En cinco años, un tiempo histórico muy breve, el impulso revolucionario que la sociedad logró con Chávez ha cesado. Y sin el impulso la revolución se pierde. El fenómeno se repite con insistencia de gota en las revoluciones socialistas, es un ritornello que hasta ahora fue inevitable. Su comprensión es importante para el avance de los futuros intentos revolucionarios.
El impulso revolucionario, la revolución, es una aventura de la conciencia, del espíritu, todo debe confluir allí, es en el espíritu que se gana o se pierde una revolución. Esa verdad la entendieron pocos e incomprendidos revolucionarios. Y en contraste, es pilar fundamental de la lucha de los capitalistas contra los brotes revolucionarios.
Se deduce que el objetivo principal de la revolución es el cambio de la conciencia, de la cultura egoísta base del capitalismo, por la conciencia, el espíritu solidario, fraterno del Socialismo. El avance socialista se debe medir por el avance, la solidez del espíritu fraterno, de la conciencia de pertenencia a la sociedad, la disminución del egoísmo.
En la confrontación con el Socialismo, el capitalismo, lo viejo comienza su lucha por sobrevivir atacando los brotes del espíritu solidario, desprestigiando lo social, la integración de la sociedad, publicitando las bondades de la competencia, prestigiando la lucha individual, fragmentando a la sociedad de mil maneras. Cuando en ese campo obtiene triunfos, cuando ya es exitoso, sabe que el Socialismo está herido de muerte.
El Che Guevara comprendió la importancia del espíritu, de la conciencia, y dio grandes batallas por impedir la derrota de la conciencia del deber social, legendarias son sus batallas contra el cálculo económico (que ya anunciaba la decadencia Soviética) y a favor del Sistema Presupuestario de Financiamiento, buscaba impedir que se instalara en la economía una especie de "egoísmo de empresa", que cada empresa se importara sólo de su mezquino entorno y perdiera la visión de sociedad.
Chávez, guiado por su formación cristiana, entendió la importancia del espíritu amoroso en la construcción del Socialismo y estimuló las formas sociales que sustentaran la visión universal, impulso el trabajo colectivo voluntario como una forma de elevar la conciencia del deber social. Así mantuvo el impulso revolucionario, las Misiones fueron en gran medida instrumentos para la formación de conciencia de lo social. Barrio Adentro asombró por la entrega de aquellos médicos venidos de un país donde se intentaban los estímulos morales como pilares de la relación humana, por encima del interés material. Era otra manera de ver al mundo, un intento de derrotar al capitalismo en sus raíces, una muestra del internacionalismo socialista.
Aquellos logros, los avances alcanzados con tanto esfuerzo, se perdieron con sorprendente rapidez; del "dakazo" a los bonos mediaron escasos cinco años, y el impulso revolucionario que llenaba de pasión, de amor, de fraternidad cuatro y más avenidas se refugió en las catacumbas, y el individualismo, el egoísmo imperó en la sociedad. La lucha revolucionaria regresó a sus orígenes.
Ahora es necesario un corrientazo de fraternidad, un grupo de hombres que asombre al mundo por su acción desprendida, amorosa, como el Asalto al Cuartel Moncada, como la lucha guerrillera que en el sesenta brilló en todo el continente, como el 4 de febrero. Así será posible recuperar el impulso revolucionario, comenzará la derrota de carnets y bonos.
Ahora sólo resta la agonía, las acciones postreras de un gobierno que no supo mantener la herencia y vendió el alma social al capitalismo por cuarenta petro-denarios.