La Tacarigua de Margarita la pintó de verde tierno el pincel de un chubasco que pasó rozando al pueblo. Mientras el ruido placentero del agua que sin aliento viene por tubería cada quince días o más, sigue azotando con su látigo de ausencia la sempiterna sed del lugar. El periodista camina lerdo por la plaza Corazón de Jesús, observando la bella imagen del Santo, que pareciera que rezara por el poblado, pero que sus ruegos no llegan a las autoridades que les compete el agua, el alumbrado público, la seguridad, las cloacas y el mal estado de las calles.
Los perros corren de un lado a otro, al parecer juegan, sin importarle el mazo de la realidad que golpea a los lugareños y a éllos mismos. La Perra Cegueta, vio al reportero, corrió hacia él, lo saludó, éste le contestó y le preguntó:
- ¿Por qué no han levantado más su voz de protesta, con respecto al precio de la perrarina, que está tan alto que ya se perdió de vista?
- ¿Para qué amigo? Si entendimos que eso es gastar leña para asar gavilanes, pues por aquí estuvo un señor llamado Febres Rodríguez, y nos leyó un artículo del profesor Earle Herrera, titulado "Perdón, pues", y publicado en últimas Noticias (http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/perdon-pues/) el 13 de este mes y que el susodicho señor lo recomienda ampliamente, donde señala el profesor que él cuando plantea problemas de la gente a ciertas instancias, estas "altas instancias que me "reprenden", no me paran ni esto cuando las llamo, no contestan". Entonces es de lógico suponer que si no le hacen caso a un señor como el mencionado profesor, periodista, escritor, poeta y humorista; que es y ha sido Constituyente, y también diputado a la Asamblea Nacional; premio Nacional de Periodismo y conductor del programa el Kiosco Veraz; ¿nos van a parar a nosotros?.
Cuando Cegueta realizó su exposición, un señor que la oía, acotó: "Y tampoco le paran a Julio Escalona, ni a Luis Britto García, a Néstor Francia y tantos otros que han levantado su voz de alerta".
La canina dio su aprobación, moviendo su cabeza y se retiró, mientras el periodista, siguió su rumbo a casa de su suegra y, observando como varios pasajeros se montaban en un camión de barandas, pensó: "Y yo sigo de iluso creyendo que me van a parar cuando pido agua para Tacarigua. ¿Cómo se reirán de mí?"