Pero en todo caso, al menos en sus intenciones,
podemos felicitar esta propuesta hecha por Chávez ya que trae consigo algunos
elementos de fondo muy importantes a tomar en cuenta en esta fase de la
revolución (aquí recogemos los puntos de vista tanto de sus palabras, las
consideraciones a favor de la propuesta recogidas en la calle y algunos
artículos principalmente del comandante William Izarra). Por lo que entendemos la
intención está centrada en:
- Profundizar la unidad popular
rompiendo con el desorden o el caos que existe sobretodo a nivel de las expresiones
partidarias afines al proceso.
- Acabar con el clientelismo que hoy
impera en todas las organizaciones partidarias dentro del campo político
pro-gubernamental, principalmente del MVR por supuesto.
- Superar de esa manera el
fraccionalismo partidario tanto al interno del MVR como entre este y el resto
de los principales partidos oficialistas (Podemos, PPT, PCV, UPV, etc). De
hecho dentro del MVR ya no existen prácticamente organismos legítimos de
delegación democrática del mando sino pequeños caudillos enquistados dentro de
la burocracia y los puestos de representación a través de agentes apegados a
sus intereses y estrategias de poder. Esto se repite con mayor o menor
intensidad en el conjunto de ellos a su interno como en sus relaciones de
bloque. Es en definitiva un modelo de mando que nace en la misma campaña del 98
y la formación del bloque electoral que garantizó la victoria ese año.
- Ayudar a quebrar de esta forma los
círculos de corrupción que se han convertido en los “jefes políticos” dentro
del campo partidario y extrapatidario del proceso revolucionario. Aquí
estaríamos hablando de los tienen y no tienen partido ya que encontramos por
igual agentes ligados a grupos militares, personeros del alto gobierno, grupos
tecnocráticos o mandos empresariales y burocráticos venidos de la aristocracia
política de
- Provocar mediante la construcción
de este partido un proceso de democratización política donde participen las
bases y sus propios liderazgos en la elección de abajo arriba de todos los
mandos partidarios, elemento que en principio serviría para transparentar más
las instituciones (comandadas democráticamente por este gran partido) e
incrementar su eficiencia y coherencia administrativa.
- Superar el modelo del mando
personalista y caudillista de Chávez favoreciendo al menos la formación de una
dirección más colectiva ligada a la causa popular y patriótica. Este partido muy
posiblemente no se defina en forma estrictamente clasista pero al menos, por lo
dicho por Chávez, tendería a ubicarse hacia la izquierda revolucionaria,
hegemonizado a lo interno por sectores vinculados a las clases mas pobres.
- Crear una gran organización
revolucionaria y de masas ligada a los horizontes político-ideológicos del
“socialismo del siglo XXI” y no solamente a organizaciones instrumentales y
electorales, centradas en la búsqueda del posicionamiento político y
burocrático, totalmente ajenos a lo que podría ser la construcción conjunta de
una nueva sociedad. Un debate que ayudará a definir horizontes
político-ideológicos expuestos hasta ahora en forma personalista, coyuntural,
desordenada y atravesada por una cantidad de tendencias y grupos hegemónicos
que de abajo a arriba hacen vida dentro de la revolución bolivariana.
- En definitiva aquí se perfila en
primer lugar, y con toda claridad, la reinstauración del principio de
vanguardia a través de la forma-partido, inaugurada en las postrimerías de la
primera internacional (la división entre marxistas y anarquistas), repotenciada
por Lenin y Stalin a través del partido-dictudura y reactualizada de mil
maneras reformistas o revolucionarias desde la revolución del 68 para acá. Más
concretamente en la propuesta de Chávez, aunque muy jojota aún, se respira sin
duda la influencia cubana del partido gobernante y garante de la unidad popular
ante la agresión imperialista y la necesidad de construir el socialismo a partir
de una elite dirigente de estado. Con la diferencia de que esta nueva propuesta
probablemente sea más democrática, descentralizada y menos estatista, algo
hacia lo cual las tendencias más críticas de la revolución cubana se han estado
moviendo en los últimos años ya sea desde sus versiones más “chinas” y de
derecha o más “guevaristas” y de izquierda (sería la “venezolanización” de la
revolución cubana como bien han dicho).
