El derecho divino de gobernar, aquel que emanaba de Dios y ungía con la corona siempre a un muy importante propietario, otorgaba y otorga al monarca la potestad de trasmitir en herencia el poder a su hijo mayor. En América, en una línea de desarrollo distinta a la europea, las grandes culturas practicaban, lo mismo. El "Inca" Garcilaso, en "Los Comentarios Reales deja constancia de cómo en la cultura Inca, los hijos del sol, que lo eran los descendientes directos del primer monarca, al morir dejaban en el trono a su hijo primigenio.
"Nuestro Padre el Sol, ….envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los adoctrinasen (al pueblo Inca) en el conocimiento de nuestro Padre el Sol". Así cuenta Garcilaso la llegada de los primeros reyes Incas, esposo y esposa, que por ser hijos del Padre Sol, pudieran generar hijos descendientes directos de él mismo de manera absoluta y en consecuencia competentes para asumir su representación como monarcas.
Por eso mismo, por la representación auténtica de Dios en Europa se usaba convencionalmente la expresión "Muerto el rey ¡Viva el rey!", cuando por la muerte del padre, el hijo asumía la corona.
Aunque para ser justo y no dejar cabo suelto, hasta donde lo permiten nuestros obsoletos radares, pese no hablen de derecho divino, por razones más que obvias, en Corea del Norte, el gobernante de ahora es el tercero de la familia en sucesión.
En Venezuela, desde la segunda década del siglo veinte, se ha venido "implorando por la muerte del rentismo petrolero", de cuando Alberto Adriani habló de desprender la economía de la dictadura del ingreso petrolero, dando fundamento a aquella frase que popularizó Arturo Uslar Pietri de "sembremos el petróleo".
El rey petróleo debía ser bajado de su pedestal y fundamentar el ingreso de divisas en la producción agrícola y otras áreas. Había entonces que matar al rey, a aquel rey que parecía destinado a imponer su voluntad sobre la vida nacional; tanto como que nuestro destino dependiese de lo que en torno a él sucediese y decidiesen quienes controlaban el negocio. "Qué se abran cien flores", dijo Mao en 1965 y agregó "y compitan cien escuelas del pensamiento para promover el progreso…". Para Adriani y sus seguidores, antes que Mao escribiese aquella frase, había que desatar las fuerzas productivas del campo y la ciudad para que cien o más fuentes prodigasen el ingreso nacional de divisas. Es decir, había que matar al rey para que rey viviese.
Eso se planteó en Venezuela, como ya dije, en la segunda década del siglo XX y llegó a convertirse en la consigna de todo aquel individuo o movimiento que aspirase no sólo a independizar a Venezuela de la dictadura del petróleo, sino también del mercado y capitales que nos inundan de sus mercancías a cambio del ingreso que de aquel proviene. Nos liberase del control del país que nos compraba el petróleo y nos vendía en mayor medida su producción. Entran las divisas por petróleo vendido a los capitalistas que controlan al mundo y se las devolvemos con soltura al vernos obligados a comprarles en condiciones desventajosas. El pensamiento revolucionario desde esa época, repito, segunda década del siglo veinte, se impregnó de esa consigna, "sembremos el petróleo" o lo que es lo mismo "matemos el rentismo petrolero".
Cualquiera puede encontrar en los primeros documentos que se elaboraron para fundamentar la primera candidatura de Chávez esa propuesta. La que incluso estaba acompañada de otra no por azar, por imaginación pura, sino porque una y otra se complementan de la misma manera que el rentismo se complentó con la economía de puerto y la aglomeración de la población en ciertos enclaves, como Caracas y la parte centro occidental del país. Esa otra consigna era la redistribución de la población venezolana que se había concentrado en las ciudades, vuelta improductiva, despoblando el campo, lo que significó un casi absoluto abandono de la agricultura en un país donde las ventajas naturales para esta práctica son inmensas.
