En enero del año 2018, se cumple el 165 aniversario del nacimiento de José Martí, y también habrán transcurridos más de 137 años de la visita que Martí hiciera a Venezuela. Una imagen que sintetiza el espacio de la experiencia existencial de José Martí es el destierro. El destierro es una condición indispensable para la realización plena de Martí. José Martí vivió más en el heroísmo del éxodo que en su propia tierra, el destierro fue una de las situaciones que más afrontó José Martí. Más de la mitad de sus 42 años de vida estuvo Martí fuera de su patria.
"Prefiero ser yo extranjero en otras patrias, a serlo en la mía.
Prefiero ser extranjero a ser esclavo en ella"
Martí el más cubano de los cubanos, apenas vivió nueve años de vida consciente en Cuba, fue un hombre en perpetuo exilio; en Cuba sólo residió dos años de su vida adulta. Su lucha por la independencia de Cuba lo llevó a transterrarse, a veces obligadamente, en el presidio español que condenaba su activismo libertario, otras, en el recorrido de un itinerario por distintos países de América: México, Guatemala, Venezuela y los Estados Unidos. En 1871, con dieciocho años, Martí es deportado a España. En ese momento ya había estado en prisión y poseía un enorme caudal educativo y había estudiado y vivido el estado de degradación y de decadencia de la población en Cuba, tanto española como criolla y aborigen, como consecuencia del sistema de explotación colonialista. Entre 1871 y 1874 permanece en España, obtiene los grados de Licenciado en Derecho Civil y Canónico, y Licenciado en Filosofía y Letras, en la Universidad Literaria de Zarazoga. En ese momento hay gran efervescencia política en este país, causada por los grupos que están tratando de romper con el sistema monárquico. Así, de la unión de demócratas y republicanos se da la revolución septembrina de 1868 que provocó el derrocamiento de la reina Isabel II. La guerra independentista de Cuba puede asociarse con este fenómeno, ya que se inicia casi de inmediato. Por otra parte, en 1871 en Francia se da el movimiento de la Comuna de París, año en que arriba Martí a España. Dos temas se debaten arduamente en aquel momento en ese país: la abolición de la esclavitud y el de la autonomía. Por otra parte, se da un clima en el que se difundían noticias sobre la guerra independentista en Cuba, tanto a favor como en contra. En España pública Martí dos obras: El presidio político en Cuba (1871) y La República española ante la revolución cubana (1873). En la primera no pide la autonomía de Cuba sino compasión para los que sufren en presidio. En la segunda se radicaliza políticamente y defiende el derecho inalienable de Cuba a su independencia:
"(...) mi patria escribe con sangre su resolución irrevocable. Sobre los cadáveres de sus hijos, se alza a decir que desea firmemente su independencia"
Cumplida la condena de confinamiento en España, y tras una corta estancia en París en diciembre de 1874, embarcó para México, a donde llegó a principios de 1875. Allí se había refugiado su familia. Días antes de su llegada había fallecido su hermana más talentosa y querida, Ana, y la desaparición de esta adolescente dilecta entristeció aún más su alma atormentada. Martí acaba de cumplir veintidós años, pero ha sufrido más que el común de los mortales a los ochenta. Ingresó en seguida en el periodismo, profesión que ya no abandonará nunca, Se incorporó a los círculos intelectuales más distinguidos de México, y todos los consagrados, le reconocieron beligerancia, a pesar de su mocedad casi imberbe todavía. Los dos años justos que pasó en México le fueron intelectualmente propicios. Se incorporó a la corriente liberal y progresista, y desde la Revista Universal del coronel José Vicente Villada, en la que escribía a diario poemas, artículos firmados con su nombre o "boletines" informativos con el seudónimo de "Orestes", defendió esta ideología que representaba el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, el heredero de Benito Juárez. Eran los años en que la filosofía positivista había ganado ya a las mentes más lúcidas del país. José Martí era espiritualista irreducible, mas a despecho de sus firmes ideas, y acaso subconscientemente, el positivismo hizo mella en él, y hasta dejó profunda huella en su ideación. En aquel provechoso bienio, aprendió a querer a México, al que consideró siempre como su segunda patria, y baluarte hispanoamericano ante las incipientes ambiciones imperialistas y la penetración de los Estados Unidos. Pronto la reacción levantó la cabeza con el general Porfirio Díaz al frente. En una guerra civil que Martí había combatido, Porfirio Díaz derrotó a las fuerzas liberales, y le fue necesario abandonar el país en