Quizá los grandes teóricos revolucionarios no previeron un caso como éste de Venezuela; quizá ni Marx imaginó el surgimiento de una clase social especial: los obligados a tener un carnet para poder optar a las limosnas de la renta. Ahora se divide la sociedad, no entre explotados y explotadores, no entre proletarios y burgueses, sino entre carnetizados y burócratas, entre carnetizados y la nomenclatura.
En este país rentista ha surgido una nueva clase y un nuevo modelo económico que va más allá de lo meramente rentistico, es su evolución perversa, el rentismo forajido. Una mayoría recibe migajas de la renta por un sistema computarizado de acuerdo a un código óptico, deja así de ser un humano y se transforma en un "bit" de computadora, como en un cuento de ciencia ficción. Sin el código no existe, con el código se mueve al mandato de la computadora central que nadie sabe dónde está, ella es la verdadera dirección del partido y del gobierno. Los carnetizados no se relacionan, no se ven, son unos aislados, unos solitarios, tristes preocupados por la subsistencia, robotizados.
Este fenómeno de la carnetización como chantaje, de manipulación a la masa es la perversión de la democracia burguesa llevada a los límites del caos, es la ilusión de los malos gobernantes a tener en una computadora con un código a toda la población que le obedezca con sólo pulsar una tecla, es un reflejo condicionado que les permite llevar la manipulación a niveles cercanos a la perfección, el carnet funciona como un collar cibernético.
Lo más triste, alarmante, es que el PSUV también se rinda a la lógica del carnet, del chantaje, y sacrifique de hecho su organización, su estructura, que debe prefigurar la relación humana de la sociedad socialista, por la fragmentación carnetaria.
Una sociedad así, que es en realidad una "nosociedad", no es viable, es incapaz de la más elemental respuesta en conjunto, de mantener ciertas reglas, allí impera la guerra de todos contra todos sin ningún maquillaje, descarnada. La fragmentación se expande a todas las instancias de la vida. En estas condiciones la sociedad se va desdibujando hasta llegar a niveles de vorágine destructora. Es así, los más sensatos lo dicen con claridad: esta sociedad, en manos de estos incapaces, está en peligro de desaparecer, la fuga masiva de sus componentes es una señal que pocos advierten, son millones en la diáspora y millones que quieren abandonar una sociedad que sienten inviable.
La solución para la crisis pasa por un periodo duro, difícil, de recuperación económica, social espiritual, que sólo se puede hacer de dos maneras.
Una es por la vía capitalista: es más capitalismo, ordenar el caos con capitalismo, recomponer la sociedad para hacer viable una explotación, una apropiación de la riqueza, que tenga capacidad de reproducirse. Aunque los teóricos de esta salida lo nieguen, lleva implícito una alta dosis de represión, hace necesaria una dictadura de derecha.
La otra es el Socialismo, el Chavismo auténtico, que considerará lo económico y lo espiritual como un complejo alrededor de la propiedad social y la conciencia del deber social donde los dos se condicionan mutuamente, y donde el principal objetivo y motor social es lo espiritual, la conciencia.
La situación es de alta gravedad, estamos en las orillas de un profundo abismo. La solución socialista no es una opción, es, al contrario, un asunto de vida o muerte de esta sociedad. El dilema de Rosa Luxemburgo, "Socialismo o barbarie", nunca tuvo mayor vigencia.