-En segundo lugar, una intención no
muy develada aún pero que también se respira a lo lejos: con este partido esta
presente la intención de terminar de quebrar con los intereses de algunas
castas muy específicas que vienen aumentado todos los días su influencia en el
estado, el partido MVR, las fuerzas armadas, con amplias y muy beneficiosas
alianzas con sectores empresariales, y sin duda con una pata puesta en la
conspiración. Las personas de Diosdado Cabello, de José Vicente Rangel, se han
convertido en una figuras emblemáticas en ese sentido, pero no las únicas
evidentemente. El “caso Barreto”, el lío de la expropiación de las canchas de
golf, la respuesta de la vicepresidencia en nombre del gobierno y del CTN en
nombre “del partido”, aclararon el asunto hacia el conjunto del pueblo
bolivariano…”…Juan, entonces sembraremos pira en las canchas de golf…” ha dicho
Chávez en estos días, con eso ya lo ha dicho todo, o por lo menos bastante.
Pareciera una nueva maniobra hacia la izquierda emprendida por el presidente.
Pero como ya estamos cansados constatar: “de
buenas intenciones está sembrado el camino al infierno”. En otras palabras hay
muchas probabilidades de que ese “partido único de la revolución” se convierta
en todo lo contrario de lo que las intenciones sugieren. Consideramos nuestro
deber llamar la atención sobre este aspecto no por “aguafiestas” sino porque
hay demasiados elementos que muy probablemente se superpongan a estas buenas
intenciones haciendo fracasar el objetivo “noble” de la propuesta, facilitando
por el contrario la creación de un monstruo político que puede o va a acabar
con esta revolución.
No queremos agotar esto en un problema de
debates teóricos pero es bueno recordar cosas que hemos repetido por años
(siguiendo los aportes de Rosa Luxemburgo, Mariategui, Pannekoek, Gramsci, los
anarquistas, autonomistas y consejistas, el Che, Antonio Negri, los movimientos
sociales autónomos, etc) y que creemos están dotadas de una gran cuota de
verdad:
-El partido –o la forma partido-
como mediador entre la sociedad y el estado tiende por naturaleza a convertirse
en una casta burocrática con intereses propios ligados a su vez a la lógica
capitalista de la acumulación y a su defensa a nivel de las instituciones de
estado, independientemente de su condición de izquierda.
- Los “partidos” en el campo
revolucionario socialista y comunista en su momento nacieron en forma de ligas
proletarias anticapitalistas, creciendo luego como confederaciones abiertas y
antiautoritarias, aún cuando tuvieron que transformarse por momentos en
“ejércitos” verticales (mas no burgueses) cuando los tiempos revolucionarios lo
ameritaron (
- El partido en su forma universal
constituye una instancia de mediación entre la sociedad civil y la sociedad
política necesaria precisamente para un modo de producción capitalista que
necesariamente no hace sino reproducir los antagonismos entre dominantes y
dominados, opresores y oprimidos, explotadores y explotados, dirigentes y
dirigidos. Hechos que se originan particularmente en la división social del
trabajo, el monopolio del conocimiento y el mando que obtienen su más alta y
fina expresión en la formación de los estados nacionales y las democracias
burguesas. De esta manera cada partido –en principio- no representa otra cosa
que los intereses corporativos y económicos de una clase, sectores de clases
sociales o conjuntos de ellas, garantizándole la mayor cuota de participación
posible en el reparto del mando y la distribución de la riqueza nacional.
Llegando en la era imperial y neoliberal a jugar el simple papel de garantes y
voceros tanto del expansionismo económico, político, cultural y militar del
capitalismo nacional o continental (caso Europa) que representan, como del
imperio mundial capitalista.
- Pero además, la historia nos
enseña que todos los “partidos revolucionarios” en el poder, actuando como
vanguardias de la clases explotadas y por tanto queriendo superar –al menos
teóricamente- esta fatalidad reaccionaria (teoría leninista del “partido de
vanguardia”), han fracasado en su intento convirtiéndose como decíamos en
castas aristocráticas con intereses políticos y económicos propios,
sustituyendo en algunos casos (caso de las dictaduras de partido o los
regímenes totalitarios) el papel reproductivo que jugaron las antiguas
burguesías y clases dominantes. Es el llamado socialismo o capitalismo de
estado que en síntesis son lo mismo.
