La disputa por la herencia del niño Simón Bolívar

Don Carlos Palacios, que no estaba dispuesto a renunciar a la administración de los bienes de su sobrino, utiliza todas sus influencias para recuperar al niño Bolívar. El caso se hizo público y conmovió la sociedad caraqueña. Por los momentos, Bolívar permanecía al cuidado de su hermana María Antonia. Desde España, el otro tío, Esteban Palacios, le escribe a su hermano Carlos: "Destruye primero las rentas del pupilo antes de hacer valer tus derechos, si te quita tu tiempo, enciérralo en un colegio" La avaricia por la fortuna era patética. En una de sus exposiciones ante el Tribunal, su tío Carlos expone: "El pupilo me venera y se sujeta ciegamente a mi voluntad, estoy cierto de que me profesa mucho amor" en cuanto al descuido que presenta el niño: "Propongo transferirlo a la casa de Don Simón Rodríguez, maestro de la Escuela Pública de Primeras Letras, que siendo un sujeto de probidad y habilidad notorias y estando destinado por su oficio a la enseñanza de los niños, podía más cómodamente proveer a la educación de éste" A su vez, acusa a María Antonia y su esposo de codiciar la herencia de Bolívar. Al final de la disputa entre María y su tío Carlos, el Tribunal se inclinó a favor de Don Carlos Palacios; y así lo narra María Antonia: "A la hora señalada, a las ocho de la noche, se trasladó el Tribunal junto a Carlos. Simón se negó ir con su tío, y se aferró a mis faldas, y Yo lo sujetaba. La bulla que ocasionaron los gritos y lágrimas del menor, hace se junte en la calle no poca gente, y entre ella don Feliciano Palacios, hermano de don Carlos, y éste viendo la resistencia de Simón, y que permanecía asido a mí, le dio un golpe en los pechos y lo hizo desprenderse, momento que aprovechó Carlos para echarle mano y llevarlo a rastras hasta la calle. Las autoridades evitaban que mi esposo don Pablo Clemente me auxiliara, y que los vecinos intervinieran a favor del menor"

Llevado por la fuerza ante los representantes del Tribunal, se le planteó al niño Bolívar volver a la casa de su tío Carlos, pero el niño se negó rotundamente. Ante la altivez del menor, su arrogancia para responder, y su precocidad para exigir sus derechos a las autoridades, los magistrados se dieron cuenta que no trataban con un niño caprichoso y malcriado de 12 años, sino ante un joven consciente de sus deberes y derechos. Luego de discutir el caso, le propusieron firmar un Convenio de Obediencia, documento que estaba reservado solo para los hombres, el cual condicionaba su actitud de allí en adelante: 1º Me comprometo a asistir a las clases puntualmente 2º Me comprometo no fugarme más 3º Me comprometo a salir únicamente al lado de mi maestro y en su compañía. Cabe destacar la férrea personalidad de Bolívar, cuando luego de firmar el convenio, sin vacilar se dirigió a los presentes y con voz clara y firme les dijo: "Ustedes pueden hacer con mis bienes lo que quieran, pero con mi persona, no. Si los esclavos tienen libertad para elegir amos, a mí no me la pueden negar para vivir en la casa que me agrade" Luego de un momento de reflexión de todos los presentes ante las palabras aleccionadoras del niño, los magistrados aceptaron la proposición del niño Bolívar para mudarse a la casa del maestro Simón Rodríguez. Con esas palabras reverentes de un joven de 12 años, atrás quedaba el niño que todos llevamos por dentro, para convertirse en el Bolívar inmortal que reivindicó a todo un continente. A partir de ese instante, América daba sus primeros pasos de rebeldía, al salir de la conformidad y la resignación en que la habían sumido 300 años de esclavitud europea. Ahora la libertad tendría una voz de auxilio, ¡Bolívar! cuyas palabras aún resuenan en cada rincón del continente, y sus pensamientos y reflexiones son una oración en el corazón de los hispanoamericanos.

En su niñez, Simoncito no contó con el apoyo de sus seres más queridos. Como todo niño huérfano, se acostumbró a la soledad, al desasosiego y al infortunio, inmerso en su frustración anímica, que engendró en él una rebeldía y un carácter decidido y emprendedor, que moldeó su personalidad hacia la inteligencia para sobrevivir en la adversidad, y sembrar en su corazón el sentido de la universalidad, la libertad y la justicia; características que forjarían a un hombre con temple de acero, capaz de asumir la responsabilidad de enfrentar las naciones más poderosas del planeta, dirigir simultáneamente los destino de seis vastas regiones más grandes que la Europa misma; y legislar como ningún jurista en toda la historia universal. Bolívar es un el ejemplo vívido para demostrar que la felicidad no está en el dinero. Nos enseñó que no existen obstáculos dolorosos e insalvables para superarse en la vida. Su ejemplo está en la perseverancia, la rectitud y la tenacidad para lograr los objetivos por muy inalcanzables, cuando existe honestidad, lealtad, y amor a sus semejantes, pero sobre todo; si se tienen metas e ideales incorruptibles. El niño Bolívar, en vez de acomplejarse por las calamidades vividas en tan corta edad, siguió adelante hasta convertirse en el Simón Bolívar, el Libertador, de ayer, hoy, mañana y siempre.



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José M. Ameliach N.


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