los primeros días de 1877. Hace una corta visita a la Habana de incógnito con el nombre de Julián Pérez -segundo nombre propio y segundo apellido. De Cuba se trasladó en seguida a Guatemala en donde prevalecía la dictadura positivista y progresista de Justo Rufino Barrios. La actividad intelectual de Martí en Guatemala fue intensa y benéfica para el país, pero su ideología liberal, su honradez acrisolada, su independencia, su amor a la justicia y su inmensa superioridad, despertaron celos, envidias y sospechas que le compelieron a dejar la república centroamericana en 1878. "Con un poco de luz en la frente no se puede vivir donde mandan tiranos", dirá en carta a su amigo Manuel Mercado. Al terminar la guerra de los diez años en Cuba en esta fecha con el Pacto del Zanjón, que resultó sólo una tregua, España concedió una amnistía a los cubanos que permitió a Martí regresar a Cuba en septiembre de aquel año con su esposa, Carmen Zayas Bazán, con quien se había casado en diciembre de 1877. A José Martí le repugnaba la idea de radicarse en Cuba, donde prevalecía el régimen despótico de siempre, pero la presión de toda su familia, más la proximidad del nacimiento de su hijo José (Ismaelillo), lo compelieron a claudicar. Su permanencia en la Habana duró apenas un año. Durante él trabajó como abogado , pero sus inclinaciones separatistas evidentes en sus discursos, y su laborantismo independentista le hicieron pronto sospechoso al gobierno de la isla, que lo desterró de nuevo a España el 25 de septiembre de 1879 -casi al año justo de su llegada. Breve -escasos tres meses- fue este último confinamiento a la "villa y corte". En diciembre huyó de España; hace escala de nuevo en París, y el 3 de enero de 1880 recaló en Nueva York, que durante casi tres lustros será la urbe donde trabaja, conspira y sufre.
El mes de enero de 1880, llegó José Martí a Nueva York. Cuatro meses antes había sido deportado de Cuba por hallársele sospechoso de conspirar contra el gobierno español de la Isla. Venía del crudo invierno madrileño y se encontraba con el terrible invierno de una sociedad totalmente desconocida que hablaba un idioma que él apenas comprendía. La desolación ambiental era sólo menor a la que tenía su alma. En Cuba quedaba todo cuanto amaba: sus amigos, sus padres, sus hermanas, su esposa y su hijito Pepito (Ismaelillo) de algo más de un año. Martí halló alojamiento en la casa de huéspedes del cubano Manuel Mantilla y de su esposa la venezolana Carmen Miyares. En la casa de los Mantilla, Martí conoció a algunos venezolanos que, si bien le hablaban de favorables cambios que se producían en Venezuela, también comentaban la megalomanía de su presidente, que se hacía levantar estatuas y dar su nombre a calles y plazas y hasta a una provincia, a la vez que ahogaba cualquier intento de libertad de expresión y de actividad política diferente de la suya. El escritor y político venezolano Nicanor Bolet Peraza (1838-1906), como él, un emigrado político, trató de hacerle comprender los inconvenientes de ir a establecerse en un país cuyo gobierno era despótico y le presagiaba que, por su mentalidad independentista, podría tener dificultades.
En octubre de 1880, Martí viviendo todavía en Nueva York encara dos opciones: "me echaré por tierras nuevas o me quedaré en esta" triunfa la primera alternativa. En enero de 1881, emprendió viaje. Charles Anderson Dana el director del diario The Sun donde trabajaba le facilitó el dinero, a cuenta de unas correspondencias, que escribiría desde Caracas. Políticamente Dana era la antítesis de Martí, pero su amor a la cultura, su ínsita honradez y su nobleza lo llevan a estimar y admirar al cubano proscrito y genial. Fueron amigos, y en el Sun escribió Martí en francés hasta unas semanas antes de morir con el pseudónimo "M. de S.". En este periódico de tan diversa orientación a la suya propia escribió por más largo tiempo que en ningún otro.
En 1881, es decir, hace 137 años, José Martí visitó a Venezuela, cuando gobernaba en Venezuela Antonio Guzmán Blanco. José Martí llegó al puerto de la Guaira el 20 de enero de 1881, procedente de Nueva York, luego de haber hecho escala en la isla de Curazao y en Puerto Cabello, Martí; portaba sendas cartas de presentación de Carmita Miyares, y del propio Nicanor Bolet Peraza. Su permanencia en Venezuela se prolongó hasta el 28 de julio de ese mismo año, un año muy singular para la vida política y cultural de Venezuela. Tal vez, su arribo a la capital venezolana fue aquel que ocho años después plasmó en un periódico para niños único en su género, La Edad de Oro:
"Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando, se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria."