-Eso nos lleva necesariamente a la
formación en el tiempo de aparatos profundamente antidemocráticos, excluyentes
de sus bases partidarias, dominados por cogollos profesionalizados que lo único
que buscan es su posicionamiento personal o grupal dentro de las estructuras
del poder constituido, reivindicando religiosamente programas e ideologías
oficiales cuando en realidad su práctica se reduce al pragmatismo político y el
oportunismo electorero y burocrático.
- Pero también debemos agregar que
más allá de la crítica histórica que se ha hecho a los aparatos de partido nos
encontramos hoy en día frente a una realidad social creadora espacios de
resistencia (de militancia social y alternativa en el caso venezolano) que
tienden a rechazar toda forma de obediencia y sumisión al poder constituido y
sus agentes de mediación, principalmente los partidos políticos. Pero esto no
se debe a simple voluntarismo político de sectas ideológicas, es el fruto de
una nueva clase trabajadora y una nueva sociedad engendradas en el llamado
“postfordismo” (naciente en los años 60 y 70 en el campo industrial,
desarrollado con el neoliberalismo en el campo político entre los años 80 y 90)
donde se mezclan las formas de explotación más aberrantes (ejemplo la maquila),
el trabajo semiesclavo, la marginalidad social y el trabajo nómada, la explotación
tradicional al trabajo obrero-campesino-empleado, hasta la formación clase
asalariada o miniempresarial centrada en el trabajo intelectual cuyo producto
laboral ya no se cuenta en horas y cantidad de mercancías producidas en ellas,
sino en productos autogenerados los cuales son apropiados o comprados
inmediatamente por los aparatos empresariales del capitalismo monopólico (es el
llamado “toyotismo”, “economía cibernética”, etc). Esto da pie para formación
de una sociedad muy diversa y compleja cultural y socialmente, y de “hordas”
rebeldes que por lo general no aceptan la mediación de los agentes políticos
tradicionales en lo que son sus luchas fundamentales. Buscan por todos los
medios formas de organización, unidad, articulación, propias y no representativas,
reacias por tanto a las viejas fórmulas partidarias y frentistas de representación
y dirección de su lucha. Son fenómenos que curiosamente también explican la
asunción en nuestros países de liderazgos populares muy fuertes como es el caso
“caudillismo igualitario” de Chávez o de “antilíderes” como el caso del
comandante Marcos o de Evo Morales, acompañados por movimientos como el
bolivariano e indígenas como el zapatista y el boliviano.
Este contexto teórico e histórico tiene una
lectura muy precisa dentro de la realidad que hoy vivimos localmente y sus
tendencias principales. Es evidente el antagonismo que se reproduce con cada
vez más fuerza entre mando y bases, partidos y movimiento popular, burocracia y
organización social; contradicción que acompaña o en algunos casos supera en
intensidad la contradicción original “escuálidos-chavistas”. Viviendo en un
lento pero efectivo proceso revolucionario este es un dato político fundamental
para entender nuestra realidad histórica aunque se evite por todos los medios
transparentarlo y hacerlo visible por los medios de comunicación tanto privados
como públicos. Incluso la denuncia popular de la “contrarrevolución interna”,
develada en su primera manifestación en el año 2002, parece imponerse de más en
más dentro de esa vanguardia difusa organizada alrededor de los movimientos,
organizaciones y colectivos identificados con este proceso. Precisamente la
tesis del “partido único” en sus mejores intenciones parece encaminada a darle
una solución a este conflicto que en no poco tiempo puede convertirse en
explosivo. Una manera de crear un verdadero y legítimo instrumento de mediación
entre dirigentes y dirigidos dentro del campo revolucionario, abierto a todas
sus tendencias y muy democrático en su dinámica interna. Una herramienta
unitaria de organización que evite esta explosión, que fortalezca la unidad
frente al enemigo externo como el enemigo interno y ayude a aclarar el
horizonte ideológico y el proyecto de sociedad sobre el cual marchamos
partiendo de un gran debate como es el “congreso ideológico” que ha prometido
Chávez para el año próximo.
