Dice el señor Maduro: "Vamos al factor de corrección, grábense este concepto para ir avanzando". Para tener tanto tiempo peleando una supuesta "guerra económica", la "corrección" llegó tarde, y el "factor" ahora es una sorpresa. Ya se ha debido desarrollar un sentido de la oportunidad para la lucha económica, así como el que tienen los capitanes para la guerra, conocer nuestra fuerza o fortaleza, saber tomar decisiones a tiempo (por ejemplo: cuando se ha debido prever el cambio del primer cono monetario y del segundo, la desaparición del efectivo, del billete de cien, el cambio de Merentes del BCV, la quiebra de PDVSA de manos de Quevedo, el negocio del dólar barato, dentro y fuera del gobierno, la hiperinflación, el éxodo de profesionales y técnicos de PDVSA y del país, pero también la desaparición del tercer cono monetario, las privatizaciones, etc…, por ejemplo, ya se debería estar anunciando el nombre del bolívar que vendrá el próximo año), a estas alturas de la "guerra" el presidenta debió haber aprendido algo y desarrolla un sentido adecuado para vencer en cualquier guerra.
Restan decisiones económicas, pero sobre todo políticas… Pero usar la cabeza, el sentido de la oportunidad, el único sentido efectivo para la guerra, una "virtud griega", la cual mereció ser adorada, como un dios al cual se le ofrendaba (kairos), así sería su valor dentro de un pueblo guerrero, ser objeto de la increíble capacidad de abstracción de uno de los pueblos más sabios de la historia humana. El sentido de la oportunidad, objeto de estudio de cuanto "coach" pendejo, de negocios y del "éxito personal" hay por ahí, resulta que no lo tiene ni lo ha desarrollado Maduro, y así pretende ganar una guerra y gobernar un país en supuesta revolución. El sentido de la oportunidad es conocimiento, es acumulación de experiencias, es claridad en los objetivos a alcanzar.
Maduro es incapaz de "sorprender" al enemigo porque lo tiene al lado, yo diría que él es su propio enemigo, si lo vemos como presidente de la república. Las decisiones (si es que son suyas) tienen que ser más políticas que económicas. Si vamos a gobernar con los chavistas y para la gente más necesitada hay que convocar a la gente más necesitada y a los chavistas a la lucha, no se puede dialogar con los empresarios, los cuales, siguiendo la lógica más llana del mundo, son nuestros enemigos directos. Por ejemplo, por qué no se ha ido Lorenzo Mendoza y las Empresas Polar del país ¿Por qué son nacionalistas y patriotas? Háganse la misma pregunta con todos los capitalistas que aglutina FEDECAMARAS, y reflexionen su respuesta. No se van porque, a pesar de todo, les va bien con la posibilidad de que les vaya mejor.
El gobierno (a pesar de las viejas chismosas y de los viejos chismosos) está claro en que no va a cambiar el rumbo para sus "soluciones económicas", no va a tocar un solo galpón de la Polar, por decir algo, a menos que sea para ponerlo más bonito, ni va revertir ningún acuerdo con los demás capitalistas. La política de control de precios o precios acordados es un parapeto, ¡siempre ha sido un parapeto!, a pesar de José Vicente Rangel y sus actos de fe por los grandes esfuerzos que hace y ha hecho Maduro para contener "La guerra económica". El programa de recuperación y prosperidad económica tiene el mismo valor que representan los precios acordados, mientras no se sepa con claridad para quién y para qué se está gobernando.
Son decisiones políticas, y estas decisiones nos obligan a saber qué es lo que estamos haciendo de cara a un objetivo fundamental, mayor, a una gran estrategia política. Y si ese objetivo es el de desarrolla las fuerza productivas capitalistas para competir en el mundo capitalista globalizado, entonces, estamos metidos en un problema grave, estamos en manos de nuestros propios verdugos, muy lejos de hacer una revolución socialista.
Hasta hace unos años ese objetivo era hacer una revolución socialista. Pero hoy, dependiendo del interlocutor del gobierno, si son pobre o ricos, ese objetivo pendula del socialismo a la "prosperidad económica", la cual se traduce en prosperidad económica capitalista, porque, donde esté activo y saludable el hocico del capitalista no hay economía socialista que valga.
Hasta hace unos años atrás, la única "guerra económica" que se conocía era la revolución socialista de Chávez, que fue una guerra económica en contra del capitalismo y su lógica; la única guerra política y la única guerra social. Sin embargo esta "guerra económica" se la reinventó Maduro para darle un tono dramático y personal a sus torpezas o desatinos (o sus acuerdos) con los llamados "empresarios honestos". Todavía, después de seis años robando a la sociedad venezolana, abundan en el gobierno, diputados, ministros, políticos, hasta opositores de los llamados chavistas originarios, que invocan, o que hablan de "empresarios honestos". ¡Empresarios honestos!, si son capitalistas y creen en el capitalismo, no pueden ser honestos. Y si no son capitalistas, son socialistas y producen en beneficio de toda la sociedad o distribuyen la renta de la actividad de la misma manera. En esto no hay términos medios (a pesar de las chismosas y lo chismosos, de los escritores de la farándula política)
El hachazo de Maduro tendría que ser a la nuca de los mercachifles capitalista y de los banqueros, de las trasnacionales, del imperio, para que realmente nos sorprendiera; de resto se trata de otro sainete. El asunto es que los actores van perdiendo forma y aburriendo al público. El hachazo de Maduro debería empezar por Quevedo, seguir con el Aissami, Menéndez, todos sus asesores oportunistas, en fin, con su política de conciliación con el capitalismo y renuncia al socialismo, con su política de lanzarnos a todos por un abismo. Si no, con su hachazo no habrá sorpresa para nadie, otra bufonería más, otro tramoya.