Para entonces, la capital venezolana se enfrascaba en cambiar su fisonomía siguiendo un estilo europeo, muy a tono con el pensamiento de Guzmán Blanco. Martí llegó a una Caracas donde todo el poder político y económico se centralizaba en una praxis autocrática, peculiarmente arraigada en un traumático proceso de ordenamiento luego de la Guerra Federal (1859-1864) y de las posteriores escaramuzas, apaciguadas por Antonio Guzmán Blanco.
¿A qué vino el educador, pensador, filósofo, político propagandista, poeta, narrador, periodista, crítico de arte, José Martí a Caracas? ¿Porque vino José Martí a Venezuela? Las motivaciones que tuvo Martí para elegir a Venezuela en esa oportunidad, han sido lo suficientemente explicadas y cotejadas con interpretaciones provenientes de sus propios textos, así como de testimonios extraídos de documentos pertenecientes a quienes estuvieron cerca de esa toma de decisiones. Por un lado, se insiste en considerar como prioritarias algunas razones afectivas. Por otra parte, y son quizás las más factibles, esas que tienen que ver con la búsqueda de un apoyo concreto para su proyecto independentista.
El nombre de Martí ya era familiar y su prestigio como escritor era ampliamente conocido. En 1875 el periódico La Opinión Nacional había publicado algunos de sus poemas. La fama le precede ya en los países de nuestra América. Aquí algunos saben de sus escritos en la Revista Universal, de México; otros han leído su libro sobre Guatemala y muchos tienen noticias de su oratoria sorprendente. Pero todos conocen de su consagración a la idea de independizar su patria, una idea que siempre ha tenido la simpatía del pueblo venezolano porque en su pecho queda el recuerdo del intento de Simón Bolívar. Martí es uno de los más grandes bolivarianos de todos los tiempos, continuador de sus ideales integracionistas ayer hispanoamericanos, hoy latinoamericanos, amigo de don Cecilio Acosta, admirado por Lisandro Alvarado. Para una comprensión pormenorizada de los acontecimientos políticos y culturales de Venezuela durante 1881, pueden consultarse entre otros los trabajos:
Laura Antillano, "Solitaria solidaria", novela histórica que recrea la segunda mitad del siglo XIX.
Santiago Key-Ayala. "Caracas en Martí" Obras Selectas.
Gonzalo Picón Febres La Literatura venezolana en el siglo XIX.
Salvador Morales: "Propósitos y frustración de José Martí en la Venezuela de Guzmán Blanco". En: Martí en Venezuela. Bolívar en Martí. La Habana: Editora Política, 1985.
Pedro Pablo Rodríguez: "Martí en Venezuela: La Fundación de Nuestra América". En: Anuario del Centro de Estudios Martianos (La Habana) 1988.
Jorge Mañach: "Tierra del sol amada". En: Martí el Apóstol. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 1990.
Su permanencia en Caracas reproduce casi puntualmente el curso de su estancia en Guatemala y México: incansable tarea periodística y oratoria, estudio ahincado de los problemas circundantes y, al fin, aquí también, choque frontal con los mandones de turno, que le fuerzan a dejar el país, partiendo hacia Nueva York. ¿Es nuestro José Martí? ¿En qué sentido puede serlo, sin retóricas vacías, sin discursos grandilocuentes, sin alabanzas impresionistas y subjetivas? ¿Sigue siendo vigente el Martí de Nuestra América? ¿El editor de la Revista Venezolana? ¿El Martí del Ismaelillo? ¿El Martí de los Versos sencillos y el de los Versos libres? ¿El Martí de La Edad de Oro?
La presencia de José Martí en Venezuela ha sido un atractivo para los investigadores de la vida y obra del prócer cubano: ¿Cuál fue la importancia y la significación de la estadía de José Martí para Venezuela? ¿Cuándo y por qué viajó Martí a Venezuela? ¿Qué actividades realizó aquí durante su estadía? ¿Qué actitudes asumió? ¿Por qué tuvo que partir nuevamente al exilio en los Estados Unidos? ¿Qué significación tuvo para él su paso por Venezuela? ¿Por qué Martí entabló tan rápida como intensa amistad con Cecilio Acosta, un hombre que cronológicamente hablando podría ser su padre, pues había nacido el 10 de febrero de 1818 y Martí el 28 de Enero de 1853?
