El instinto de la bestia

Por lo general en nuestro lenguaje cotidiano utilizamos las palabras sin percatarnos del buen uso de las mismas. En algunos casos le endilgamos, como término peyorativo la palabra "bestia" para referirnos a una persona que se comporta de manera brutal, quien actúa sin miramientos con saña y alevosía para agredir o destruir a otros. Pero ese mismo término lo usamos para nombrar a ciertos cuadrúpedos, como los burros o las mulas o los caballos, animales domésticos que han prestado y todavía lo hacen, gran ayuda a los humanos debido a su fuerza, resistencia o velocidad. En lo que concierne a este artículo voy a definir a una nueva bestia, un animal que no es salvaje, pero es despiadado, generalmente tenebroso capaz de sembrar el terror en sus proximidades. Por fortuna, creo que ni siquiera el demonio de Tasmania, un animal feroz, coincide con este perfil. Las bestias a la que me refiero solo existen en mi mente.

Del mismo modo, muchas personas descalifican las actuaciones de una persona, alegando que pareciera que responden a su instinto animal y no a la razón, Pero según la definición de instinto, este no es más que el conjunto de pautas de reacción que, en los animales, contribuyen a la conservación de la vida y de la especie. De acuerdo con esto, podríamos pensar que el instinto es algo maravilloso que los hombres abandonaran para dedicarse a la destrucción de sus semejantes. No creo que exista ningún animal salvaje, de los "no racionales" cuyo único objetivo sea matar a mansalva, por complacencia o por interés. Quizás por eso inventaron la frase "bajos instintos" para nombrar a un hombre o mujer que responda a un instintito que no clasifica dentro de la escala de los "animales inferiores".

Por esta razón, como en el reino animal, no existe la bestia depredadora capaz de sembrar el terror entre sus semejantes y heredero de un instinto (bajo instinto), contario al de la preservación de la especie, tuve que inventarlo o buscarlo.

Un doctor en ignorancia como yo no es un ser creativo, por lo tanto tuve que investigar la existencia de la bestia de bajos instintos y me sorprendí al no hallarla en la selva sino en la ciudad, sobre todo en las grandes metrópolis.

La bestia citadina de bajos instintos es el bruto que durante siglos ha procurado la destrucción de sus semejantes, la contaminación del ambiente donde vive, la muerte de un prójimo por no tener el mismo color de piel, no profesar la misma religión y no pertenecer al mismo grupo étnico.

La bestia citadina de bajos instintos fue inventor la guerra cuyo único fin es destruir en unos minutos lo que tanto costó construir en siglos, acabar con familias enteras que es el sustrato de la sociedad, acabar con desarrollo industrial y comercial de un país entero, solo para el beneficio de unos pocos. La bestia citadina de bajos instintos procede contrariamente a la naturaleza y por eso sus acciones guerreras son cada día más repulsivas.

La bestia citadina de bajos instintos no actúa solo, por general se coaliga con otros iguales ostentando ante el prójimo que la fuerza unida está por encima del derecho. Una manera de demostrarle a la comunidad que el abominable aparato de la guerra moderna evidencia los verdaderos sentimientos e intenciones de tales individuos.

Las bestias citadinas de bajos instintos carecen de escrúpulos, su único interés, por encima de los derechos humanos, consiste en aumentar su capital a costa de los recursos pertenecientes al país invadido. Lo prioritario es su conquista para saquear la materia prima y explotar al pueblo derrotado. Este depredador impone monopolio, despoja de la libertad personal a los pueblos invadidos, dispone de sus bienes con impunidad e impone una forma de vivir alejada de la tradición, de la ética y estética del pueblo avasallado.

En la bestia citadina de bajos instintos la ambición no tiene término, su interés y los de sus cofrades es incrementar continuamente, sin cesar, su capital y por eso la guerra nunca desaparece. Es la única manera de logar su desarrollo a costa del a miseria de otro. Es por esta razón que la bestia citadina de bajos instintos tiende anexionarse otros territorios que les aseguren más y más recursos para no perder su poder hegemónico en el planeta.

Las bestias citadinas de bajos instintos se valen de diversas tácticas para que otros pueblos asimilen la cultura del invasor. Para eso se valen de los mass media y de la tecnología, una forma de propagar y difundir mentiras como si fueran verdades.

Las bestias citadinas de bajos instintos son seres desprendidos de todo amor hacia sus semejantes, solo aspiran a su interés particular y nada les importa que las clases productivas de un país vivan en la miseria y desnudez, contrario a la naturaleza humana.

Las bestias citadinas de bajos instintos no creen en la paz y por eso constantemente propician la guerra entre los países. No desean que los pueblos vivan fructuosamente, administren sus propias riquezas para resolver sus problemas y vivir dichosos.

Las bestias citadinas de bajos instintos consideran el mercado como un absoluto al que deben subordinarse las personas, las sociedades y los gobiernos, sin ningún tipo de restricciones.

Las bestias citadinas de bajos instintos no creen en el reparto del trabajo y responsabilidades, en el equilibrio de las actividades económicas y sociales, en un orden mundial pacífico y solidario, en la plena igualdad de los sexos, en la emancipación cultural, ni tampoco en la gestión democrática e igualitaria de los asuntos colectivos.

Las bestias citadinas de bajos instintos no creen en el calentamiento global y por eso no hacen nada para reducirlo. Por tal razón son los responsables de progresiva agresión contra la atmósfera terrestre, la contaminación de las aguas (lagos, ríos y mares), del riesgo de anomalías climatológicas, de la enfermedad y muerte de los bosques, la desertificación, las altas tasas de mortalidad de las especies y de los accidentes ligados al petróleo y a la energía nuclear.

Las bestias citadinas de bajos instintos buscan la primacía absoluta de una esfera financiera privada capaz de despojar, hasta los límites pocos imaginables, de las prerrogativas del poder democrático de los estados.

Las bestias citadinas de bajos instintos están en contra de la igualdad en el acceso a la educación, a los servicios de salud, a la reforma de la propiedad y explotación de la tierra, a programas de viviendas para los más necesitados, y a una reforma fiscal donde los que tengan más paguen más impuestos.

Las bestias citadina de bajos instintos creen en la libertad absoluta del movimiento de capital, sin restricciones de barreras nacionales. Esto permite que el dinero sea un fin en si mismo que no se corresponda con transacciones de mercancía, ni de servicios ni, mucho menos, de inversiones productivas.

Busqué en mi desgastado cerebro algún ejemplar que se correspondiera con el perfil destacado en los párrafos anteriores y descubrí que en el hemisferio norte del planeta existen manadas de bestias citadinitas de bajos instintos que continuamente aparecen en la televisión, en la prensa y en las redes sociales. Lamentablemente aquí en Venezuela abundan unos cuantos especímenes como aquellos, quienes en alianza con sus amos del norte pretenden sembrar el caos y la destrucción del país. Quizás por esto el general Simón le escribió a Santander en 1826: "El instinto es un consejero leal; en tanto que la pedantería es un aire mefítico que ahoga los buenos sentimientos". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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