En los últimos años, quizá después de la caída de la Unión Soviética, del asesinato del Che en Bolivia, ha prosperado una tesis que anula la necesidad de la vanguardia. De acuerdo a esta tesis, la masa espontáneamente puede resolver un dilema político; es más, la existencia de una vanguardia obstaculiza la solución, es contraproducente, conduce los procesos hacia la creación de una camarilla que secuestra la voluntad popular. De esta manera privan a la masa de conducción política, condenándola a rebeliones sin objetivos políticos, motines que el Estado represivo puede inutilizar. La formación de una vanguardia, el aparecimiento de un liderazgo, es la tarea más importante, más que cualquier otra, conociendo que sin vanguardia no hay revolución posible.
Los capitalistas, de muchas formas, se oponen a la formación de la vanguardia: asesinan a los líderes, ya lo hicieron con Bolívar, Sucre, el Che, Gaitán, el Mono Jojoy, Cano, Fabricio, Lovera, y recientemente con el Comandante Chávez. Desprestigian a los posibles líderes, los acusan de cualquier cosa, le crean una matriz de opinión adversa. Una de sus más efectivas armas es la tesis de intelectuales que se visten de revolucionarios para conseguir auditorio y exponer sus teorías contra la vanguardia, contra la necesidad de una dirección.
Contra la vanguardia conspiran la sociedad egoísta, fragmentada, mezquina, he allí el más importante objetivo del carnet de la patria, de la anulación del Partido como vanguardia revolucionaria y su conversión en una simple maquinaria electoral, en territorio e instrumento para el chantaje de las masas.
El Chavismo necesita un líder revolucionario, una vanguardia revolucionaria, esto es imprescindible para el cumplimiento de su papel revolucionario. Sin este liderazgo será, es, un movimiento socialdemócrata, clientelar, negador, en la práctica, de la Revolución, del Socialismo, cada vez más de derecha. En el Chavismo, con la ausencia del Comandante, salieron de la botella, se soltaron los reformistas, los capitalistas internos, ya Chávez lo alertó en su última proclama. Con el deslizamiento a la derecha de esa nueva dirección el Chavismo perdió personalidad revolucionaria. No hubo quién se enfrentara a la mutación; unos se achantaron en sus trincheras personales, otros se plegaron en nombre de una falsa lealtad, la restauración capitalista siguió su rumbo sin obstáculos.
Los problemas que hoy padecemos, el estallido de la Patria, tiene su origen en esta pérdida, en la degradación de la vanguardia revolucionaria. El PSUV, lamentable es decirlo, viene de un congreso que nos ilustra la gravedad de la ausencia de liderazgo. Allí se eligió al culpable en el cargo donde puede seguir haciendo daño, pero se eligió por ¡unanimidad! al culpable. Ni una voz disidente, ni una candidatura, por lo menos, de la decencia, de la vergüenza ante el país, ¡nada!. Sólo salvó la honrilla del Chavismo el anónimo que cortó la luz, tumbó la brequera guiado por la mano de Chávez. Esa elección fue una burla al padecimiento de los venezolanos.
Se impone, es urgente, un Concilio del Chavismo, una reunión sin tubo, sin mordaza. Puede, debería, ser organizada por un Comité Promotor, que convoque a los destacados de adentro del partido y también de afuera, sin censura previa, sin condenas de conveniencia. De ese Concilio debe salir una dirección provisional que tenga como función principal salvar al Chavismo, convertirlo de nuevo en una pasión capaz de movilizar al Continente, salvar la Patria.
Es hora de grandeza, de salir de sus trincheras individuales. Tienen la palabra los destacados.
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