Martí se hospedó en casa de Ángel Eloy Escobar, a quien venía recomendado. Días después se mudó a una pensión en la plaza de Altagracia. Soñaba tener en Venezuela una suave almohada para sus dolores. El venía a servir modestamente. A trabajar con el libro al hombro, los caminos de la vida nueva convertirse en un soldado de la sabiduría. En cuanto pudo comenzó a visitar las personas a las que le habían señalado. Mercedes Smith de Hamilton, amiga de Carmita, lo recibió generosamente. Mercedes había ayudado a la revolución de Yara. Lo recibió y lo orientó. Lo llevó a ver a Fausto Teodoro Aldrey, director-propietario de la Opinión Nacional.
El 28 de enero de 1881 el día en el cual José Martí cumplió veintiocho años de edad, el importante diario caraqueño dirigido por Fausto Teodoro Aldrey, La Opinión Nacional en su sección "Crónicas" le daba la bienvenida así:
"Don José Martí. Este ilustrado escritor cubano, que en años pasados redactaba en México la Revista Universal, se halla en Caracas, donde se propone fijar su residencia…Hemos tenido el gusto de tratarle en la visita que se ha dignado hacemos, y se ha granjeado nuestras sinceras simpatías…Deseamos cordialmente que sea feliz entre nosotros para que adopte a Venezuela como su segunda Patria tan generosa y providente como la que le dio el ser".
A poco de su llegada se organiza un acto en su honor y se le ofrece al distinguido huésped un afectuoso y lucido homenaje público. Caracas quiere satisfacer su curiosidad. La noche del 21 de marzo de 1881, el "Club del Comercio" inaugura su local y sus actividades con una velada artística y literaria, en la que varios de sus asistentes interpretaron diversas obras musicales y declamaron poemas. Los hombres de letras, la juventud universitaria y una gran masa del pueblo asisten al acto. Desde uno de los balcones habla José Martí. La expectación es enorme. La realidad poco después sobrepasa la más vivas ilusiones. Es como si el genio viviente de la inspiración se personificara en un instante en el orador, piensa uno de aquellos jóvenes que le escuchan. Imposible es seguirlo en su rápida carrera de centelleantes ideas. Hay un deslumbramiento, una emoción, un temblar, algo de lo que se siente ante lo sobrenatural. Esa es la impresión que su discurso pone en los pechos. ¿Cuál ha de ser el tema de su discurso en la cuna de la libertad americana? El numen de Simón Bolívar lo inspira y a él le implora el cubano que en la fuerza de su ejemplo busca el fervor que su pueblo necesita para recorrer el camino que lo haga entrar en América.
En el libro "José Martí: Síntesis de una vida extraordinaria" escrito por Carlos Márquez Sterling se puede leer: "(…) El discurso resultó algo confuso. Había en él una aglomeración tal de conceptos, que se hacía difícil descubrir la idea. La cita de Bolívar era de rigor. También la de su propia persona que no podía faltar, para darse a conocer. "Al poema de 1810 le falta una estrofa, y yo, cuando sus grandes poetas hayan desaparecido, deberé escribirlo " (…) Como en México y en Guatemala, a los hombres de mayor edad, su estilo y sus ideas no gustaron, y algunos académicos de espejuelos de oro y melenas desmayadas, lo criticaron, tachándolo de amanerado. Pero la juventud, los jóvenes (siempre es lo mismo en todas las épocas) se entusiasmaron con aquella gran palabra que mostraba los lindes de dos épocas literarias. El romanticismo clásico y el modernismo que afloraba en toda América. De aquellos nuevos valores, presentes en el Club de Comercio, Juvenal Anzola lo encontró sorprendente; César Zumeta, lleno de novedad; Gonzalo Picón y Febres, un genio de inspiración; Gil Fortoul, un orador inolvidable; Luis López Méndez, algo extraordinario; Y Andrés Alfonso y Ramón Sifuentes, la palabra más cálida y emotiva que jamás habían escuchado. Elogiado por la crítica y por los periódicos menos afines al gobierno, Fausto Teodoro Aldrey lo situó en la nómina del periódico y Martí comenzó sus colaboraciones. Después de su gran discurso y de sus brillantes artículos, Juvenal Anzola y Gonzalo Picón le propusieron que dictara un ciclo de conferencias sobre la elocuencia en el colegio de Guillermo Tell. El director al conocerse el propósito cedió gustosamente una de sus aulas. La más espaciosa. La popularidad de Martí alcanzó altos niveles de entusiasmo literario y Villegas le pidió que se hiciera cargo de las cátedras de literatura y de francés. Además, los directores del colegio de Santa María le encomendaron la enseñanza del inglés. Martí mostró deseos de conocer personalmente a Cecilio Acosta y lo llevaron a su casa. Era Acosta el pensamiento cumbre del sentir venezolano. Filósofo Forjador de conciencias".
