"Venezuela no se ha perdido ni se perderá, porque un ciudadano se burle de
un gobernante; se perderá porque un gobernante se burle de sus ciudadanos"
Carlos Soublette. Ex Presidente de Venezuela. 1837/1839-1843/1847.
Esta muy claro que el primer cargo de la Republica, o sea el puesto de Presidente de Venezuela, hoy en medio de este oscuro temporal hiperinflacionario es algo muy complejo. Hoy mas que nunca y en pleno siglo XXI, debe el presidente tener amplios conocimientos sobre el funcionamiento del Estado venezolano, conocer muy bien los vericuetos legales que le otorgan facultades, y lo limitan en su accionar, aparte de permanecer en un permanente contacto con el pueblo sobreviviente de esta crisis, y manejar muy bien la izquierda y la derecha, con los líderes opositores, disidentes, diputados, alcaldes, gobernadores, concejales etc.
Bateando muy bien hacia las estructuras partidistas incluidas las oficialistas, a las que debe convencer de apoyar su plan de gobierno, para empujar el desarrollo del país en un solo sentido, en una sola dirección. La elección presidencial no se debe considerar como la entrega de un cheque en blanco al presidente de Venezuela, sino que coloca a la persona electa en un puesto de mando para estabilizar el vuelo de 6 años en medio de la tormenta económica, llenas de enredos legales, políticos, rodeado de intereses geopolíticos diversos y opositores con metas distintas.
En consideración, el 20 de mayo del 2018, el pueblo venezolano escogió en medio de una turbulencia electoral para presidente a Nicolás Alejandro Maduro Moros, quien ya tiene una experiencia en la función pública presidencial, donde la oposición lo objeta, dizque, y que no está muy claro intelectualmente para re fijar metas, objetivos y caminos, para hacer retroceder la peste hiperinflacionaria, y el país pueda salir adelante de este temporal económico. Esto lo escribo como un ejercicio de imaginación, y que quede esto muy claro ante los críticos de la política, que el presidente Nicolás II, en este segundo mandato, en una perspectiva imaginaria, debe ser un gran negociador, muy impecable en el manejo, y relaciones con su entorno, y sobre todo debe ganarse el respeto de los líderes políticos opositores con quienes debe llegar a consensos y acuerdos, de ir, y el querer pavonearse en sana paz, frente a Donald Trump presidente de la primera economía del planeta, el primero de diciembre del 2018 en México en la toma de posesión presidencial de Antonio Manuel López Obrador. Hay que recordar que el único país que iría a esa fiesta democrática en México sin un parlamento fuerte, es Venezuela, ya que sus funciones son ejercidas por una constituyente que no la tiene ningún país de América Latina que yo sepa, de los que asistirán a ese magno evento presidencial mexicano.
Creo muy humildemente que el presidente no debe seguir manejando la tesis de que es el dueño del país para hacer lo que quiera, sino que debe saber que es un funcionario que está sujeto al marco legal, y a la división de poderes, es menester que el presidente comprenda esta realidad. No es su voluntad la que prevalezca sino la voluntad de todos los venezolanos que intervienen en el quehacer diario de la política venezolana.
Así vistas las cosas por la alta crispación política en la nación, hoy más que nunca la personalidad presidencial, debe tener un carácter conciliador, la preparación del estadista, aunado a la experiencia adquirida en el manejo del sector público, para promover la búsqueda de consensos y acuerdos multipartidistas, ya que esto resulta trascendental para Venezuela en estas horas aciagas.
No se pide que renuncie a la firmeza como integridad, y a la percepción social de lo que es el socialismo, así derivaría en el trazado de una ruta justa, y lo mas adecuada posible, y mejor para Venezuela. Las instituciones hay que fortalecerlas en el campo de la justicia, de la elección de una nueva Asamblea Nacional si es el caso, para el nombramiento de nuevos magistrados, por una lucha frontal contra la pobreza, y la corrupción todo esto en consenso, y bajo el trato respetuoso con todos los protagonistas de la política venezolana, y donde se encuentre de las manos el arte de las posibilidades, y no el de la confrontación destructiva. Para que exista paz, debe existir la justicia, el bien, la honestidad, la corrección de los errores, la intencionalidad desinteresada, y la concordancia entre los principios, donde las acciones emprendidas también sean las de mayor trascendencia. Los dobles discursos destruyen la confianza, y la institucionalidad del país.
No es fácil encontrar estos ideales en un presidente, pero debemos hacer el esfuerzo para que así sea. No se puede seguir confrontando, el hambre siempre es negativa, nunca será positiva, los que creen que la solución para recuperar la improductiva economía venezolana está en el: denigrar, amenazar, lo que nos haría es lanzarnos por una senda muy peligrosa e indeseable de una mayor confrontación política y social.
Venezuela con esta crisis hoy no es una cosa simple, por lo que también es deseable que la experiencia adquirida, el criterio y la humildad presidencial, lo hagan amoldarse a la situación, no solo a lo posible por salir del paso, sino a lo socioeconómico deseable.
El presidente en este nuevo sexenio debe exhibir más sensibilidad social. ¿Quién es el más adecuado para pensar en los estómagos vacios de las personas pobres? Es él, por ser el qué mas tiene que trabajar por quienes mas sufren, están enfermos, o quienes viven en la miseria a causa de esta hiperinflación.
El presidente no debe ser solo el que maneje la economía, las empresas del estado, el crecimiento, sabemos que todo esto es muy importante. Ya que debe ser el gestor, el líder que luche por mejorar la calidad de vida, de todos aquellos que sufren, lloran en silencio con desesperación, y sin esperanzas.
Ante esta diáspora, los venezolanos desean más intencionalidad en superar la crisis, experiencia en los cargos, sentido de la justicia, sensibilidad, vocación, y amplitud por los más aquejados de problemas de parte del presidente. Se requiere más seriedad, persistencia, amor al prójimo, para rescatar a la población de la severa crisis que azota nuestro país.