Nuestra tesis frente a esta hipótesis unitaria
se resume a una consideración muy sencilla. No es “un partido único” ni
cualquier aparato que obligue o regule burocráticamente la unidad lo que va a
garantizar la unidad misma. Solo la profundización de la revolución, ya como
“revolución social” que se ocupe de quebrar las estructuras más opresivas del
mando capitalista, burocrático y político existente entre nosotros podrá
garantizar la unidad necesaria. Por tanto, esto jamás podrá hacerse desde “un
partido” lleno de buenas y revolucionarias intenciones pero hecho desde el
poder, desde los mandos del poder constituido. Son estos liderazgos de boina
roja que en muchísimos casos ya se han convertido en castas corruptas y aliadas
a amplios sectores de la burguesía, cuya confrontación con la derecha
oligárquica se reduce a la aceptación o no de la figura de Chávez, ciertos
planes reformistas y de multilateralismo diplomático que estos oligarcas no
aceptan y obviamente el monopolio de los mandos políticos, empresas públicas y
el usufructo de todo lo que gira alrededor del dinero público. Pero
esencialmente se trata de los mismos intereses y es el mismo el papel
contrarrevolucionario el que juegan dentro del proceso conjunto e integral que
hoy vivimos.
Concluimos por tanto que la unidad estratégica
y orgánica con estos sectores, si en algún momento fue posible, ya es muy tarde
para ello, independientemente del liderazgo de Chávez y la ascendencia que su
figura aún tiene sobre ellos…por ahora. Con esto no queremos involucrar a todo
el universo militante que de una forma u otra se organiza alrededor de estos
partidos, principalmente el MVR. Sabemos que en el proceso –o la explosión- de
la rebelión antiburocrática y la revolución social, inmensos contingentes
provenientes de las bases de este partido y otros romperán definitivamente con
estos aparatos así se unan en un solo aparato partidario. De hecho ya ese
debate se ha hecho extensivo dentro de ellos, redes críticas internas en sus
bases empiezan a estructurarse. Ese “partido único”, claro está, creará –o ya
ha creado- una ilusión dentro de ell@s de superar las trabas y direcciones
impuestas, pero será una ilusión muy corta si la revolución sigue su curso
radicalizante. Lo más probable es que más bien se comporte como un instrumento
de control social y represión hacia las “hordas” radicalizadas, es decir, el
verdadero sujeto revolucionario que ha madurado y se ha organizado autónomamente
en todos estos años de lucha.
Ahora esto no quiere decir que estemos anclados
en un mero antipartidismo. El problema de la unidad y la organización es un
problema profundo y de primera importancia dentro de nuestro proceso, sobretodo
si nos ubicamos en el tema de la profundización revolucionaria. Los tiempos del
unitarismo como valor en sí, de los gigantescos pegostes burocráticos y
partidarios de la masa ya murieron incluso entre nosotros. El UNO homogeneizado
como aparato social y político grandote y espectacular murió también entre
nosotros.
Es verdad que somos una sociedad aún con altos
niveles de sometimiento y autosometimiento dentro de su mayoría pobre que
necesita de una o muchas vanguardias que le den direccionalidad a sus luchas. Pero
esta vanguardia no se decreta, nace donde crecen por todos los confines de
nuestros barrios, calles, campos e industrias, multitudes que ya no son simples
masas estúpidas e inconcientes como le gusta ver a la pequeña burguesía
izquierdista y reformista. Son comunidades de solidaridad y creación colectiva,
desarrollando experiencias preciosas en terrenos muy distintos de lucha tanto
de resistencia como de alternativa. Un pueblo con una difusa pero inmensa
vanguardia colectiva dispuesto a defender su nación, su democracia –e
insistimos en el “su”- y su revolución con todos los medios que tenga a la
mano. Pero que también avanza en la valoración de su autonomía social y de
clase, con niveles acumulativos importantes de organización de base. A
sabiendas claro está que allí está nuestra principal debilidad, al menos dentro
de lo que de ella exige una revolución social en este aspecto. La propia
contextura de una sociedad colonizada por la cultura blanca feudal y
capitalista, con pocas tradiciones de organización clasista, acechada por el
desempleo pero también por el oportunismo consumista y las ilusiones
“nuevoriquismo” que heredamos de la adecocracia, profundiza esta debilidad.
¿Qué hacer entonces?.