Bastante conocida es la labor que José Martí realizó durante los seis meses que vivió en Venezuela, comprendiendo su intensidad en el amplio conjunto de intervenciones públicas, cartas y publicaciones, entre las que resulta indispensable mencionar su Revista Venezolana, en cuyas dos únicas entregas logró captar y expresar el ambiente cultural y de ideas que se vivía en Caracas. En esas páginas quedó el testimonio, la opinión y la valoración que tuvo Martí para con algunas figuras importantes del pasado histórico venezolano, así como de su presente, concretado en su recepción del quehacer literario, el cual expresó a partir de comentarios críticos referentes a la obra de escritores venezolanos contemporáneos suyos. Honda huella dejó tras su paso por la capital venezolana, no obstante la opinión, superficial a veces, de quienes niegan su impacto en muchos de los jóvenes de entonces, que integran las primeras generaciones del positivismo venezolano que se formaron bajo las enseñanzas de Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio. En el cuarto capítulo de su libro La literatura venezolana en el siglo XIX (1906), Gonzalo Picón Febres comentó "la influencia de José Martí en la juventud intrauniversitaria" calificándolo de insigne orador cuyo discurso en el Club del Comercio de Caracas (21-03-1881) sirvió como exitosa presentación del cubano en el medio cultural capitalino, donde contó con la asistencia no sólo de la intelectualidad, sino también de la juventud universitaria y de "una gran masa del pueblo", según testimonia el escritor merideño al afirmar "yo puedo decirlo con certeza, porque lo presencié". Ante la óptica de Picón Febres, Martí era ya un autor conocido y prestigioso en el ámbito cultural caraqueño, lo cual le facilitó un espacio en el periódico La Opinión Nacional y las posibilidades de hacer la Revista Venezolana.
Múltiples estudios señalan que el afamado discurso es este antecedente inmediato de la Revista; por el simbolismo del encuentro del prócer cubano con la patria de Bolívar. Ello es presumible, mas no huelga recordar que la publicación es deudora de aquel proyecto de elaborar una Revista Guatemalteca, que nunca le fue viable a Martí, en el país centroamericano. Sin embargo, la Revista Venezolana es un paso cualitativamente superior de su escritura, la cual se torna antesala de ese modernismo latinoamericano que recogió a toda una pléyade de literatos en generaciones subsiguientes. Con un profundo fervor Bolivariano, armado de un amplio conocimiento de nuestras realidades y necesidades continentales; plasma un nuevo tipo de escritura que subyuga, quiebra cánones, y trasciende; rompiendo con toda la concepción tradicional de la cultura proclamando: "El culto de lo extraordinario y de lo propio". Fausto Teodoro Aldrey, director de La Opinión Nacional, facilita los talleres de este periódico para la impresión de la Revista. Lisandro Alvarado y Romero García contribuyen para los financiamientos iniciales. Colaboran con Martí los más calificados intelectuales de la época: Arístides Rojas, Cecilio Acosta, Félix Soublette, Guillermo Tell Villegas, Marco Antonio Saluzzo, Eduardo Blanco, Agustín Aveledo, Eloy Escobar, Diego Jugo, Francisco Guaicaipuro Pardo, Juan Ignacio de Armas, Felipe Tejera. Todavía más: Pedro Arismendi Brito, Julio Calcaño, Domingo Hernández, Carlos Arvelo, Heraclio de la Guardia.
