Confesaba un viejo amigo que no podía oír un audio de Chávez en la radio sin conmoverse hasta las lágrimas. Igual reacción tenía al oír al comandante cantando el himno, o las canciones de Laguna Vieja, o "Linda Barinas. Mi viejo amigo es gocho, cerrado en sí mismo como los valles de aquellas montañas, mucho le costó confesar que el recuerdo del comandante todavía le aprisionaba, le dolía en el pecho como si fuera ayer que él se fue.
Este no es un escrito político, es más bien una oración, un recuerdo del comandante. Era un hombre bueno como poco se consiguen. No supimos cuidarlo, no supimos apreciarlo. Quiso fundar un mundo nuevo, regalarnos una nueva manera de vivir, y allí consumió su vida, corrió riesgo y amó con riesgo, que es así que los especiales aman.
Fue un milagro, ¿como fue que entre nosotros nació, surgió, un humano de esta luminosidad, uno que no sacó cuenta para sí, sino que vivió para el bien de todos?
Saludos, comandante Chávez, nos cuesta aceptar que estás muerto; te necesitamos, presidente. Te seguimos viendo en las brumas del recuerdo, te añoramos, nos conformamos con imaginarte en los sitios, en los actos, en que te vimos antes, sabemos que no eres tú, tratan de falsificarte, de colocarte al lado, de defender a lo que siempre adversaste, al capitalismo; intentan que te olvidemos, que recordemos sólo tu imagen vacía. No nos resignamos.
Así pasó con Bolívar, cómo debe haberle dolido su muerte a los que lo amaron de verdad, y cómo debe haberle dolido al Libertador que lo traicionaran sus edecanes, sus oficiales, que desgajaran su sueño, a su Gran Colombia. Aquel dolor silencioso se apagó con el tiempo, generaciones fueron necesarias para olvidarlo, para cambiarlo por unas estatuas frías, inocuas y unas cuantas fechas de fiesta.
Tú profetizabas, comandante, varias veces lo dijiste, que tu suerte era la suerte de Bolívar, sabías que destruirían tu Gran Colombia, que intentarían el olvido. Pero el corazón de los pueblos sorprende por su memoria, llevan en el fondo de su alma a los hombres buenos, los recuerdan en silencio, los colocan en sus altares, en sus murmullos.
La política, el cálculo egoísta no puede explicar las razones del corazón. El amor a Chávez no es un hecho político, es devoción religiosa, como lo es la Revolución. Las grandes masas no buscan explicación al afecto, lo sienten. El fuerte sentimiento de amor, paradojicamente, las hace débiles, les duele tu ausencia y para calmar la pena aceptan las truculencias de los imitadores. Igual pasó con Cristo, la humanidad tiene dos mil años engañada, rindiéndole pleitesía a lo que cree que es su legado, aceptando como su iglesia lo que sus enemigos falsificaron.
Se sabe que haces milagros, los humildes lo saben, ya los realizaste en vida. Eso te gana un lugar en la historia honda, la que no se escribe, la que sienten los humildes, los hombres buenos. Estás en sus altares, eres un Santo.
Sabemos que regresarás, como en ti regresó Bolívar. Te esperamos, sabemos que vendrás, que estás aquí. No podrán deformarte, no podrán hacer que te olvidemos, A los sentimientos no los mata la mala política.