El efecto Palo Gordo

Una semana antes del 30 de julio de 2017, fecha de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, el Consejo Nacional Electoral se las ingenió para garantizar el derecho al sufragio con la creación de centros de "contingencia" pues la oposición criolla, en tres meses de violencia generados por la ex fiscal Luisa Ortega Díaz, pudo culminar un verdadero "doctorado" en diversas formas de odio, instalando la sociedad del miedo entre nosotros como un vecino más, para impedir que la gente acudiera a votar.

Sí. Daba miedo decir "soy chavista", daba miedo "parecer" chavista y ese miedo es símbolo inequívoco de una industria que también nos regala el capitalismo. Daban miedo los plantones, los trancazos, las guarimbas, nuestra bandera al revés. Los "libertadores" eran dueños de la calle, pero no de todas las calles…

Decía Eduardo Galeano que la sociedad está sometida a una "dictadura mundial del miedo" y hasta se preguntó si "somos obras maestras de Dios o chistes malos del diablo". Ya en 1940 escribía "Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo manda, el poder come miedo, ¿qué sería del poder sin el miedo? Sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse". Y una definición más terrenal ofrece O’Donnell cuando leemos en su obra La Sociedad de los miedos (2009) que "el miedo es el mecanismo de disciplinamiento que el sistema económico y político necesita para su conservación y expansión".

Así que ese miedo la oposición terrorista trató de perpetuarlo y se regocijaban con cada día de "resistencia" y también con cada muerte. Pero Venezuela es Caribe…

Fueron 17 los centros de contingencia en Distrito Capital y 16 estados del país: Aragua, Barinas, Bolívar, Carabobo, Cojedes, Falcón, Lara, Mérida, Miranda, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre, Táchira, Trujillo, Vargas y Zulia. Ese 30 de julio la gente salió a votar en grupo, en algunos casos con disimulo para no ser víctimas de ese odio. En Caracas, el Poliedro se convirtió en un enorme centro de "refugiados" electorales provenientes de Chacao, Altamira y otras zonas "de guerra".

Más de 100 máquinas de votación fueron quemadas en los estados fronterizos Mérida, Táchira, Trujillo y Zulia y la jornada cerró, además, con cinco muertos…

Antes de eso, el 16 de julio de 2017, la MUD hizo un plebiscito ilegal pues esa figura fue derogada en la Carta Magna de 1999. Un proceso que armaron casi artesanalmente, con cajas del Clap para depositar los "votos" que no eran tales sino unas papeletas con tres preguntas que ya se me olvidaron. Aseguraron que habían participado más de siete millones de personas, cosa que nunca se pudo demostrar porque esas papeletas también las quemaron, en esa manía eterna que tienen de quemarlo todo, hasta a la gente. Todo eso "para garantizar la confidencialidad" (¿?) o quizás para tapar el fraude porque ese día un elector mostró que pudo votar hasta siete veces.

Ahora por extraño sortilegio, de cara a las elecciones regionales, todo se transforma: y de "calle sin retorno" pasan a "luchamos con el voto", sometiéndose con descaro a las instituciones tan vilipendiadas por ellos mismos y en medio de un misterioso "proceso de diálogo" cuya "taima" ha sido obligada por el propio desastre de Estados Unidos y España, sus países emblemáticos y perfectos, con la masacre de Las Vegas y el referéndum de Cataluña.

Así vamos hacia el 15 de octubre, con una oposición contradictoria y errática pero peligrosa que ahora invita con cinismo a votar.

El gobierno no la tiene nada fácil pues la situación de carestía en todo lo que a usted se le antoje comprar, compite afanosamente, en cambio, con la esperanza, una esperanza que debe, a su vez, reforzarse en el título de estas reflexiones. Sí. Porque si las elecciones del 30 de julio fueron importantes, éstas lo son, quizás, aún más. Sus resultados serán, a la postre, o la demostración de que definitivamente hemos derrotado la amenaza o, por el contrario, la necesidad de replantearse la revolución y sus objetivos. Entonces es necesario el voto consciente para que nuestra Patria "no se rompa" como ahora dicen en España pero por razones distintas…

Es cierto que en la calle la gente de lo menos que habla es de las elecciones. Es cierto que hay un pueblo golpeado por la guerra económica y también por cierta ineficiencia y mucha corrupción. Pero ese pueblo sabe que sigue siendo el tiempo de resistir.

"Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas del jucio en la almohada" dice José Martí en su ensayo fundamental "Nuestra América": "(…) Trinchera de ideas valen más que trincheras de piedras. Y ya no podemos ser el pueblo de hoja, que vive en el aire, con la copa cargada de flores, restallando o zumbando, según lo acaricie el capricho de la luz, o lo tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! (…) Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro cerrado, como el río La Plata en las raíces de los Andes".

Pero yo digo, humildemente, como la gente de Palo Gordo: sin miedo, con arrojo y conciencia…Y así tal vez despierte la Asamblea Nacional Constituyente



 



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Luisana Colomine

Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.

 @LuisanaC16

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