El primero de julio de 1881 llegó al lector La Revista Venezolana con treinta y dos páginas todas escritas por Martí, siendo un fino instrumento con el cual él pretendió llevar a la práctica sus objetivos ya esbozados desde el discurso en el Club de Comercio. La publicación fue una fórmula para realizar la nueva y necesaria literatura por la que tantas veces Martí abogó. Ella debía estar perfilada a ensalzar y defender nuestra cultura, vida y tradiciones; mostrando a la par el quehacer universal. Con la misma pretendió rendir un merecido tributo a la tierra del Libertador. En sus "Propósitos" expresó su interés en dar cabida a múltiples colaboradores y aclaró:
"La Revista Venezolana sale a la luz. Nace del afecto vehemente que a su autor le inspira el pueblo en que la crea: va encaminada a levantar su fama, publicar su hermosura y promover su beneficio. No hace profesión de fe, sino de amor. No se anuncia bulliciosamente. Hacer es la mejor manera de decir"
Su conjugación acto-palabra, binomio tantas veces disociado conforma una de las renovaciones del nuevo tipo de escritura. Martí aboga por los hechos, postulado que él cumplió con su vida; su verdad se encuentra en los actos, en el constante batallar del hombre. Era esta la unidad dual necesaria para transformar nuestras sociedades. Martí también propone en la Revista Venezolana, una serie de tareas para la transformación latinoamericana, indicando la necesidad de apartar todo lo que estorbe e impulsar lo nuevo y provechoso; problemática que sigue siendo tan actual como necesaria. La independencia de nuestra América es uno de los baluartes principales de la revista.
En ese primer número apareció también "Don Miguel Peña", vibrante semblanza del prócer venezolano cuya estatua había sido develada en la ciudad de Valencia. La inició con dos palabras que se harían celebres: "Honrar, honra". En su sección "Libros Nuevos" aparecían los artículos "Muestra de un ensayo del diccionario de vocablos indígenas" por Arístides Rojas, "Venezuela Heroica" por Eduardo Blanco y "La Venezolaniada" por J. Núñez de Cáceres".
Se hallaba circulando ese primer número de la Revista Venezolana, cuando falleció el ilustre don Cecilio Acosta, que nunca dejó de recibir el cariño, la admiración y el respeto de los venezolanos, a pesar de habérsele totalmente marginado por no poner su talento al servicio del dictador Guzmán Blanco. José Martí, quien, desde un primer momento, halló calor de amigo en el modesto hogar del sabio, sintió como suyo el dolor de aquella sociedad que tanto lo amaba y escribió, como en nombre de ella, uno de los más hermosos elogios fúnebres de nuestro idioma. Con fecha 15 de julio, se imprimió el segundo y último número de la Revista Venezolana. Su contenido era: "El carácter de la Revista Venezolana" (de Martí, sin firma); "Cecilio Acosta", firmado por José Martí; "Carta a Eduardo Blanco" por Guillermo Tell Villegas; "En la muerte de Cecilio Acosta", poema de Diego Jugo Ramírez; "La sesión del cinco de julio" por Lisandro Alvarado; "¿A quién?", poema de Eloy Escobar. Sin embargo, no tiene una línea para el presidente Guzmán Blanco, y se permite un extenso artículo sobre Cecilio Acosta, hombre que con su digna oposición al gobierno también conjugaba en sí decir y hacer. Cecilia Acosta fallece el 8 de julio de 1881, después de los sesenta y tres años. Muere de hambre física, de hambre de libertad, solo, porque ya su madre -su gran compañera-, ha muerto. Se apaga en silencio, grave, inmenso, todo espíritu, bajo la mirada de José Martí, de Lisandro A1varado y otros. A1varado es quien describe la hora final. Martí deja luego, talladas ante la historia, ante la memoria de Acosta, ante la Venezuela que buscará siempre en la moral de este hombre algo reconfortante, sus nobles frases definitivas:
Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron lengua tan varonil y tan gallarda; y yerta junto a la pared del ataúd, aquella mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor y al mal rebelde. Ha muerto un justo: Cecilia Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres: se le dará gozo con serlo. ¡Qué desconsuelo, ver morir, en lo más recio de la faena, a tan gran trabajador! (…)"Lo vio todo en sí, de grande que era. ... En suma: de pie en su época, vivió en ella, en las que le antecedieron y en las que han de sucederle"
Lo subjetivo permanente que Martí relacionó con el arte moderno suele dar origen a conceptos estéticos que parecen paradójicos y contradictorios, los cuales él se esforzó por armonizar. José Martí describió su arte como ecléctico, libre y relativo al elaborar los propósitos de la Revista Venezolana. "No obedece la Revista Venezolana a grupo alguno literario, ni la perturban parcialidades filosóficas, ni es su criterio airado y exclusivo, ni viene a poner en liza, sino a poner en acuerdo las edades." En la segunda entrega reaccionará a los reparos de críticos tradicionalistas, y en el proceso no sólo definirá su propia teoría literaria sino aspectos de la modernista:
"No se ha de pintar cielo de Egipto con brumas de Londres; ni el verdor juvenil de nuestros valles con aquel verde pálido de Erin. La frase tiene sus lujos, como el vestido, y cuál viste de lana, y cuál de seda, y cuál se enoja porque siendo de lana su vestido no gusta de que sea de seda el de otro... es fuerza que se abra paso esta verdad acerca del estilo: el escritor ha de pintar, como el pintor. No hay razón para que el uno use diversos colores, y no el otro. Con las zonas se cambia de atmósfera, y con los asuntos' de lenguaje. Que la sencillez sea condición recomendable, no quiere decir que se excluya del traje un elegante adorno. De arcaico se tachará unas veces, de las raras en que escriba, al director de la Revista Venezolana y se le tachará en otras de neólogo; usará de lo antiguo cuando sea bueno, y creará lo nuevo cuando sea necesario: no hay por qué invalidar vocablos útiles, ni por qué cejar en la faena de dar palabras nuevas a ideas nuevas".
