Fueron suficiente cinco fracasos en línea para que la directiva, presionada por lo fanáticos, decidiera cambiar el técnico del Barcelona, se fue tranquilo con todo su equipo. El hecho, si es que sucedió, no es extraño, ocurre en cualquier deporte. En la política es diferente, allí un político evidentemente fracasado, en lugar de abrir camino a otro técnico, se aferra a la dirección de la nación y no le importa el daño que hace; patalea hasta el final, y hasta que no tiene algo de dónde agarrarse no se va. La historia está llena de presidentes sustituidos por la fuerza de la realidad.
El fútbol tiene mucho que enseñar a los políticos. Si observamos bien, el fútbol es muy parecido a la política y, si se quiere, a la guerra: son dos adversarios que se enfrentan en un campo, con reglas, con organismos controladores, con cuerpos represivos, árbitros. Hay una medida concreta del éxito, el gol, allí no vale la retórica, la realidad es implacable, la falta de gol no se puede sustituir por retórica. Al público no se le puede engañar, los goles no se heredan.
Aquí en Venezuela se ha pervertido el juego de la política, el árbitro no es confiable, las reglas del juego son modificadas a conveniencia de uno de los equipos, la pelota se tornó cuadrada, los goleadores disidentes son machacados con faltas que no se pitan, el público es separado del terreno de juego por una pantalla gigante que no le permite ver con claridad, todo está distorsionado. Sólo hay una verdad, el equipo oficial sólo marca gol en contra, no gana una ni por equivocación.
Larga es la lista de los goles en contra: la constituyente paralizada, las elecciones no creíbles, el petro inexistente, el billete de cien terco, el cono esfumado, la inflación incontenible, los remedios incomprables, la escasez irremediable, el dólar astronáutico, el partido golpeado, los goleadores sentados.
Es evidente que el técnico de la nación está fallando, no es que haya perdido cinco partidos en línea, es que hace años que no gana uno, ya no encuentra a quién imputar por el fracaso, hasta las mentiras se le agotaron. Cualquier equipo de fútbol ya lo hubiera sustituido, o mejor, él mismo con bochorno ya se hubiera retirado.
Así estamos, el equipo no gana, esa es la verdad inocultable, pero además el técnico no tiene planes para hacerlo ganar, esa es la verdad triste. En el fútbol ya lo hubiesen cambiado, la política tiene otros métodos, otros tiempos. A veces un equipo puede durar años perdiendo y dejando al país en la carraplana. Se han visto desastres, a veces el técnico sale brutalmente, otras veces las gradas se tiran al terreno y todo se trastoca. Es cuestión de tiempo, el juego debe continuar.
Hay que esperar con paciencia, no hay mal técnico que dure cien años ni equipo que lo resista…
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