En la urbanización donde vivo, en la madrugada, un adolescente del piso 12 gritaba desde el balcón: "¡Maduro cayó, tumbaron a Maduro, tenemos nuevo presidente!". Al instante todos los bloques de la redonda prendieron sus luces, se sentía el ruido de televisores, el eco de la gente repetía los gritos del muchacho. Después de una media hora todo volvió a la normalidad, se dieron cuenta de la falsedad de la noticia.
Nosotros reflexionamos el resto de la noche y llegamos a la conclusión de que la anécdota es reflejo de la mala política, o mejor, de la política capitalista, esa que gira alrededor de las personas y no de las ideas, de la cultura. Así la gente piensa que el problema es Maduro, que con sólo salir de él todo cambiará, están equivocados. Se va Maduro y viene otro, y sale ese otro y viene uno igual, y así el baile de una sola música, la dominación sigue intacta. La política reducida a lo personal es la protección del sistema capitalista, recordemos la cuarta, se cambiaban presidentes para que todo siguiera igual. Lo revolucionario es elevar la política hasta lo ideológico, lo cultural.
Mientras la ideología dominante sea la del egoísmo, la fragmentación, el individualismo, el sistema capitalista estará blindado, no habrá Revolución posible. Podemos arriesgarnos y decir que toda revolución derrotada lo fue porque fracasó en sustituir la ideología del capitalismo, fue derrotada por el egoísmo, el individualismo la base del sistema capitalista, vicio enquistado en la dirigencia. El Comandante Chávez entendió esta verdad y nos indicó luchar contra la lógica del capital, contra su cultura, su ideología.
La lucha revolucionaria debe ser, ante todo, la lucha por una nueva cultura, una nueva relación del hombre con sus semejantes y con la naturaleza, debe ser el combate al egoísmo, la organización del sentido de pertenencia a la sociedad.
Por supuesto que la evaluación de este gobierno es muy mala, de eso nadie duda, es mala por todo lo que padecemos a nivel económico, y es pésima por la elevación del egoísmo y la destrucción de los pequeños avances en la erradicación de esa enfermedad. Sin embargo, derrotarlo para sustituirlo por otra versión del capitalismo será una falsa victoria, un espejismo. La victoria verdadera sería salir de este gobierno para volver al Socialismo que ahora está tan desprestigiado por sus enemigos tradicionales y por el desastre de este gobierno que no es socialista, ni es Chavista.
El problema no es Maduro, es el capitalismo que allí se personifica. Está claro que la lucha contra el capitalismo pasa por la lucha contra Maduro, pero también contra las otras manifestaciones políticas del capitalismo. No podemos cambiar a Maduro por Maria Corina, o por Capriles, o por Ramos, tampoco por alguno del madurismo. La salida de Maduro tiene que significar el regreso a Chávez, al Socialismo.
Por eso cuando aparece alguien que sea Chavista de verdad, es decir Socialista, la canalla del gobierno y de la oposición permitida, digamos, la derecha que dialoga, lo atacan duro. Se alborotan los ataques, aparecen locutores enardecidos, se activa el odio de escritores, la opinión es bombardeada, se estremece con tanto dardo envenenado. Allí queda en evidencia que la batalla es entre dos ideologías, entre dos culturas. Hoy se trata de una lucha, un cerco, al Socialismo, en esta lucha se confabulan gobierno y oposición de derecha.
Y si el muchacho del piso 12 gritara un día ¡el gobierno está luchando contra la lógica del capital, contra el egoísmo, por la fraternidad!, nadie encendería la luz, eso no es noticia, la gente se alimenta de escándalos, así la han domesticado.