Las innovaciones martianas asombraron y disgustaron en un principio; defendió un arte avasallador, emotivo, cromático y musical:
"(...) hacer llorar, sollozar, increpar, castigar, crujir la lengua, domada por el pensamiento, como la silla cuando la monta el jinete; eso entiendo yo por escribir. No tocar una cuerda, sino todas las cuerdas. No sobresalir en la pintura de una emoción, sino en el arte de despertarlas todas".
Martí, con la Revista Venezolana, rebasó los cánones literarios de su época tanto como los políticos tolerables por aquella Venezuela. Este hecho marcó el fin de la Revista y la presurosa salida de Martí de la tierra de Simón Bolívar, por explícita petición gubernamental. Sin embargo, no importó lo breve de su obra; con ella dejó una senda de pensamiento y periodismo novedoso. Un venezolano de aquellos días, Leopoldo Torres, sobre el amigo cubano que se alejaba escribía:
"¡Gracias al poeta! Ya sabemos que él tiene siempre frases de aliento para la juventud venezolana, la cual nunca olvidará que un día él, aire viajero [...] se detuviera en este suelo [...] y contribuyera en mucho a nuestro renacimiento".
El intelectual venezolano Oscar Sambrano Urdaneta en "Cecilio Acosta Vida y Obra" escribe:"(...)En los primeros días de enero de 1881 llega a Caracas José Martí, a quien precede la fama de orador notable, de escritor de singular estilo y de vehemente revolucionario que ha consagrado su vida a escribir --como él mismo dijera- la última estrofa del poema de 1810. Viene a Venezuela en busca de apoyo para sus proyectos de libertar a Cuba. Caracas lo recibe con alborozo y ábrense para él las puertas del afecto y de la inteligencia. Para la fecha en que llega, entre los caraqueños se ha producido un remozamiento de los proyectos de Bolívar orientados a emancipar aquel reducto del dominio español en el Caribe. La causa que representa Martí encuentra eco inmediato. Desde su llegada, lo rodean algunos de los más destacados escritores venezolanos, entre los que se encuentran Arístides Rojas, Eduardo Blanco, Eloy Escobar, Diego Jugo Ramírez, Vicente Morales Marcano, Domingo Ramón Hernández, José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado, César Zumeta y Gonzalo Picón-Febres. El 21 de marzo se le ofrece al distinguido huésped un afectuoso y lucido homenaje público. Gonzalo Picón-Febres, quien fuera testigo presencial, ha descrito la velada artístico-cultural celebrada en el Club del Comercio, en la que brilló más, el verbo de Martí que la profusión de luces y la belleza de la mujer caraqueña allí presente".
