El desespero es la culminación de la debilidad. Cuando un gobierno usa la fuerza para mantenerse en el poder está dando señales de debilidad. Ahora, si amenaza con la fuerza pero no la puede emplear ya todo es inútil, está en etapa terminal.
El gobierno, después de mucho trabajo de parto, lanzó unas medidas económicas destinadas al fracaso. Los oportunistas empezaron a abandonar el barco, ahora se atreven a criticar como no lo hicieron cuando era fundamental. El fracaso de las medidas, aun sin aplicar, reafirma que estamos frente a un gobierno exhausto, y por tanto muy peligroso. El presidente, ayer en un infeliz discurso, mostró toda la debilidad del gobierno cuando amenaza con volverse dictador. No le es suficiente una constituyente sumisa. Este gemido es el inicio de la etapa final.
El fragmento del discurso (https://www.aporrea.org/economia/n314263.html)
El gobierno, soberbio, desoyó las advertencias de no abandonar a Chávez, al Plan de la Patria, al Socialismo; siguió su camino populista, se amancebó con sus enemigos naturales, los capitalistas, e insistió una y mil veces en controlar al tigre poniéndole un collar flojito. Y el tigre del capitalismo, como estaba previsto, es incontrolable, sólo se puede superar, derrotar. Estamos en esta situación: el gobierno cayendo, los gringos acechando, el imperio capitalista mundial esperando por la suntuosa presa, por liquidar cualquier recuerdo grato del Comandante Chávez, los dirigentes chavistas dejando que todo se derrumbe sin chistar.
¿El gobierno podrá salvarse?
Si esa pregunta se la hacen a un médico respondería que es hora de medidas desesperadas, de terapia intensiva, de urgencia máxima. El gobierno escogió el camino de negar la emergencia, de apela al desespero, a roncar duro cuando a nadie asusta. Niega la constituyente, ahora escala un grado superior de desespero: se declara dictador en ciernes.
En esta difícil situación, debemos recordar a Miguel Enríquez, que ante la caída de Allende dijo: "es un fracaso del revisionismo, no del Socialismo". Así es, lo que nos sucede hoy no es un fracaso del Socialismo, del Chavismo, es un fracaso del populismo, del pragmatismo, de la derecha que dirigió el proceso desde el magnicidio de Chávez.
Los revolucionarios tienen ese primer deber, no dejar que la ruina del gobierno sea la ruina del Chavismo. El Chavismo debe poder superar este difícil momento más allá de la debilidad y la traición de sus dirigentes; quedar allí, en las trincheras del corazón de los humildes, latente, esperando el momento para surgir luminoso.
Viene una etapa en la cual el capital nacional e internacional intentará estabilizar, recomponer su dominación, terminar la tarea que el gobierno de maduro no pudo. Los revolucionarios deben entrar en esa disputa, impedir que el capitalismo se estabilice, luchar por volver a Chávez. Ya se ha comprobado en la práctica que el camino no es el populismo, el pragmatismo, eso es un avance. Ahora debemos hacer entender a las masas que el error estuvo en abandonar a Chávez, que ahora más que nunca hay que volver a Chávez.
Ojalá no vivamos las crueldades que la historia nos dicta del fin de los aprendices a dictadores.