Las mariposas amarillas de la sequía siguen surcando el aire de la Tacarigua de Margarita. Los pocos campesinos les aletea frecuentemente el pájaro de la angustia porque el chubasco ha retardado su visita. Otros elevan plegaria al Corazón de Jesús y a la Virgen del Valle para que el placentero ruido del agua en las tuberías sea frecuente en sus hogares. Mientras tanto el cielo se cubre con nubarrones oscuros y se vacila a los habitantes, porque la lluvia no acaba de caer.
El periodista se encuentra sentado en un banco donde un guayacán le sirve de abanico natural y piensa: "Ojalá que el Inameh pronostique mi muerte". En esas reflexiones estaba, cuando observó a Cegueta, que venía con la lengua afuera, pues se acercó a la alcantarilla y ésta tiene días que no la surten de agua. "Cuando se escriba la historia de este pueblo, se va a hacer con una pluma de sed", se dijo el reportero.
La canina saludó al periodista y sedienta por el calor, le preguntó:
- ¿Cuándo crees tú que se va a solucionar este problema del agua aquí en Tacarigua?
- Cuando haya la más mínima voluntad política para hacerlo, pues tenemos la tubería y tenemos al Dique cerca que tiene bastante agua. Pero no hablemos de eso, sino de lo tuyo.
- ¿Qué han hecho o qué han pensado hacer, porque el precio de la perrarina, ahora sí es verdad que la bola se llevó la cerca?
Cegueta, apurada por su sed, respondió:
- ¡Ay, amigo! Podemos decir que un puñal de decepción nos descuera, pues hemos intentado hablar con diferentes instancias, hemos lanzado nuestra voz de protesta y el zumbido del eco no despierta el alma caritativa de nadie, por tanto no encontramos quién nos ayude y nos dé aunque sea una esperanza y más ahora, que según nuestro dueño, la perrarina no la puede comprar casi nadie, y por eso a seguir comiendo como cerdos.
La peluda de color gris con manchas blancas, al decir esto, corrió desesperada hacia su dueño, quien salió de su casa con un tobo de agua. Mientras el periodista se quedó observando a las mustias plantas del cerro Pelón.
