tranquilidad para un pueblo noble y generoso. Ahora se esperan medidas urgentes contra los especuladores.