Mi palabra

Colombia, y las payasadas de Santos

"Poner el dinero como bien supremo

nos conduce a la catástrofe "

José Luis Sampedro Economista

La disparidad cambiaria entre Colombia, y Venezuela, ha convertido la frontera entre ambos países en un verdadero desaguadero para el nuestro. Desde el combustible, medicamentos, alimentos, y la criminal acción de llevarse los billetes por millones, hasta incitar a un éxodo de jóvenes en busca de un supuesto paraíso para vivir; muchos de ellos sin conocer la verdadera situación económica del hermano país, emprenden viaje para conseguir una realidad, totalmente distinta a sus ilimitadas ilusiones se pueden imaginar.

La compleja situación económica de Colombia, con una oligarquía de las más rancias de América Latina, ha creado una desigualdad social muy visible a los ojos de cualquiera persona. En décadas pasadas el cambio monetario llegó hasta 18 pesos por un bolívar, lo que motivaba a muchos compatriotas nuestros a visitar el hermano país, en viajes de turistas, y otros en actividades comerciales en busca de ropa, calzados, sin dejar de disfrutar la variada gastronomía colombiana. Todo se desarrollaba –aparentemente–sin perjudicar a ninguno de los dos países, a pesar que nunca han dejado de contrabandear productos vitales de nuestra economía, empezando por la gasolina.

Todo esto despertó una emigración de Colombia hacia Venezuela – atraídos por el bolívar, y además huyendo del conflicto armado– el cual es contabilizada en estos momentos en un número, que sobrepasa los 6 millones de colombianos, haciendo vida activa en nuestro país, con todos los derechos, y deberes de los venezolanos. Ahora la realidad es otra, por muchos factores entre ellos la más poderosa: la mano del imperialismo norteamericano, el cual aprovecha cualquiera brecha para enfrentar nuestros pueblos, e imponer su hegemonía a través de las bayonetas, como viene sucediendo en Colombia–tienen 7 bases militares– con el consentimiento de gobernantes serviles: Álvaro Uribe Vélez, y Juan Manuel Santos, por hablar de los más arrastrados, quienes han venido vaciando todo su odio de clase, hacia nuestro país, para esconder la realidad del suyo.

El diferencial entre el peso colombiano, y la moneda venezolana, es abismal; un verdadero atraco totalmente legalizado a través del cambio dólar–peso, hasta llevarlo al bolívar, algo parecido a lo que en nuestra infancia le decían: la ñapa. Sin embargo, a pesar de ese desigual cambio monetario, muchos de los viajeros–sobre todos los que se van de aventureros– empiezan a sacar cuentas, y por muchas operaciones aritméticas que hagan, no le cuadran los números para ahorrar, como muchos pintan, por una razón propia del capitalismo: en cualquier parte te preparan la "cesta básica" de acuerdo a las reglas propias del sistema explotar, por lo tanto, lo que parecía un negocio se empieza achicar; no es rentable gastar allá, y aquí ni hablar, porque la inflación inducida viene pulverizando cualquier aumento del gobierno, sin embargo el Presidente Nicolás Maduro, sigue enfrentando la crisis con valentía.

Son muchos los ejemplos de la realidad de Colombia, contados por los propios protagonistas de esos viajes: Un muchacho, quien trabajaba en una beneficiadora de pollo, y un día menos pensado, incitado por un amigo se fue, al regresar echo parte del cuento en medio de la frustración: ¡En Colombia, para ahorrar hay que convertirse en un esclavo, no hay otra! Y una humilde mujer, quien se fue a trabajar, vendiendo café y cigarrillos; se regresó en diciembre, y reflexionaba con la duda de volver: "en mes y medio me gané 6 millones al cambio, pero apenas llegué, se me desaparecieron de las manos".

Todo es dinero, y para nuestra lo tenemos en estos momentos en nuestro país, donde se ha desatado una especie de "canibalismo", el cual viene alarmando a un sector importante de la población; cada día son más las voces: ¡Nos estamos jodiendo nosotros mismos! Así, es en toda relación de trabajo en un medio capitalista, más, cuando algunos gobernantes no pueden ocultar la hipocresía, que los caracteriza por su actitud servil a los intereses del gran amo: el gobierno estadounidense. El caso del Presidente colombiano José Manuel Santos, es para tomarlo en cuenta para un concurso de chistes, cuando alegremente expresó para congraciarse con los enemigos del proceso venezolano: ¡Vamos a sancionar a las empresas, que no les pagan bien a los venezolanos! ¿Será que ha tenido esa misma preocupación por sus compatriotas?

Lo cierto de todo esto, es que Colombia está sacando partida de un mal venezolano, producto de la cultura del petróleo: mientras allá se compenetraron con la tierra, para producir los alimentos necesarios para la población, y algo más, toneladas de droga: cocaína; de nuestra parte, a partir de la explotación de nuestra principal riqueza–el petróleo– se abandonaron hábitos alimenticios, que al comienzo parecía algo insignificante, pero con el paso de los años se ha convertido en un problema, porque en el capitalismo, todo adquiere valor, menos la fuerza de trabajo del obrero, arreciando la explotación del hombre por hombre.

La mayor preocupación de Juan Manuel Santos, es Venezuela, pero cada momento hace el ridículo por su visceral comportamiento contra nuestro país. La última es para comprobar la calidad de gobernante, al opinar en una reunión para complacer a Donald Trump: "El ejemplo más patético –vaya ironía– está en nuestro vecindario. Habría que preguntarse qué haría el Libertador con los actuales gobernantes de la patria que lo vio nacer al ver tan escandalosa dilapidación de sus fondos públicos" Señor Presidente, qué podría pensar el Libertador al ver una de las naciones liberadas por su espada, al lado de los Estados Unidos, prestándole su territorio para agredir a sus propios hermanos, y a la vez sirviéndole del principal proveedor de droga. Entre usted, y Nicolás Maduro, existe una profunda diferencia. Maduro al lado del pueblo, a pesar de los errores, y de la profunda crisis del cual usted, es uno de los incitadores al servir de alfombra de los gringos.


 



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Narciso Torrealba


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