El Odio en su definición es aquel oscuro sentimiento alimentado desde un sufrimiento o trauma, que alimenta la intolerancia al punto de infligir la violencia como recurso para el desahogo; ahora bien, podríamos decir que en Venezuela en los últimos tiempos ha surgido un peligroso fenómeno politiquero, el de utilizarse el odio como herramienta política a conveniencia de una polarización acordada, con el conveniente fin de mantener subyugado al pueblo a las posiciones sectarista de dos polos, que solo buscan a profundidad atornillarse en el poder a costa de usar el odio como arma para aplastar la voluntad de los pueblos.
Si hiciéramos una corta evaluación objetiva del actuar político de la polarización (psuv-mud), tristemente encontraríamos un profundo uso abusivo del odio como fenómeno politiquero, hecho a través de medios de comunicación oficiales y privados, discursos de gobierno y redes sociales, que llevan como único propósito inocular permanentemente a sus seguidores, peligrosas dosis de odio e intolerancia, dando como resultado la promoción de la violencia política, demostrada en enfrentamientos entre hermanos en espacios neutrales comunes, como el núcleo familiar, lugares de trabajo e instalaciones públicas y deportivas.
Este fenómeno ha causado en el país una desviación en la forma de hacer gobierno y de hacer política, dado que al tratar de imponer un patrón de conducta a las masas, que radicaliza desde la forma y color de vestirse hasta la forma de dirigirse despectivamente a sus contendores políticos usando repetidas frases de descalificación y ofensa, que también son inyectadas a las fuerzas policiales y militares y a todos los niveles de la sociedad (incluyendo los niños), que resulta en un peligroso coctel que estalla en cruda violencia con ejemplos notorios de personas quemadas vivas, represión, linchamientos, arrollamientos, agavillamiento, maltrato moral, desapariciones y presos políticos.
Ahora bien, hago esta analogía, dado a que en los últimos días se ha estado comentando desde la asamblea constituyente del gobierno, la posible promulgación de una ley contra el odio y la incitación a la violencia, cosa que "aplicándose correctamente en un estado de derecho", traería buenos resultados al iniciarse una campaña de minimización del odio y de prevención de la violencia en todos los sectores sociales, incluyendo como principal promotor a la familia, las escuelas, los liceos, las universidades y la iglesia, pero que también afectara y regulara la producción de programas de índole político (sobre todo nocturnos) en medios oficiales y privados, programas que ahora se han convertido en los principales promotores e inoculadores del odio en Venezuela.
No hay que ser tan visionario, para entender que lamentablemente podría existir un alto riesgo de aplicar esta ley a conveniencia del poder y de la polarización, al pretender usarse esta ley como argumento para silenciar y violar el derecho a la manifestación y expresión de voluntades y de pensamientos, que vallan en contra de quienes ostentan el control político de las masas, trayendo como resultado la destrucción total de nuestra democracia que es expresión de la independencia y soberanía de la voluntad del pueblo venezolano.
Solo nos queda por ahora hacer un profundo llamado a la reflexión y a la conciencia de quienes promueven esta ley, a que al lograrse su promulgación se aplique de forma objetiva a quienes usan el odio como arma política, y así devolverían al pueblo la capacidad de elegir y expresarse según su criterio; ya finalizando es bueno acotar que desde hace años, hemos sido promotores a través de mi cuenta twitter, de la tolerancia y del amor como vacuna principal contra el odio y la violencia, hemos levantado nuestra voz en un alto llamado a la paz y al encuentro, porque creemos en un país despolarizado, reconciliado y unido, trabajando para lograr su desarrollo y prosperidad.