No afirmamos que fue asesinato, pero tampoco afirmamos que fue suicidio; las declaraciones del fiscal no convencen ni a sus partidarios. No es necesario abundar en las contradicciones, en las justificaciones del gobierno que sólo generan más sospechas y rechazos. Nada más diremos que calificar de delito el que no se esté de acuerdo con la opinión de la fiscalía es un acto de soberbia que se soporta en un poeta menor, pero no en un funcionario público, allí es alto peligro. Tratemos de estudiar el caso en su generalidad. Veamos.
Lo primero es considerar que la tensión mental de un preso siempre es grande. Claro, estos gobernantes engolillados, que siempre han vivido protegidos, que llegaron al poder como quien se saca la lotería, sin épica, que no han experimentado la cárcel, menos la tortura no saben de esas presiones. La cárcel es una manera de desquiciar al sujeto, de separarlo de su ambiente físico y espiritual, de sumirlo en la incertidumbre, desprotegido, vulnerable, es un castigo. Toda cárcel es una tortura. Aceptada por la sociedad, es verdad, soportada por los presos, pero es una tortura miserable.
Las sociedades "civilizadas" intentan paliar esta situación, atenuarla. Es así que el detenido sabe qué se le imputa, tiene derecho a visitas, a permanecer callado, a tribunales, abogados, etc. No obstante, este gobierno niega estos derechos, ya son comunes los presos en la tumba, los desaparecidos, las visitas suspendidas. Además, el preso es objeto de amenazas, se les acosan a los familiares.
Y si alguien bajo esas condiciones de estrés se enferma se burlan de él, y si alguien bajo esa tensión se lanza por una ventana, nadie lo empujó físicamente, es posible, pero mentalmente lo lanzaron. Y sabemos que hay presos que por la presión pensaron en el suicidio, lo han declarado.
No sabemos qué pasa en ese "guantánamo chiquito" que es la cárcel de la tumba, en el fatídico piso 10, pero los resultados están a la vista. Lo anterior nos llama a la reflexión de todos.
En qué nos estamos convirtiendo, qué clase de sociedad es ésta en la que un hombre que andaba por allí tranquilo, haciendo su política, su vida familiar es encarcelado, se suicida, y ese hecho, ese crimen (él en su casa no se iba a suicidar; ergo, el suicidio fue provocado por la detención) no conmueve a todos, sólo produce justificaciones y amenazas que confirman la calidad deshumanizada de los gobernantes.
Los linchamientos morales son el pan de cada día, aquel es autor intelectual, tengo las pruebas, pero nunca se muestra nada. El otro es corrupto, ni siquiera se molestan en decir que hay pruebas. Aquellos "son de la cia", la otra "siempre fue agente", aquel "limpio no se fue". Estos fusilamientos morales han hecho mucho daño al espíritu social, establecen un trato perverso con la vida de las personas, se asesinan moralmente y nadie se importa. Somos una sociedad enferma en los sentimientos, en el corazón.
Es necesario el rescate moral de la sociedad, esa es la consideración previa a cualquier plan de reordenamiento social. Sanar el espíritu enfermo tiene que ser la meta que nos permitirá salir de esta fosa.