Si encaramos la terrible situación de la humanidad, llena de miseria, de hambre, de desplazados como un crimen, como un asesinato, por ejemplo, o un robo, nos encontraremos con que la búsqueda del culpable, de criminal, ocupa la historia. Podríamos decir, parafraseando al clásico, que "la historia de la humanidad es la historia de la búsqueda del culpable": unos lo ocultan y otros tratan de desvelarlo, de descubrirlo.
El crimen lo vemos a diario, unos comen de la basura, otros se intoxican de colesterol; unos viven hacinados, otros en casas con jardín florido; unos llevan una vida miserable y otros gozan la riqueza; en resumen: el mundo se divide entre los poseedores de la riqueza y los pobres de la tierra, los parias. La situación de desigualdad se repite en todo el planeta, desde el norte al sur, del este al oeste.
Es un crimen de lesa humanidad pero ¿quién es el criminal? Su búsqueda ha inquietado al hombre desde siempre. Alguna vez se dijo que la desigualdad era un castigo, que los pobres se habían apartado de Dios. También se trató de justificar el crimen de someter a la mayoría de la población a la miseria con el cuento de la flojera, se dijo: "el pobre es flojo, por eso es pobre", "al que trabaja Dios lo ayuda". Y así, con el recurso de culpar a la víctima, se resolvía el problema. El recurso de buscar un culpable fue usado con los judíos, imputados por las penalidades de Europa y aquí se intentó decir que eran los colombianos, o las mafias, o los gringos. Se habló del clima, que el norte frío favorecía el trabajo y la reflexión, y el sur, donde hace calor al mediodía, se presta para la siesta y la flojera, así se pretendía explicar la diferencia.
Tuvieron que llegar los clásicos y desvelar al criminal, al asesino, dijeron con rigor científico: "el culpable es el sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción que sustenta la conciencia egoísta, el culpable es el capitalismo". El criminal estaba precisado, pero su eliminación lleva siglos y no se ha conseguido en ninguna parte del planeta.
El criminal se defiende, ya hemos hablado de la forma de ocultar el origen del crimen, la propiedad y la conciencia egoísta. Veamos cuál es la situación aquí en Venezuela.
El Comandante Chávez inició una Revolución, descubrió el crimen y descubrió al criminal, enfiló contra el capitalismo como culpable de la desigualdad, de la miseria. Luego, con el gobierno que lo sustituyó, comenzó una operación de ocultamiento del crimen y del criminal, y una de las distracciones, de las hipocresías, es desviar la lucha contra el origen de los males hacia enemigos subalternos.
El gobierno ha buscado varios culpables, varias excusas para explicar la desigualdad, para ocultar al criminal (la guerra económica que no tiene enemigos, los colombianos, los gringos, los europeos, rajoy, el camarada trump), hasta que llegaron los asesores extranjeros y le recomendaron la lucha contra la corrupción.
La lucha contra la corrupción se adapta bien a una operación de distracción. Quién puede hablar en contra de que el fiscal pesque a un corrupto, quién puede defender a un pillo. Y así la población se dedica a la búsqueda de los corruptos, los opinadores imputan a la corrupción como el origen de los males, la cacería de corruptos se transforma en un deporte nacional. La corrupción no es la causante del crimen, al contrario, es un producto del crimen, del capitalismo, repetiría el Comandante Chávez: "apagan el incendio y dejan suelto al incendiario", "el viento que mueve los molinos (el capitalismo) sigue soplando".
Mientras estos cómplices siguen jugando a policías y corruptos, el sistema causante de los males, el capitalismo, la propiedad privada de los medios de producción siguen incólumes, la miseria se mantiene, aumenta. Pero el verdadero culpable sigue suelto y haciendo daño. El gobierno ha cumplido su tarea de cómplice del crimen.
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