Me recuerdo de niño durmiendo junto a mi perro un pequeño fox terrier a quien doblaba mis piernas para que ambos podiéramos dormirnos juntos. El amor que nos teníamos nos permitía recogernos hasta la mañana cuando él mismo me despertaba sumbándose a mis brazos y tocándose la cara hasta lamerme si no me despertaba. Por supuesto mi reacción primera era de rabia lo sacaba de encima hasta abrazarlo de nuevo y juntos nos despertamos con felicidad y jugando a las mordidas entre los dos.
Digo esto para rescatar no el amor edípico que me parece fastidioso y lleno de histerias de por medio queriendo con el descubrir el fango de nuestros deseos como lo intentó Freud. Quiero simplemente recordar los amores simples sin histerias ni enredaderas de familia burguesa desde los cuales aprendimos a amar un ser y entremezclar el cariño, el deseo, la fuerza y el juego. Elementos básicos a mi parecer de todas las relaciones de amor.
Ahora vamos al problema que nos incumbe. Efectivamente este es un país de amores. Sus cantos y relaciones mas que ser perfecciones estéticas o composiciones barrocas que buscan la impresión de la sensación, la ganancia de la perfección y la unidad novedosa, son estrechamientos simples que se han basado en el deseo animal y la solidaridad básica. Nos queremos porque somos la cosa mas simple del mundo y a la vez aventurera, loca y natural. Algo que Reverón y su castillete en Macuto nos quiso comunicar, pero la misma nación que crecia con él, invadida del sueño desarrollista y gasolinera le impidieron hablar a gritos. En fin, simples creadores, inteligentes pero terriblemente arcaicos y animales.
Nuestra sociedad hija del colonialismo y la servidumbre mas horrorosa desde hace siglos ha sabido sacar de si ese antagonismo que tanto gusta y a la vez desechan los seres civilizados del norte. Conciudadanos monolíticos que después de miles de años matándose entre ellos llegaron a estabilizar un mundo hipócrita comandado por una especie de pulcritud liberal que ha provocado la formación de un planeta lleno de hambres y guerras fuera de sus tierras, horrorizados mas bien de la cadena de inmigrantes que su historia criminal y colonial dio como resultado contemporaneo.
Como buenos antiprofetas, seres mediocres que tomaban buques hacia Paris disfrutaban sus comidas y museos, copiaban sus ropas, y se asociaban con ellos en las miles de formas de saquear nuestro continente siempre a ganancia de ellos, nuestras clases dominantes jamás entendieron esa bella antagonía amorosa que se bifurcaba entre nosotrxs. Dirán muchos intelectuales que la tragedia que vivimos es por causa de ese corte de tiempo que nos convirtió de una sociedad pobre y agraria en un revoltillo rentista petrolero donde los ricos se convirtieron en parásitos del estado rentario y los pobres en clientes marginados sin ninguna condición de ciudadanos conscientes de sus derechos.
Algo de razón debe haber en todos aquellos pensadores marxistas o liberales que se cruzaron por igual en esta reflexión desde los años treinta. Nuestro problema es el quiebre histórico del petróleo y la incapacidad ya sea de comensales de nuestro país o del efímero proletariado para enfrentarlo. Así se explica la cuarta república llena de vividores y planificadores de un desarrollo industrial urbano que el propio neoliberalismo global deshizo como el advenimiento de una evolución sin proyecto que se desbarató desde adentro aun nacida de ese ambiguo amor que nos configura como patria.
Pero esta explicación modernista y obviamente capitalista o aquella sometida a un determinismo dicho marxista que nos cruza hasta hoy no es suficiente para nada. Quizás aun Chávez en el poder y la sobrecarga de renta petrolera que le tocó manejar terminando por desecharla por completo entre fuga de capitales, desfalcos y corrupción, el esquema de interpretación funcionaba. Pero bastaron pocos años después de su muerte para darnos cuenta que este no es un problema de elipsis intelectual y la hegemonía de esquemas marxodeterministas o desarrollistas liberales. Este es un asunto del manejo de virtudes y de la política como aconsejaba Maquiavelo o la fascinación por lo justo como predicaba el genio de Platón, de la profundidad como en cualquier situación la fuerza y amor de un pueblo puede enfrentar cualquier reto desde su mismo ser.
Es obvio que salvo el utopismo comunero que rápidamente destrozaron los seres que tomaron el comando político desde hace seis años, mas allá de su corrupción, el corporativismo militar mafioso que los ha sostenido y su misma inutilidad funcional lo mas carente entre todos ellos es la comprensión del mundo del cual mucho de ellxs vienen y aun peor la absoluta falta de amor por el mismo. Lo que oímos son idioteces e insultos entre partes, manifiestos acusatorios como el excelentísimo Diosdado repite en cadena junto al envoltorio de palabras repetitivas contra guerras inexistentes e imperios muertos de risa y proyectos de aprovechamiento como el reciente de CITGO o cuanta cuenta bancaria ya les han incautado a nuestros brillantes mandatarios.
Niños mueren a diario en hospitales y resultados de hambrunas y enfermedades y ni un ministro es capaz de juntarse a esas realidades y morir en ellas si es necesario como le tocaría a un auténtico revolucionario. Hay muchas tesis mas o menos liberales o hasta subversivas como deberíamos hacer pero si tocamos fondo y una u otra sostengan su razon en si misma, este no es el problema primero. Reitero recordando la dádiva primera de cualquier amor que la primera causa de este horrendo desastre que vivimos es el increíble desamor, la indolencia y hasta el grado de criminalidad que se ha bifurcado por todos los ramales del poder. Algo inaudito. Pero al mismo tiempo si seguimos vivos con el peor salario e inflación del mundo es la fuerza amorosa de nuestro pueblo. Manipulado, falto de una libertad y creencia en si mismo como sujeto soberano, no importa, los grados inexplicables de sobrevivencia desde las fronteras a lo recondito de este país lo ha sobrellevado el amor y la solidaridad consigo mismo. Cuando toda esa fuerza se transformara en rebelion efectiva? No debe faltar mucho es una laguna que se hace cada vez mas cristalina y limpia y evidente. Así como el amor se funda en su fuerza y verdad, la rebelión y la caída de lo miserable lo hace desde la potencia real de un pueblo...despierta carajo.