Han transcurrido miles de años para que los animales se comuniquen a través de bramidos, aullidos, rugidos, bufidos, mugidos, graznidos estentóreos, hasta llegar a la voz de los seres humanos. Pero además de la voz, nosotros los mortales utilizamos otro medio para llamarle la atención a otros semejantes, este es el grito.
El grito, en ocasiones es un arma para soliviantar los ánimos y algunos de estos son famosos. Unos históricos, como el grito de Dolores relativo a la independencia de México; otros, muy conocidos en el cine como el grito de Tarzán para llamar a los animales de la selva; el grito de Pedro Picapiedra (Yabba. dabba-doo); el del Llanero Solitario (Ayo Silver); o también, el grito proferido por ciertos paracaidistas al lanzarse al vacío (Gerónimoooo); o los gritos de guerra, como el vociferado por los cristianos cuando enfrentaban a los musulmanes (Santiago y cierra. España); o el también grito de guerra utilizado por los franceses (¡montjoie Saint Denis!), invocando al santo Dionisio en París y, hasta el más famoso de la historia del arte, el silencioso de la pintura "El grito" (1893) del pintor noruego Edvard Munch. En todo caso, todos estos alaridos se emitían para llamar la atención de alguien.
Evidentemente el proceso de evolución de los seres humanos es casi perfecto, si los dotó de cuerdas vocales para proferir gritos para llamar la atención, es porque también les concedió oídos para escuchar las exclamaciones de sus semejantes, con el objetivo que los segundos escuchen a los emisores. Pero me da la impresión que, algunos políticos y la sociedad, en general, se hacen los sordos ante los gritos proferidos por millones de seres humanos que claman por resolver numerosos problemas que les permitan alcanzar una vida digna.
Nuevamente el mundo está escuchando los vientos de guerra que soplan, nada nuevo en este malhadado planeta Tierra. Estos violentos céfiros provienen del aliento de los presidentes y primeros ministros de las grandes potencias poseedoras de armas nucleares, quienes constantemente amenazan con lanzar alguno que otro misil con cabeza nuclear para acabar con poblaciones enteras. Como si la muerte de miles y hasta millones de seres humanos no pasara de ser una simple estadística. Un escueto número para que mi tía Wiky lo acopie y en su próxima edición aparezca la cantidad de pulverizados por la inclemente explosión. Tengo la certeza que solo aparecerá la cantidad, pero no los nombres ni los apellidos de los difuntos desintegrados en dicha hecatombe. Millones de seres humanos claman por la eliminación de las armas nucleares, pero parece que quienes deben escuchar los bramidos no lo atienden.
Es sorprendente y triste que la historia de nuestro planeta se conozca a través de las inclementes guerras que han desolado el planeta. Millones de cruces y sarcófagos conmemoran en miles de cementerios las víctimas de las guerras, así mismo, los hipócritas monumentos dedicados los pendejos soldados desconocidos quienes perdieron la vida defendiendo intereses económicos ajenos. Como se ve, existen numerosos monumentos que nos recuerdan diversas guerras, pero es lamentable que no existan pirámides, monolitos, esfinges o algún altar donde se enaltezca la paz. Quizás porque el planeta Tierra nunca ha mantenido una armonía duradera, a pesar de que miles de millones de personas les gritan a los políticos mentecatos que por favor permitan a los terrícolas vivir en concordia. Que nos levantemos una mañana y los titulares de la prensa no rotulen las amenazas de la destrucción del planeta. Parece que los gritos exigiendo "paz", a pesar de provenir de miles de millones de seres humanos, no se escuchan y solo los de la guerra, exclamados unos pocos, son los atendidos.
Todos los días mueren en aguas del Mediterráneo decenas de africanos que se dirigen a Europa huyendo de una guerra fraguada por lo avaras corporaciones globalizadas. Más de un millón de personas, desterrados, refugiados y los sin patria, han llegado al sur de Europa para dar comienzo a un arduo peregrinaje por los caminos hostiles del occidente buscando una vida digna. En muchas oportunidades reciben el rechazo de los gobernantes y de los racistas que les niegan la posibilidad de vivir en mundo sin agresiones y menosprecio de la dignidad humana. La crisis migratoria europea es consecuencia del afán de las grandes corporaciones energéticas de apropiarse de la riqueza petrolera ajena. Contrariamente a la conducta de los racistas se levantan voces que claman la resolución de este problema, sin violar los derechos humanos de quienes perdieron todo en sus países de origen. Y todo consecuencia del abuso de un modelo político-económico-social que solo piensa en la ganancia y los beneficios del gran capital. Lamentablemente las voces y los clamores que se levanta contra los racistas no son escuchados.
Es lamentable que las grandes potencias intentan resolver sus problemas perjudicando a los pueblos, responsabilizándolos de su negación a ser borregos y perder su independencia. Las naciones no sumisas a los mandatos de los imperios, cuando no experimentan la agresión de una invasión militar entonces son víctimas de un ilegal boicot, o sanciones económicas o embargos. Solo por el interés de someter a un pueblo insumiso, sin importar las consecuencias que dichas medidas generen, que por lo general son nocivas a sus habitantes. Actualmente numerosas naciones como Cuba, Norcorea, Irán, Rusia y Venezuela son víctimas de ilegales sanciones económicas, o bloqueos simplemente porque se niegan a gobernar según los mandatos del Departamento de Estado de USA o de los lineamientos de la UE. A pesar de que cientos cancilleres de la ONU solicitan reiteradamente el fin de estas sanciones, pero sus voces no se escuchan.
Al presente Venezuela está sufriendo las arremetidas de la vil clase comerciante quienes están matando de hambre a millones de venezolanos, consecuencia de un aumento desmedido de los precios de los alimentos y de las medicinas. Esta hiperinflación es el corolario de las sanciones económicas de Donald Trump contra nuestra patria a solicitud de algunos sicofantes como Julio Borges, Diego Arria, María Corina, Luis Florido, Ricardo Hausmann, Ledezma, entre tantos. A pesar de que millones de millones de venezolanos claman por las sanciones a los criminales productores, distribuidores y vendedores de alimentos, pareciera que nadie los escucha.
Tomo para mi parte de la proclama del ínclito Simón en el cuartel general de Escuque en 1820: "El fruto de la injusticia es amargo para todos". Lee que algo queda.
Enoc Sánchez