La situación del país es muy difícil, terminal, pocas veces la nación ha confrontado una complejidad como ésta. El cuerpo social está afectado en su totalidad, no hay aspecto de la vida social que escape al malestar.
La preocupación es general, abundan las propuestas de soluciones. El gobierno, ya lo sabemos, luce errático, no tiene planes, sólo palabras que repiten a palabras ya oídas, promesas escuchadas que suenan como un eco. Otros, con buena intención, proponen soluciones económicas, modificación de la política cambiaría, respaldar el bolívar con el oro, impuestos, etc.; otros proponen un nuevo cono monetario, y así de propuesta en propuesta se van pasando los días y la enfermedad sigue su lastimoso curso. La sociedad está afectada en su totalidad, ya lo hemos dicho, padece una patología sistémica y por lo tanto el remedio tiene que ir a lo sistémico, no hay cabida a soluciones parciales.
Es necesario, en primer lugar y como condición ineludibles, devolver la pasión, sólo una sociedad motivada, elevada espiritualmente es capaz de aplicar las medidas sanadoras, de entenderlas, de compartirlas. La sociedad necesita un impacto, una conmoción de los corazones, un verdadero electroshock espiritual. Este golpe de timón que regrese la emoción, la pasión no es una opción que se toma o se deja a voluntad de los gobernantes, es un imperativo de las tensiones sociales. El gobierno podía dar el viraje drástico, sin embargo, su misma naturaleza, su carácter que lo condujeron a este desastre, se lo impiden. Sería un milagro político si el gobierno consigue recuperar la pasión perdida, si envía señales de cambio, si consigue unir al grueso social alrededor de objetivos comunes.
Si el gobierno no produce el cambio otras fuerzas sociales lo producirán. Puede ser una dictadura que dote al descontento de objetivos, de enemigos cuya persecución distraiga el malestar, tome medidas efectistas que agrupen alrededor de la venganza, el fanatismo. En instalar las bases de esa solución se ha avanzado, las acusaciones irresponsables del gobierno, la pasividad de la sociedad ante las razzias diarias de los sectores humildes, el estímulo al egoísmo, la ruptura de la relación logro-esfuerzo, todo abona a la llegada de una dictadura fascista.
Puede ser que la enfermedad se haga crónica y diez mil bandas dispersadas por el territorio sustituyan la carencia de gobernabilidad que no puede ofrecer un estado abatido.
Puede ser, que el chavismo produzca el golpe de timón, aplique el electroshock, retome el camino de Chávez, tome diez medidas que indiquen un cambio de rumbo y de hombres, refresque la política, derrote la peste madurista.
No hay solución sin dolor, no hay salida sin sacrificio, pero de todas las posibles volver al camino de Chávez será la que asegure menos sufrimiento y garantice que el esfuerzo social contribuirá a la construcción de un mundo donde vivamos como hermanos y las dificultades serán enfrentadas con el concurso de todos.
El socialismo no es otra cosa que el cristianismo primitivo, o como dijo el Apóstol Martí "con todos y para el bien de todos"; producir para la sociedad y repartir de acuerdo a las necesidades de cada quien. Sólo el Socialismo garantiza la felicidad y una humanidad viable.