El objetivo de estas precisiones conceptuales no es referirnos a la historia de las teorías arquitectónicas, ni al repertorio de teorías contemporáneas. Sino a un cuerpo conceptual que respalda una acción proyectiva particular y específica orientada hacia la práctica. Una teoría particular porque implica una posición sobre los múltiples factores que inciden en la arquitectura y que respaldan una determinada posición.
La disciplina arquitectónica posee todo un bagaje de conocimientos, todo un cuerpo de normas, no solo constructivo, estructural, funcional, dimensional, sino que abarcan el campo formal en términos de escala, proporción, problemas perceptivos de comunicación visual. No implica entonces un manejo fácil de variables, requiere de facultades disciplinarias complejas de valorización, selección, estructuración, ordenación. De allí, que si proyectar arquitectura fuera fácil no habría tanta mala arquitectura.
La arquitectura, así entendida, debe poseer una teoría, un discurso propio, debe poseer un planteamiento estructural, un armazón conceptual que guie, oriente, clarifique y, sobre todo, impulse y motive la apertura de nuevos caminos y posibilidades que respondan a nuestros propios valores culturales.
Existe un contexto gigantesco de edificaciones que forman parte de esa extra cultura, de la cultura dominante, dependiente, que niega a la arquitectura así misma. Toda una arquitectura que comienza a convertirse en un maquillaje, en edificios horrendos y vale la pena de que se hable de eso. Los críticos deben aclarar esa situación porque la gente se queda pensando y los arquitectos no podemos seguir callados. Esos edificios se ven en cualquier parte, no estamos haciendo nada nuevo. No lo hacemos mal, es verdad, pero no estamos creando.
La práctica profesional demuestra que hay arquitectos que manejan un nivel de proyectos adecuados a nuestros requerimientos, pero hay otros que en un vano deseo de enriquecer su arquitectura con valores culturales foráneos son los responsables de muchas calamidades arquitectónicas. Es perjudicial y atentatorio contra nuestros propios valores al descartar la posibilidad de nuevos caminos, nuevas maneras de encarar la arquitectura.
El lenguaje de la arquitectura venezolana está hecho con materiales de altísima calidad que no pertenecen a nuestra realidad social. La predica de la arquitectura internacional no es otra cosa que el problema de la arquitectura de hitos, de personajes para la firma y nuestros creadores han caído en cotos utilizados infaustamente por la opulencia.
El profesional de la arquitectura que siente el deseo de expresar en su proyecto valores diferentes a los establecidos, se encuentran con lo que podríamos llamar un terrorismo formal; y lo que no se puede aceptar es el terrorismo ideológico, el miedo de hacer fuera de las reglas, de los patrones, de lo establecido. Y, lo peor, es que todos ese status inamovible y sagrado generalmente son impuestos por ideologías ajenas a nuestros propios valores culturales, expresivos en última instancia de una aceptación de la dependencia.
Cuando hablamos de nuestra arquitectura venezolana y recordamos que el Banco Obrero fue capaz de hacer las urbanizaciones más hermosas de Venezuela y termina con la Gran Misión Vivienda Venezuela haciendo tanta porquería. Cuando tenemos a un Ministerio de Obras Públicas, que es la oficina central donde se hacen todos los proyectos educacionales, asistenciales y de servicio, demostrando al mismo tiempo que el diseño pasa desapercibido, que esa arquitectura está perdida.
Cuando vemos la experiencia de los grandes centros comerciales y toda esa cantidad de cosas horrendas comienzan a ser cotidianas en nuestras ciudades. Cuando observamos el Cubo Negro en Chuao en Caracas. Esa caja negra térmica se hace imposible entender que en nuestro clima se haga edificios de ese tipo. Cuando, además, distinguimos cualquiera de los edificios de los grandes bancos, vemos que no corresponden a un discurso de una arquitectura nuestra. Acusar a esa arquitectura de mala no es la idea pero sería algo como perder el tiempo.
Creemos que estamos en un momento histórico que exige el cambio de la formalización arquitectónica, basado en un profundo cambio social, que rompa abruptamente con la imperante de hoy día. De allí, que en relación con ese cambio en la concepción espacial, respondemos:
1. En primer lugar, es necesario constituir un nuevo programa arquitectónico, para la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) y el Ministerio de Obras Públicas tanto en el aspecto social como en el aspecto de las técnicas productivas, que conduzcan a la necesidad de la originalidad del nuevo diseño. Una vez creado el nuevo diseño tipológico industrializable, la necesidad de diseño disminuirá ostensiblemente por la característica de universalidad del mismo, la desaparición del diseño-mercancía y el diseño-monumento-individual.
2. En segundo lugar, ya basta que se nos subestime cuando hacía "adentro" no se respeta nuestra formación profesional y nuestra visión crítica cuando se da un espacio al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), aliado del Fondo Monetario Internacional (FMI), en nombre de una lucha revolucionaria y antiimperialista. De allí, que denunciemos que nunca se nos ha querido escuchar y hemos sido relegados a la "oposición" por criticar la apertura entreguista de entidades públicas arrodilladas al BID, como fuente de financiamiento multilateral de América Latina.
Por estas razones debemos profundizar en otras determinaciones del diseño del espacio, las cuales se enmarcan en la perspectiva de la construcción de la sociedad sustentada en el estado no-clasista y el ciudadano racional ético-estético-biológico, como un elemento teórico que forma parte de la lucha de clases por el espacio y, por lo tanto, una especie de práctica revolucionaria.
Entonces, ¿Qué falta para empezar? Cabría como respuesta a esta pregunta, la inquietud, la clarificación y el desarrollo como objetivo más valioso que a través de exposiciones, discusiones y realizaciones pretendemos incentivar. Y que, cualquier objeción no está fundamentada en carencias técnicas o porque no están dadas las necesidades para iniciar esta impostergable discusión.
Quizás, se nos pueda decir que este esbozo está muy lejos de ser viable. Que es muy teórica. Y responderíamos, que esa respuesta contribuye efectivamente a los intereses del capital, pero también a los planes y planteamientos de los organismos públicos que se apoderan y deforman a su antojo el patrimonio cultural en su más amplia acepción.
Pero, también afirmaríamos, que es una referencia viva ante las acciones inconexas de una tecnocracia especializada que actúa arbitraria y agresivamente contra todo modelo teórico no proveniente de la academia. Y que esta propuesta es mejor que las alegres realizaciones constructivas a la cabeza de la tecnocracia academica.
¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento… ¡