Se busca un "ser que no pertenezca a este mundo, un animal de galaxia, un ser del futuro". Un hombre que no procure la felicidad de la medianía, que al volcán que lo habita sólo lo calme la forja de la superación de este mundo agotado; esa es su única satisfacción, su felicidad, no otra cosa lo llena.
El planeta da señales angustiantes de agotamiento, la humanidad, en la sucesión de sistemas depredadores de la naturaleza y de los semejantes, alerta su extinción. El sistema capitalista, culminación de los sistemas depredadores, se agota, es el pasado. El único futuro que propone, que augura, es la catástrofe definitiva. Su decadencia se muestra en gobernantes cada vez mas vacíos, actores desteñidos de un guión de muerte.
Los humanos comunes, manipulados, miedosos, se conforman con vegetar en este mundo de medianías, allí obtienen triunfos dispensables. Los políticos ganan elecciones, reprimen, reparten, se alejan y vienen otras esperanzas, y el planeta sigue su marcha hacia el abismo. El hombrecito, que sólo atina a ver adelante unos cuantos años, no percibe el terrible futuro; si le dan vacaciones, permiso prenatal, o le aumentan la mesada un poco, está contento; el otro si consigue despojar al vecino de alguna pequeña pertenencia, se siente triunfante. Aparece una dictadura o un candidato loco que propone tierra arrasada y así consigue el apoyo de la población embrutecida, y cuando se consigue salir del loco viene un bobo que reparte un poco más. Y así, perdido en un océano de tonterías, el mundo marcha hacia su lúgubre destino.
El ser de galaxia, por algún misterio, conoce el futuro, rompe con su tiempo agotado, propone un nuevo mundo, se comunica con lo más hondo de la psiquis colectiva, los traslada a sus hazañas históricas, a la época cuando el hombre no era lobo del hombre, sus palabras transporta a la fraternidad del cazador colectivo, a los días del cristianismo primitivo. Es atacado, los cicateros lo califican de ambicioso, confunden la pasión con ambición. Los detectives de botiquín lo acusan de corrupto, rara condición del que pone en riesgo su vida en la lucha por su verdad, no se retira a la vida cómoda que supone su fechoría.
Es común que estos seres de galaxia sean asesinados por los hombrecitos, por la medianía, no sólo físicamente, también su pensamiento, sus ideas, su pasión. Pensemos en Cristo, meditemos qué tiene que ver el vaticano con la vida del crucificado, con su enseñanza, que tienen qué ver las sandalias del pescador con el boato de las catedrales. Fijémonos en Bolívar, cinco naciones en pugna certifican que sus hijos lo traicionaron, estallaron la Gran Colombia, su sueño y simultáneamente le erigieron estatuas.
Cuando aparezca lo reconoceremos, y esta vez hay que protegerlo. Esta vez el sueño no debe morir con él.