La "Revolución Bolivariana" por supuesto, hizo suya esa vieja pero muy vigente consigna, abandonada por las clases que controlan el capital en Venezuela, dedicadas casi exclusivamente al negocio de la importación, por lo que hasta parte de la dirigencia política del puntofijismo, con sobradas razones, calificó de parasitaria. Incapaz para traer a Venezuela divisas extranjeras como resultado de sus operaciones pero si expeditas para engullir las que produce el negocio petrolero. Chávez pues habló de esa consigna y la otra, la que como ya dijimos, en el proyecto aparece con la primera aparejada.
El presidente Maduro, digo yo, nos ha confesado o descubierto un secreto, respondido una interrogante que prendida estaba en nuestro cerebro, según lo cual, unos "expertos petroleros", les convencieron que el boom petrolero de los 120 dólares por barril, duraría por lo menos unos treinta años. Por lo que ellos, reprogramaron el proyecto, pospusieron las políticas contra el rentismo y la activación de una economía diversificada, porque les sobraban años para volver sobre aquello. Por eso, se descubrió que en Caracas "caben tres Caracas más" y se rescató todo espacio disponible para construir viviendas. Es decir, llegaron a la conclusión que todo estaba bien "como estaba", pues había por delante bastante tiempo y dólares para seguir como veníamos. O lo que es lo mismo, creyeron tener mucho espacio para maniobrar y no terminar en las horcas del rentismo.
Pero el cálculo o predicción de los "expertos petroleros" se vino al suelo, con ello el precio del petróleo y el sueño de seguir con la fiesta porque los tiempos se acortaron. Entonces, se dice, como Arquímides, ¡Eureka!, "se ha agotado el modelo rentista petrolero". Se anuncia no como una tragedia, un fracasado resultado de un mal cálculo, sino como si se estuviese descubriendo o conquistando algo. Es decir, lo que sabíamos que algún habría de suceder y para lo cual debíamos, estábamos obligados a prepararnos, se presenta como una conquista del grupo gobernante que se dejó llevar por cantos de sirenas o mejor de unos "técnicos petroleros".
Pero sus razones tienen, son coherentes. Es verdad, ha muerto el rentismo petrolero. Lo que no es un descubrimiento sino una tragedia para un país que sigue siendo rentista y sus dirigentes quieren que sigamos siéndolo porque quizás crean que así "la vida es más sabrosa".
Lo coherentes está en que el petróleo, a un precio como el de ahora, de más de cuarenta y seis dólares, pero signado por la inestabilidad, no es suficiente para financiar la vida nacional y mucho menos el proyecto de cambio estructural. Pero la consigna y meta pareciera no ser, por lo menos por ahora, abandonar el espíritu y práctica rentista. Por eso, "Muerto el rey", ¡Viva el rey! O lo que es lo mismo "Muerto el rentismo petrolero", que no estará lo suficientemente muerto, ¡Viva el rentismo minero! El coltán y el oro, toman la escena o mejor el trono. Si nos guiamos por el más reciente discurso presidencial, podremos hallar allí que, en materia económica, aparte de lo relativo a los controles de precios, el presidente puso énfasis en la producción de coltán que, según Ultimas Noticas en su primera etapa llegara a 22 toneladas mensuales y la de oro que está "fortaleciendo" las menguadas reservas del Banco Central. La agricultura y los agricultores que se conformen con los balcones de Caracas, pues la "Agricultura Urbana" tiene la palabra y la ventaja que no hay que mover a nadie del sitio donde se halla. ¿Pa´ qué "jodese" tanto? Además, por lo que uno oye, la estrategia en materia de alimentos para el venezolano está centrada en esos balcones y en los Clap.
¿Para qué ponerse a sembrar el petróleo en la soleada sabana si podemos combatir el rentismo con rentismo? Para eso están los mineros que muy cuidadosos están en que no se rompa el equilibrio. ¡Muerto el capitalismo!