El gobierno vuelve a esgrimir el peligro de invasión, lo hace cada vez que la situación se le pone difícil. Es una respuesta evasiva a las dificultades, que da resultado inmediato, pero a largo y mediano plazo agrava los problemas desatendidos.
Recordemos aquel show contra obama: se recogieron firmas, se alertó a la milicia, sonaron los alarmas, los túneles serían refugio contra los ataques aéreos, se hicieron simulacros, y cuando llegó la hora, ni las firmas se entregaron ni la invasión vino, pero lo que sí sucedió es que, a pesar de la excusa, la crisis siguió su avance.
Pero ¿por qué ahora se habla de nuevo de la invasión? Hay que relacionar la alerta con el aumento de sueldo a los militares, la firma de la carta de lealtad. Todo forma parte de un mismo paquete: el gobierno teme dos circunstancias; una, que la espantosa situación económica produzca un levantamiento popular, un motín que obligue a los militares a actuar y se sabe que cuando ellos salen a la calle puede ser que no regresen a los cuarteles, que se queden en Miraflores; la otra, que los militares sin motín mediante den el llamado "golpe de palacio". El gobierno, ante el peligro, toma las medidas que su naturaleza le permite: reprime, pone preso a los militares, trata de comprar voluntades con dinero y pretende manipular a los militares con el cuento de la invasión. Piensan que ocupados con el trapo rojo de la invasión olvidarán el golpe de Estado.
Si todo saliera como en el papel, el recurso de inventar una amenaza de invasión sería una buena medida. Pero -siempre hay un pero- invocar el sentimiento patriótico sin mayores explicaciones, sin otro argumento que el fanatismo, justificando con eso cualquier bestialidad, es una tentación de caer en el fascismo. Ya sabemos que el fascismo tiene como uno de sus pilares el nacionalismo tosco. Entonces al lado de los preparativos frente a la invasión se presenta la represión, la vendetta, el declarar enemigos de la Patria a los enemigos de la cúpula gobernante, se aprovecha para salir de la disidencia, descabezar la crítica.
De esta manera se arroja a la sociedad por un precipicio que no se sabe cuántos desaparecidos costará, cuántos asesinatos políticos, niños arrancados a sus padres, y no estamos escribiendo fantasías, aín no se reponen en el Cono Sur de sus ensayos fascistas.
Amenazar con la invasión tiene otra faceta, ¿y si trump se atreve, si los gringos vienen? Es lógico que una nación, cualquier nación, tiene que prepararse para una agresión extranjera, para eso tiene aviones, tanques, hombres en armas. ¿Cuál es la preparación que debemos tener? Lo primero es entender que esta jefatura, este gobierno, no garantiza la resistencia a una invasión. En una situación de guerra, y eso lo saben los militares, la principal arma es la moral, y este gobierno no trasmite moral, sólo sabe de reprimir y de comprar voluntades, no conoce las razones sagradas por las cuales luchar; maneja clichés, frases huecas, imágenes vacías.
La primera medida ante una invasión, de preparación para una invasión, es cambiar la jefatura. La guerra necesita una jefatura con tal estatura que de ella emane la voluntad de luchar hasta el final, que sólo su presencia disuada al enemigo, que evite la invasión, que preserve la paz. Y sólo esa nueva jefatura podrá. Ésta debe rescatar la moral, devolver a las masas las razones sagradas por las cuales luchar, volver a Chávez, al Socialismo.