"El consumismo tiene una fuerte raíz
en la publicidad masiva
y en la oferta bombardeada
que nos crea falsas necesidades."
Enrique Rojas
Han pasado casi 5 años, de las acostumbradas visitas al taller de un amigo, quien aprendió el oficio al lado de su padre. En esa oportunidad se encontraba atendiendo a un cliente; recuerdo ese momento, como un vivo ejemplo para contarlo ahora, cuando la situación económica aprieta, como una soga en el cuello, aunado a las amenazas del imperialismo en boca del multimillonario presidente Donald Trump. Ese día, el amigo se encontraba hablando con un señor, algo vanidoso, propietario de una lujosa camioneta, tan larga, que parecía una lancha rodante; se me ocurrió una expresión algo temeraria para el momento que estábamos viviendo: la bonanza de los dólares: "Aquí viene un cementerio de carros nuevos". Al marcharse el usuario, se acercó el amigo, para comunicarme el mensaje dejado por el asombrado propietario del confortable vehículo: "el señor– dijo– que estás loco". Le respondí sin alterarme, consciente, y seguro de lo que había dicho, agregando lo siguiente: "El tiempo me va a dar la razón; el proveedor, no tiene otro interés, sino chuparles las riquezas a estos países, y para eso invierten cifras millonarias en publicidad, para acelerar el consumismo, para ahogarnos"
El tiempo ha transcurrido, como el viento que acompaña a los destructores huracanes norteamericanos, dejando huellas del imperialismo en toda latinoamericana, muy difícil de borrar. Ningún país se escapa a la política depredadora de los gobiernos de Estados Unidos. Unos más que otros–depende del petróleo– han sentido las garras incrustadas en sus tierras, para llevarse las riquezas, creándoles falsas expectativas a sus pobladores, lo que un estudioso venezolano: Rodolfo Quintero, llamó la cultura del petróleo.
Esa cultura, traída por las compañías petroleras, se extendió por toda nuestra patria, acompañada por emigraciones de Europa, huyéndole al terror, y las secuelas de la guerra, y con ello, cambiaron las costumbres alimenticias originarias, sin tener la materia prima para la manutención. A partir de ese momento, nuestra economía sufrió profundos cambios, el cual se ha empezado a sentir con mucha intensidad, al encontramos con una escasez inducida, y un parque automotor, casi todo dependiente de la gran industria automotriz norteamericana, con sus modelos de vehículos, totalmente inapropiados para la grave situación del país; por eso no me canso de repetir: estamos en presencia de un "cementerio" de vehículos, unos porque han cumplido sus años de vida, y repotenciarlos cuesta un dineral, por la inflación sin precedente, y la especulación sin ningún control, y otros por lo lujosos, y eso tiene su precio, cualquier pieza cuesta un "ojo" de la cara. ¿Cuántos propietarios de automóviles de marca, los tienen arrumados, al no poderlos mantener? Sin embargo, más puede la vanidad, que la misma necesidad. No me equivoque, cuando abiertamente me adelante a esta situación que estamos viviendo en materia de transporte. La pesada carga del dólar, se refleja en algo por demás vital para cualquier país: el transporte, más, cuando la administración de Donald Trump, empieza a enseñar los colmillos hambrientos de petróleo, para satisfacer sus grandes necesidades.
Todo este panorama, nos presenta una etapa, tan parecida a un periodo de guerra–me perdonan si exagero– sin haber empuñado las armas, semejante al de otros países, cuando han emprendido el camino de la liberación, fuertemente acechados por el imperialismo; Cuba, nos ilumina con su ejemplo, enfrentado todos los ataques de cuanto gobierno se ha instalado en la casa blanca. Bien lo decía Simón Rodríguez: "Inventamos o erramos", pero necesitamos el arma más poderosa para las grandes dificultades: la conciencia, y no repetir los errores. Lo acaba de decir el constituyente Jesús Faría: "No hay varitas mágicas, no hay salida milagrosa a la situación económica del país".