AMLO no es Chávez y México no es Venezuela

Este 1º de diciembre ha tomado posesión como Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), líder de la izquierda de ese país, quien se postulaba por tercera vez a una elección de ese calibre el pasado 1º de julio. Tal como lo pronosticamos, AMLO se alzó con el triunfo esa emblemática jornada estival. Con un margen avasallante de más de 18 millones de sufragios por encima de su competidor más cercano, el natural de Tabasco se erigía como el candidato más votado de la historia reciente de la nación azteca: 53,19% de las papeletas. Es que AMLO no ganó gracias al Instituto Nacional Electoral (INE), sino a pesar de éste: el comprobado prontuario delictivo de este vergonzoso organismo y su predecesor, el fenecido Instituto Federal Electoral (IFE), no era garantía de que la voluntad popular se respetase. Sólo una asistencia numerosa a las casillas y una abrumadora avalancha a favor de "El Peje", podían frenar cualquier intento de fraude del "establishment". A regañadientes y con toda la pataleta silente correspondiente, el Estado profundo ha aceptado el notorio revés en las urnas mas está a la expectativa, maquinando, conspirando y delineando las directrices que empleará para desgastar el presente sexenio. El "leitmotiv" de la burguesía mesoamericana es que la gestión de AMLO pase "sin pena ni gloria" y retomar Los Pinos en 2024 (o antes). La oligarquía local desea "enjuagarse la faz" y venderse como respetuosa de la "alternancia" democrática, pero la verdad es que le arde en el ¿alma? que arribe a la máxima magistratura del Estado un nacionalista, un hombre que se debe al "hoi polloi". No nos caigamos a falacias: la burguesía ha estado bregando desde el 2 de julio con la meta de sabotear a AMLO y su programa de gobierno.

Como era de esperarse, la derecha mexicana ha puesto en práctica el libreto de la CIA yanqui para instrumentar su guerra sucia contra López Obrador: el mismo guión aplicado en el Chile de Allende, entre 1970 y 1973, y en la Venezuela de la Revolución Bolivariana desde 1998. No se preocupa ni en disimular el asunto y hasta recicla los chistes que escuchamos contra Chávez hace 20 años. Célebre es aquel donde una maestra, en plena clase, inquiere a sus alumnos acerca de los favoritos para los comicios presidenciales y una niña espeta que su preferido es Chávez. La educadora, atónita, repregunta a la infante la razón de su inesperada respuesta. Ante esto, la chiquita replica: "Maestra, es que mi papá dijo que si ganaba Chávez, ¡nos íbamos a vivir a Miami!". En 2012 y 2018, la chacota yacía casi idéntica y nada más se trocaba el nombre de Chávez por el de AMLO. Voilá! En ídem dirección, la derecha de esas tierras exhibe sus "cualidades" predictivas al enunciar que México sufrirá de escasez, inflación y "mala" administración, como en la Venezuela chavista. Eso sí, se guarda muy en secreto que la escalada de importes -al Norte del América del Sur- es consecuencia de un marcador cibernético terrorista denominado Dólar "Narco" Today, sin contar que la clase empresarial-comerciante venezolana ostenta brechas de usura de hasta 100 mil por ciento y desde hace bastantes años es experta en acaparar bienes con el propósito de disparar sus precios. Venezuela está bajo un asedio sistemático de Washington, la Reserva Federal y el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Causa? Su petróleo, su oro.

AMLO es un dirigente nacionalista, de extracción popular. Una persona sencilla y vehemente. Su discurso coherente y sensible ha tenido un efecto indiscutible en las masas. AMLO no es Chávez (*). El Comandante Eterno era militar, nacionalista y se declaraba socialista, antiimperialista. AMLO nunca ha enunciado ser marxista, socialista o comunista. Claro está, como antes señalamos, es un político con un profundo sentido de servicio público y digno exponente de la Doctrina Estrada, verbigracia; el tabasqueño aboga por un Estado fuerte, regulador y fiscalizador, además de defender la lucha sin cuartel contra la corrupción, entre otros elementos. AMLO es juarista y Chávez era bolivariano, lo cual conduce por caminos diferentes a un destino común: la edificación de una Patria Grande que esté libre de toda injerencia imperialista. Por ende, es una soberana sandez esgrimir que AMLO sea como Chávez o que desarrollará planes análogos a los del estadista venezolano: el mexicano tiene su personalidad, así como el Comandante tenía la suya. El México de la actualidad también es distinto de la Venezuela de 1998, a pesar de que existan similitudes en varias áreas de la coyuntura política, económica y social. Así como Chávez halló la "vía venezolana" a la salida de la crisis del modelo puntofijista de la Cuarta República, AMLO está en el deber de encontrar la "vía mexicana" que deje atrás el abyecto paradigma "priísta-panista" de los últimos seis decenios. Por supuesto, es evidente que la Revolución Bolivariana ha sentado las bases de una fórmula exitosa que otorga el poder al pueblo a través del proceso constituyente originario. De hecho, los acontecimientos políticos en Bolivia y Ecuador, de años recientes, son hermanos de la Constituyente venezolana de 1999. Dos décadas más tarde, nuestro México está por adentrarse (con sus peculiaridades) en una dinámica semejante. AMLO es el sujeto histórico que permitirá la transición de la Nación a un estadio superior donde se despliegue, en rebosante esplendor, la democracia directa y protagónica. Su responsabilidad con el presente y el futuro es muy alta.

LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE, EL PODER ELECTORAL Y LA REELECCIÓN PRESIDENCIAL

Como ya expresamos en pretéritas oportunidades, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) es un evento inexorable si se aspira a concretar cambios de enorme calado en nuestro México. La refundación del Estado y sus instituciones es una fase obligatoria si la intención es generar una transformación que trascienda las venideras generaciones y sea un hito en la Mesoamérica; la proposición de marras puede partir de AMLO o del poder popular organizado y la labor educativa será dura, puesto que los detractores de la ANC utilizarán las estratagemas más rastreras en función de desprestigiarla y establecer delirantes paralelismos con la "deriva" venezolana. Verbigracia, la reciente consulta ciudadana relacionada con el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que se levantaría a las afueras de la citada urbe, cuyo resultado fue un rotundo adverbio negativo a esa iniciativa arquitectónica, podría ser un interesante preludio a un hipotético referéndum acerca de la conveniencia o no de una ANC.

Una de las prioridades de la novel Carta Magna derivada de una ANC en nuestro México, debería ser la configuración de un Poder Electoral independiente que sea auténtico garante del dictamen de las masas. En ídem sentido, el aval constitucional de un sistema automatizado de escrutinio lograría blindar a los sufragantes de las triquiñuelas de funcionarios inescrupulosos. Erradicar el delito comicial de la realidad mexicana debe ser un estandarte de AMLO y la ANC sería una extraordinaria herramienta para afianzar ese anhelo. Otro tema que necesita abordarse en una ineludible Constituyente, es el de la reelección presidencial, lo cual se ha posicionado como un estridente tabú en esas latitudes. Admitámoslo: AMLO no podrá acometer en un sexenio todos los cambios requeridos por el país y es perentoria una continuidad de orientación, de liderazgo, por un lapso considerable. El relevo presidencial implica descomunales riesgos. Si no lo creen, atisbemos lo ocurrido en Ecuador: Rafael Correa confió el testigo a su Vicepresidente, Lenin Moreno, y éste acabó torciendo la ruta de la Revolución Ciudadana. Esa traición es muy factible en México y la derecha vernácula hará harto esfuerzo en cimentarla, no nos quepa la menor duda de ello. Por lo tanto, el debate en torno a la reelección presidencial es primordial: la postulación continua es una figura vigente en democracias del mundo industrializado como la francesa, donde el Jefe de Estado no tiene límites en ese ámbito y puede presentarse como candidato las veces que lo considere pertinente. Es falso que la reelección signifique un retroceso para la Nación y, por el contrario, sería un componente vigoroso si se acompañase de otro mecanismo novedoso: el referéndum revocatorio de mandato. O sea, el Presidente se sometería a la evaluación de las masas a mitad del sexenio y ello sería un fabuloso dispositivo de protección contra el autoritarismo o la perpetuación: la gente tendría la última palabra. Por ejemplo, en Venezuela existe la postulación continua para todos los cargos de elección popular y el referéndum revocatorio es un derecho constitucional. Sin duda, en nuestro México es crucial polemizar -sin complejos, sin miedos- acerca de la materia.

Este 1º de diciembre ha comenzado una nueva era en el terruño de los guajes de plata, los baúles de madera laqueada y las marimbas de ámbar. Renace la esperanza en un lugar maravilloso de nuestra América y el apoyo de todos los revolucionarios es clave para que AMLO cristalice los objetivos que demandan millones de mexicanos. La abrumadora victoria de julio fue una brutal derrota para Washington y el Tío Sam no descansará hasta derrocar o asesinar a López Obrador. Que el pueblo cuide a su líder y no se salga del rumbo hacia un porvenir liberador. ¡Viva México!

ADÁN GONZÁLEZ LIENDO

@rpkampuchea

P.D. AMLO se enfrentará al Estado profundo y tendrá que desarrollar misiones sociales, como las implementadas por la Revolución Bolivariana, con el fin de sortear las trabas burocráticas de un entramado anquilosado. El control sobre PEMEX, un Estado dentro del Estado, es otro de los desafíos: una distribución equitativa de la renta petrolera es ineluctable en la construcción de un México libre de pobreza. Tampoco olvidemos a los maltratados ex trabajadores de Luz y Fuerza del Centro. Hay que neutralizar el "deep state" artífice de la farsa de la guerra contra el narco (junto con la CIA y la DEA) y ejecutor de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Igualmente, López Obrador debe estar muy pendiente de los infiltrados de la oligarquía en su movimiento y vigilarlos muy de cerca.

(*) AMLO no es Chávez, aunque el ideal de ambos es similar: acabar con la miseria y la exclusión social. Eso no agrada a ninguna burguesía. A López Obrador lo atacarán por no ser "cachorro del Imperio", ya que Washington exige subordinación total.



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Adán González Liendo

Traductor, corrector de estilo y locutor

 elinodoro@yahoo.com      @rpkampuchea

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