Entre las aguas turbulentas de nuestros propios temores es difícil encontrar el norte. Hoy nos quejamos de nuestro destino, pero sin dejar de remar hacia el centro del remolino y entre el caos que nos lleva a través de la espiral lo que se impone es la voz de quien posee los sables.
Cabe preguntarse, ¿acaso es por nuestro bien? ¿acaso somos seres tan básicos, tan desdichadamente indefensos, que somos incapaces de tener la osadía de arrancarle de una mordida al destino el poder de autogobernarnos con libertad, sin necesidad de que otros tengan que "encauzarnos"?
Somos varios los que hoy nos preguntamos si, entre el desastre, las sanciones y el pánico, en algúna esquina de oro, como abriéndose paso entre los hilos que mueven el poder, algún titiritero dijo: "que sea el hombre del medio quien haga los ajustes"... Eso dentro de un escenario en el que el poder se mantenga en las manos de los mismos.
La realidad política del país es tan surrealista que solo da para esas cosas: intentar descifrar lo absurdo en base a los elementos de miedo, corrupción y ambiciones que impulsan las acciones de los espíritus más básicos. En cualquier otro sentido, la posibilidad de que surja cualquier otro escenario producto del 20-M parecería ridícula -una afrenta a nuestra dignidad más básica-. De todas formas no nos extrañe que salga algún capitán con un teipe y le coloque ocho columnas más al tablero.
David vs. Goliat
Hermanos,
Nosotros no buscamos una "salida", buscamos una entrada a la Venezuela que deseamos, no buscamos el fin de un proceso, nuestro corazón está puesto en un nuevo comienzo. Y para eso, entendemos que no necesitamos pedir permiso: la libertad no es algo que alguien pueda otorgarnos, si la quieres vas y la tomas.
Seamos libres entonces; pero libres de decirnos cual es el país que queremos, sin chantajes, ni manipulaciones. Con ideas propias.
Nuestro objetivo no puede ser sortear el desastre, debe ser construir un país. Y nuestros enemigos no pueden ser quienes forman parte de ese "uno"que es Venezuela. Nuestros enemigos son nuestros miedos, nuestras limitaciones, nuestras fallas.
Hoy nosotros no pedimos oportunidades, la oportunidad debemos ser nosotros. No pedimos un cambio, somos nosotros. Excusas como "evitar una confrontación" pactando para "solucionar la crisis" le servirán a las cúpulas, pero no a nosotros. Esa clase de manipulaciones atentan contra nuestra identidad misma. O al menos así deberíamos verlo.
La realidad, bananera y macondiana, es que ellos no tienen proyecto (ninguno lo tiene) y que más allá de las medidas económicas lo único que se escuchan son las ideas vagas, los clichés y el caletre de los textos sagrados de las corrientes de turno, entre los estigmatizantes ecos del tercermundismo que nos agobia. Pero el proyecto de país y de sociedad no está sobre la mesa. ¡En ninguna!
Por eso nosotros -ahora en consonancia con las palabras del papa Francisco-, volvemos a nuestro llamado de avanzar hacia la construcción de una sociedad justa, pacífica y humana. A cambiar lo que tenga que ser cambiado, sin miedo, pero con una dirección clara, unos principios básicos y en consonancia con nuestra identidad, originalidad e intereses estratégicos.
A los políticos venezolanos nos limitamos a decirles que las condiciones no se piden, se generan. No son condiciones electorales lo que hace falta, son condiciones humanas. Aquí todos tienen un enemigo favorito al cual culpar de su incapacidad y su fracaso: o es el imperio, o es el gobierno, lo que no termina de cambiar la realidad de que ambos han sido derrotados.
Los venezolanos de a pie no podemos seguir atrapados en esta espiral de fracasos. Entonces, hagámosnos responsables y pleguémosnos al llamado de la construcción de otro modelo de sociedad, y construyámosla. Una sociedad, como dijo Francisco, justa, pacífica y humana.
Y si el gobierno, el sistema o la naturaleza se oponen... estampémosles una pedrada entre ceja y ceja.
¡Abajo cadenas!.