El comandante Chávez en unas declaraciones muy
erráticas sugiere la incorporación en dicho partido de todos los movimentos,
organizaciones sociales, sindicatos, hasta consejos comunales, y todo los que
se identifique con la revolución. Por la autonomía -así sea formal en el caso
de las dictaduras de partido- que se merecen las organizaciones sociales y
clasistas, estas son propuestas carentes de todo sentido. Y lo de los “Consejos
Comunales” es de recordar que estos ya no son “organizaciones sociales” simples
y llanas. Son poderes de estado. O como preferimos denominarlo del naciente
orden “no estatal”. Declaraciones por tanto que consideramos fuera de todo
horizonte posible y deseable. De todas formas, aún sin estas equivocaciones, se
evidencia en ellas un esfuerzo inconciente de compactación formal de la base de
apoyo a la revolución por la ausencia -aún en su más alto liderazgo- de toda
confianza hacia ese pueblo y su evolución orgánica y revolucionaria.
Al contrario, lo primero que necesitamos es de
llenarnos de confianza respecto a la evolución cualitativa del “pueblo o
movimiento bolivariano”. Poner jerarquías militantes (el que es-el que no es,
del “partido”) arruinaría la bella equivalencia e igualdad que existe hoy en día
entre los que se identifican “con el proceso” y el apoyo a Chávez,
independientemente de la naturaleza de la organización u organizaciones en las
que cada quien participa. Quebraría incluso las razones de nuestra propia unión
alrededor de una revolución que se ha hecho si no de todos al menos de millones
de venezolanos. El “partido único” podría jugar en ese sentido un terrible
papel jerarquizante y desunificante que obligaría a acabar el carácter
libertario y popular de esta revolución, es decir, con la revolución misma.
Por otro lado consideramos que el problema de
la organización, además de la confianza, pasa por el diseño de espacios más
bien tácticos e inmediatos de unificación de toda la base revolucionaria,
principalmente en dos aspectos:
- Primero, la unificación de la
defensa de la revolución a través de una inmensa red de consejos territoriales
de defensa los cuales respoderían a necesidades de inteligencia, movilización,
comunicación, retaguardia, primeros auxilios, alimentación, conocimiento del
terreno, combate, etc. Esta red, actuando en coordinación igualitaria con los
mandos de la fuerza armada, además de cumplir las tareas respectivas de defensa
nacional y revolucionaria jugarían un papel extraordinario en el desarrollo de
una cultura de organización y disciplina militante hoy ausentes. Se trata
también de una necesidad unitaria urgente por la proliferación de bandas
paramilitares y fascistas en todo el territorio nacional y principales ciudades
del país. Terriblemente asesinas como se ha mostrado en su labor de sicarios y
peligrosísimas a la hora de desatarse cualquier plan conspirativo de la derecha
y el imperio.
-Segundo, la formación de una
plataforma unitaria de orden estrictamente electoral y no partidaria (y por
tanto no “electorera”) que garantizaría la democracia interna dentro del
conjunto del movimiento bolivariano a la hora de la elección de los candidatos
a los cargos públicos en todos sus niveles. Dinámica que a su vez garantizaría
el debate ideológico y programático permanente entre todo el conjunto de
organizaciones alineadas con el proceso, en la medida en que cualquier
candidat@ –o candidat@s- a la elección interna además de sus avales éticos y de
lucha, debe mostrar sus ideas y posiciones ante el colectivo de base que ha de
elegirl@. Por tanto, se trataría de una plataforma eminentemente asamblearia,
crítica y debatiente.
Para finalizar, por supuesto ponemos todas
estas consideraciones al debate, esperando estar equivocados el día en que este posible “partido único” nos pruebe
que las nobles intenciones que lo presiden como propuesta en boca de Chávez y
otros efectivamente se hagan una realidad en su seno. En otras palabras, que se
produzca un milagro político que le de un vuelco total a la historia de la
organización partidaria en el poder dentro del movimiento revolucionario
mundial.
Pero si no estamos totalmente equivocados y
esta alternativa tercamente se impone, imponiéndose sus terribles
consecuencias, necesitamos entonces una respuesta fuerte y estratégica que al
menos ayude a neutralizar las consecuencias que supone la imposición de este
superaparato político ligado a la burocracia y las castas gobernantes.
Necesitaríamos sin ánimos de luchas estériles mucho menos violentas, promover
de alguna manera la unificación de la vanguardia difusa propia de las bases
bolivarianas más luchadoras. Cuidado y si nosotros –siendo totalmente heréticos
frente a nuestras propias posiciones como corriente nuestramericana- nos
sintamos en la obligación de promover –junto con muchos otros obviamente-
la convocatoria a la organización de un
“partido herético”. Otro PRV siguiendo las corrientes históricas que fundaron
Salvador de