El excelente prosista don Ramón Díaz Sánchez (1903-1968) en su biografía escolar de Cecilio Acosta "Cecilio Acosta-(1818-1881)" nos dice:
"Comienza el año de 1881. El ambiente intelectual de Caracas palpita de juvenil emoción porque una figura preclara, iluminada por los reflejos del sacrificio y de la fe en los destinos humanos, acaba de pisar los empedrados de la ciudad. Este personaje se llama José Martí, y su fama de gran poeta, de gran pensador y de generoso revolucionario, le ha precedido. Puede afirmarse que Caracas, representada por sus hombres de pensamiento, esperaba ya esta visita para manifestar su perenne amor a la libertad y para testimoniar la simpatía con que mira la causa de la independencia cubana de la cual el visitante es apóstol calificado. Por su parte Martí viene a Venezuela, a lo largo de un infatigable peregrinar, como quien se dirige a un Santuario: como iban los Cruzados de la Edad Media a Jerusalem, los romeros a Roma y los peregrinos de toda Europa a Santiago de Compostela. Caracas es para él la Meca de la libertad, la cuna de Simón Bolívar y el centro irradiatorio de las ideas que plasmaron la independencia de la América hispana. El 21 de marzo del mismo año, la juventud universitaria ofrece al ilustre cubano una velada que tiene lugar en el Club del Comercio y en la que Martí fascina a los caraqueños con su armoniosa oratoria. Poco después va éste a saludar a Cecilio Acosta en su vivienda, entre Velásquez y Santa Rosalía, y de las dos visitas que le hace deja constancia Don Lisandro Alvarado que asiste también a ellas."
Venezuela será siempre devoción y desvelo para José Martí. Su amor por Venezuela quedó claramente expuesto en las palabras que le escribió en carta de despedida a Fausto Teodoro Aldrey, director del diario caraqueño La Opinión Nacional el 27 de julio de 1881. Allí le dice:
Sr. Fausto Teodoro de Aldrey.
Amigo mío:
Mañana dejo a Venezuela y me vuelvo camino de Nueva York. Con tal premura he resuelto este viaje, que ni el tiempo me alcanza a estrechar, antes de irme, las manos nobles que en esta ciudad se me han tendido, ni me es dable responder con la largueza y reconocimiento que quisiera las generosas cartas, honrosas dedicatorias y tiernas muestras de afecto que he recibido estos día últimos. Muy hidalgos corazones he sentido latir en esta tierra; vehementemente pago sus cariños; sus goces, me serán recreo; sus esperanzas, plácemes; sus penas, angustia; cuando se tienen los ojos fijos en lo alto, ni zarzas ni guijarros distraen al viajador en su camino: los ideales enérgicos y las consagraciones fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida. De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo. Por de contado cesa de publicarse la Revista Venezolana; vean en estas frases su respuesta las cartas y atenciones que, a propósito de ella, he recibido, y queden excedidas por mi gratitud las alabanzas que, más que por esas paginillas de mi obra, por su tendencia, he merecido de la prensa del país y de gran suma de sus hombres notables. Queda también, por tanto, suspendido el cobro de la primera mensualidad: nada cobro, ni podrá cobrar nadie en mi nombre, por ella; la suma recaudada ha sido hoy o será mañana, devuelta a las personas que la satisficieron; obra a este objeto en manos respetables. Cedo alegre, como quien cede hijos honrados, esos inquietos pensamientos míos a los que han sido capaces de estimármelos. Como que aflige cobrar por lo que se piensa; y más si, cuando se piensa, se ama. A este noble país, urna de glorias; a sus hijos, que me han agasajado como a hermano; a Vd., lujoso de bondades para conmigo, envía, con agradecimiento y con tristeza, su humilde adiós.
José Martí
Muy pocos amigos pudieron estar con él a la hora de su partida, entre ellos, Eloy Escobar y Arístides Rojas, quien le prestó dinero para cubrir los gastos de viaje. Los Aldrey, padre e hijo, acordaron con Martí que continuase colaborando con La Opinión Nacional. El 15 de junio de 1882, publicó Martí en La Opinión Nacional por última vez. Disgustado con los Aldrey por mutilar, sin su consentimiento, muchos de sus trabajos o no publicarlos porque consideraban que no convenían a la política del periódico o por pretextar falta de espacio, hizo su último envío el 23 de mayo. Únicamente por sus amigos y por sus lectores venezolanos lamentaba no continuar desde esa tribuna, pero su entereza no admitía que su pensamiento fuese adulterado con omisiones por quienes ni siguiera lo consultaban, arrogándose todos los derechos por pagarle aquellas colaboraciones en las que ponía lo mejor de sí. Sintiéndose como hijo y discípulo de Bolívar, de Sucre y de Páez., siempre tuvo para ellos hermosas y emocionadas páginas. Posiblemente, ningún escritor extranjero haya elogiado con tanto amor y tanta admiración ni en tan diferentes oportunidades, al Libertador. Siempre tuvo para Venezuela y para su pueblo pensamientos de ternura, así como palabras de aliento fraternal para cuanto venezolano conociese.
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