Mi palabra

Un conuco en pleno centro de la ciudad

"El que siembre y cría,

tanto gana de noche como de día"

Refrán

En una céntrica calle de la historia ciudad de Araure– estado Portuguesa– apenas a dos cuadra y media de la plaza Bolívar, nació un proyecto, guiado por una pareja de amigos–Flor, y José Cedeño– y un grupo de vecinos, integrantes del consejo comunal, el cual han llamado un (conuco) para otros es un huerto. El sábado en la mañana por invitación del amigo José, visité la pequeña porción de tierra, lo que anteriormente era el solar de una edificación abandonada, el cual fue donada por el gobierno nacional. En el pedacito de tierra, se puede notar, todo lo que se puede hacer en bien de la alimentación de un pueblo, pero además nos damos cuenta, el por qué, el comandante Chávez, se convirtió en un visionario del grave problema que se avecinaba en nuestro país; paradójicamente a esto, la brillante idea de la entonces primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, al crear un huerto ecológico en la Casa Blanca, fue callado de manera premeditado, y al despedirse, hizo la última cosecha con un grupo de 20 niños; lamentablemente pasó por debajo de la mesa, una de las pocas buenas que hizo.

En el tiempo, que estuve oyendo las explicaciones del perito agropecuario, José Cedeño, graduado en la escuela práctica del municipio Agua Blanca–eliminada por el gobierno de Rafael Caldera– pude constatar, como a nuestro país lo alejaron de sus raíces originarias, en cuanto alimentación se refiere, al entrar en la era petrolera, hasta llevarnos a esta situación en el cual nos encontramos: una inflación insostenible, y una escases inducida por pocos, pero grandes monopolios–destacando industrias polar–amos y señores en el manejo de la producción de los productos de la dieta diaria. Apartaron al pueblo, hasta abandonar: la yuca, ñame, ocumo, plátano, topochos, auyama entre otros, para terminar, haciendo interminables colas bajo el sol, o el agua a la espera del pan de trigo, pasta comestible –lo más buscados– cuando nuestro país, no produce trigo, por algunas razones entre ellas las condiciones climáticas.

En el espacio por demás reducido, podemos ver la siembra de cebollín, ají dulce, tomates, yuca, chinchonchos, maíz para cotufas, albahacas acompañada de algunas plantas medicinales, como la conocida sábila–ver las fotografías– todo esto bajo la atenta mirada, y cuidado de una persona, conocedora de los cultivos, y además con una gran virtud: el inmenso deseo de enseñar. Cada paso en la pequeña porción de tierra, es una ilustración de la manera de cultivar estos productos, con la satisfacción de una persona, de encontrarse haciendo lo que le gusta, pero además con algunos beneficios para salud: le sirve de entretenimiento, ejercita el cuerpo–en el momento de la visita se encontraba totalmente sudado, bajo un sol canicular– y ayuda en algo muy importante: le da las herramientas a todo aquel, que quiera hacer un huerto o conuco en terrenos, que la mayoría de las veces se encuentra lleno de cachivaches, y cuanto pereto viejo, vamos desechando.

Después de pasar ese agradable rato, recibiendo prácticamente una clase de cultivo, nos fuimos hasta el hogar del amigo, donde nos recibió su atenta, y dinámica compañera de vida, a quien conoció en su época de estudiante. Si en el conuco, el tiempo me pareció nada, en la casa de habitación–ubicada a escasos 80 metros– pase tres horas en una amena tertulia sobre la manera para disecar algunos productos, traídos de la pequeña veguita; otros comprados a precios muy bajos –ajo porro a 800 bs, cuando en estos momentos se encuentra por encima de los 50 mil bs–resguardados con técnicas conocidas, pero abandonados en medio de la "abundancia" y la sociedad de consumo, producto de la renta petrolera.

En ese hogar, en medio de la crisis, todavía no conocen hacer colas para comprar productos, sencillamente los producen; hasta el jabón para bañarse lo fabrican, el cual aromatiza la bien cuidada vivienda, con muchos años de fabricada. Dos horas después del mediodía, disfrutamos un sencillo, pero suculento almuerzo; cinco personas: la pareja, la hija, quien llegó, cuando las arepas de maíz pilado, estaban saliendo del budare, un amigo de lucha, y quien escribe, para terminar de confirmar: ¡La vida es una escuela, donde se aprende todos los días, y ahora con la ayuda de los recursos tecnológicos bien aprovechados, podemos hacer grandes cosas en beneficio de nuestro pueblo!



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Narciso Torrealba


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