Queridos Papás de mi país:
Aunque el hambre cercene nuestros huesos no dejemos de soñar, de tomar aliento ante la adversidad, ante la impostura de las miserias, la canalla del odio, el revanchismo del mediocre, la usura del desalmado, el usufructo del desconsiderado y la amoralidad del ladrón.
Aunque tus fuerzas desmayen por la impotencia, la inviabilidad de tus quejas y razones, el abatimiento comprensible ante la ineptitud y la corrupción, el dolor por la postración de la salud del entorno más preciado y toda forma de desmerecimiento de tus valores más caros; no te des por vencido, no te amilanes, no te arrodilles ante el cobarde, el traidor, el asesino, quienes te hieren con su gran capital, con sus riquezas foráneas, su poder económico, político, mediático; sus artimañas, sus vicios, sus locuras absolutas.
Aunque la soledad, el desempleo, el olvido, las tristezas y las penurias se recuesten a tu ser, a tu sombra, a tus huesos, piensa que el sol alumbra, bendice, ilumina. Toma de los resplandores la llama de tus esperanzas. Serás grande si no te dejas vencer. No te ancles. No dejes que el cieno te socave. Que la dura roca te mutile. Que la indiferencia melle lo más profundo de tus anhelos. Todos conocemos las derrotas. Hemos vivido antes las calamidades de la hostilidad. Sin embargo, nos mantuvimos en pie y hoy más que nunca debemos resistir los embates, las manipulaciones, las orgías de la muerte. Que nadie ni nada te engañe. Mantente sereno y despierto. No te doblegues nunca.
Querido hermano, padre de niños y niñas, de jóvenes, de hombres y mujeres de mi patria; no olvides que este terruño es común, es de todos, nos pertenece. Por eso, edifica no destruyas, siembra no quemes, levanta no tumbes, limpia no ensucies, colabora no te quejes, aporta tu voluntad no tus egoísmos, muéstranos tu sonrisa y tu fe no tu miserias ni vileces. Bien que estés en el campo o la ciudad, en el mar o en los ríos, en las montañas o selvas, te necesitamos para producir, para aportar al país, para ayudarnos recíprocamente. No te dejes llevar hacia la destrucción por seres alocados, alucinados, perdidos de toda cordura. Tus manos son una bendición genética o divina, según sea tu parecer, prestas para construir, para trabajar, para hacer arte, deporte, música, obras de todo tipo, de todo género, y no sólo cenizas. Ningún otro padre merece que tú le destruyas lo suyo por capricho, por impostura, por soberbia; porque al hacerlo, nos destruyes a todos.
Estimado Papá venezolano:
Medita, piensa, razona. No a las drogas. No al crimen. No al robo. No a la corrupción. No a la deslealtad. No a la traición. No al engaño. No a la bajeza. No al soborno. No a la manipulación. No a la violencia doméstica. No a la violencia religiosa. No a la violencia colectiva. No a la violencia callejera. No a la quema de negocios, empresas, medios de transporte y seres humanos. No a las armas. No a la desidia y la irresponsabilidad. No a la impunidad. No al odio. No al bachaqueo. No a la complicidad. No al abatimiento. No a la muerte.
Querido Papá venezolano:
Tengamos fe entre nosotros para que preserve la cordura y la armonía. Aporta tu granito de arena. Protege a los tuyos como yo protejo a los míos. No permitas que otros los sometan al escarnio y los utilicen como escudos humanos. Déjalos estudiar en paz y trabajar con responsabilidad. Cuídalos en todo sentido y no seas indiferente. No trasmitas tus odios e intereses particulares al hijo y la hija porque no lo merecen. No odies a tu país porque es tu único país, verdaderamente. Por eso nos sumamos y nos seguimos sumando, y ya somos más de treinta millones. Si eres padre, eres país. Si matas, matas al país. Si odias, odias al país. Por eso Venezuela te bendice, pero también Venezuela merece tus bendiciones. Sé un buen padre, un buen hijo, un buen abuelo, un buen amigo, un buen compañero, un buen marido, un buen esposo. En suma, sé un buen venezolano. Un buen ciudadano, y por supuesto, un buen papá. No te pedimos más, no pedimos menos. Si lo intentas, si lo logras, ¡FELICIDADES PAPÁ!