La Humanidad estaba atrapada entre el capitalismo y el Socialismo degenerado. Los dos sistemas, en esencia iguales. Los dos sustentados en el egoísmo. Los dos parecían sin esperanzas para el hombre, sin respuestas a la existencia. Unos, con su tradición de consumo deslumbraban al mundo; los otros, herederos de una épica que habían traicionado, distraían a los ilusos revolucionarios. Los dos ejercían control sobres sus territorios repartidos de común acuerdo, en los patios traseros no había discordia. Nadie entraba en terreno ajeno, cualquier movimiento en contra era sofocado por el frío de la guerra fría.
Eran tiempos en que se era capitalista o se estaba con la Unión Soviética, los revolucionarios no tenían más opción. Pero algo estaba mal, la respuesta a la humanidad no estaba en ninguno de los dos bandos. Se oían los rumores de los mismos vicios, iguales conductas perversas.
La Humanidad buscaba vías alternas para la liberación, que más eran válvulas para drenar el descontento, la desesperanza: los movimientos jipis, las manifestaciones contracultural. Los partidos franquicias de la Unión Soviética, de la Internacional, frenaban los movimientos emancipatorios. La Humanidad parecía destinada a perecer en su propia inercia, la abulia no toleraba ir más allá de lo permitido por el capitalismo o por la degeneración del Socialismo; arreglar un poco las democracias hipócritas, la lucha heroica contra las dictaduras capitalistas para instaurar democracias capitalistas; el desgaste en movimientos sin futuro de cambio, a lo sumo protestas inocuas para el sistema.
En ese ambiente mundial surgió la Revolución Cubana y rompió con la bipolaridad del egoísmo, se les fue de las manos a los dos polos de poder. Tomó un rumbo propio hacia un escalón más alto en la organización social. La Revolución Cubana, lo más avanzado de ella, de ese pensamiento, se condensa en el Che. El Che es impensable sin la Revolución y la Revolución alcanza su mayor estatura con el Che. A él le estuvo permitido lo que no podía Fidel por sus responsabilidades al frente de Cuba. Salió el Che a volar alto en Los Andes Americanos, a llevar las banderas más sublimes del humanismo, del internacionalismo.
El Che, y este fue su gran aporte a la causa revolucionaria mundial, rompió con la primacía de lo material, entendió que la Unión Soviética no había roto en lo esencial con el capitalismo, que llevaba en sus entrañas el huevo de la serpiente, la economía egoísta. Supo que la Revolución, antes de ser un problema económico, era un asunto de conciencia, espiritual, todo debía estar al servicio del alma, de la cultura y luego del estómago. Postuló su Sistema Presupuestario como una forma de fundir la economía con el espíritu, de romper con las armas melladas del capitalismo y fundar la verdadera economía socialista.
Desde su muerte, el mundo ha caído cada vez más en manos del egoísmo. Lo que comenzó con la instauración de la propiedad privada de los medios de producción, allá en lo profundo de la historia, ha evolucionado a tales niveles de destrucción que amenazan la vida en el planeta.
El balance es muy negativo. La que es quizá la última oportunidad para la humanidad, la Revolución de Chávez -él que comprendió la esencia del pensamiento guevarista- se pierde en manos de unos charlatanes de feria que se dicen sus herederos. El mundo marcha hacia el abismo, aumentan los ya graves problemas económicos, la naturaleza no cesa de mandar avisos que los gobernantes ignoran, la relación entre los humanos y de estos con la naturaleza es cada vez más agresiva. Las grandes potencias no entienden el desastre a la naturaleza y al corazón del hombre causado con su afán de lucro. Los gobernantes son cada vez más cretinos.
¿Cuánta falta hace el Che? ¿Será Chávez el último de los revolucionarios?