Los gringos, los europeos, son expertos en maldad, no por azar acumulan siglos de colonialismo, de imperialismo. El dominador es mil veces más astuto que el dominado, a éste lo sumerge en una suerte de marasmo que le impide ver la opresión y cómo liberarse. Su ceguera es muy particular, sólo ve lo que le conviene al dominador, no percibe las imágenes de la Revolución.
Los dominadores salieron del Libertador y éste se lamentaba de que habían abusado de la credulidad del pueblo colombiano. Recordemos, de pasada, que Bolívar consideraba a Venezuela, a la Nueva Granada, un sólo país, y que fueron las oligarquías las que fragmentaron su sueño, y hasta hoy siguen peleando para tener excusas de explotar sus pequeñas parcelas.
Los dominadores, los gringos, los europeos, asesinaron a Chávez, esa no fue una operación aislada de unos terroristas locos, fue una operación de alta envergadura para derrotar al Socialismo, y la operación sigue en marcha: ya el gobierno sucesor cumplió su misión de desprestigiar al Socialismo, de favorecer al capitalismo, de volverlo a instalar en la ética social, de envilecer a la masa. Todo eso ya lo cumplió y en el esfuerzo se inmoló, se agotó. Ahora la operación contra el Socialismo que comenzó con el magnicidio entra en otra etapa: la etapa de la sustitución del gobierno de la transición por un gobierno capitalista franco sin maquillajes incómodos, sin Chávez. Para cumplir con éxito esta etapa los dominadores de adentro y afuera necesitan eliminar a todo el que despunte como posible líder de un retorno del Chavismo auténtico, necesitan aplastar cualquier olor a Socialismo verdadero. Saben que el liderazgo de hoy es mediocre, fácilmente asustable, comprable, manipulable, no hay en la derecha del gobierno nadie que calce los puntos de un gran líder, tampoco lo hay en la oposición.
La tercera etapa del plan se presenta promisoria. Sin embargo, hay un problema, una piedrita en el zapato gringo: el Ministro Rafael Ramírez, este personaje no cuadra en los planes. Temen que pueda emerger, crecer, como el verdadero líder sucesor de Chávez, revivir en un gran fuego la ascua que aún existe en el corazón de la masa, convertir la brisa de su recuerdo en un huracán de transformación que arrase con el capitalismo en todo el Continente. Hay que asesinarlo, pero no un asesinato heroico, primero hacerlo moralmente. Ya el fiscal insensato empezó la tarea, los programas de opinión del gobierno se esmeran en cumplir el mandato. Ahora los gringos le imputan una ¡sospecha! de soborno; alguien, dicen, lo nombró. Y esa sospecha la convierten en certeza los medios, los programas, los fiscales.
Los pueblos, sus voceros, arrinconados dejan que asesinen a sus líderes, no es la primera vez, la historia está llena de lideres crucificados, y los pueblos de espalda. El mismo Bolívar salió de Bogotá a los gritos de "longaniza". La obra de Chávez la desguazan y las masas sucumben ante un carnet que promete y una caja que denuncia la miseria moral.
¿Dejaremos que asesinen a Ramírez, lo dejaremos sólo? ¿Seguiremos diciendo que se presente, que dé la cara, lo entregaremos a los verdugos mientras nosotros tomamos puesto en la tribuna a presenciar el espectáculo? ¿Todos seremos cómplices, o habrá quien vea lo que hay que ver y rompa el coro del rebaño?