Dos Miss Venezuela con sabor a pueblo

"La belleza, la verdadera belleza acaba

donde empieza una expresión inteligente."

Oscar Wilde

 

La belleza de la mujer venezolana, se ha convertido en un hermoso ramillete de flores, para seguir adornando al mundo, a pesar de la envidia, y las voces malintencionadas, que parecen fundir el acero, cuando hablan. Esto quedó demostrado en los dos recientes concursos de bellezas: uno realizado en Tailandia, el miss Universo; el otro, en nuestra querida patria, cuna de encantadoras, y aguerridas mujeres, siempre dispuestas a enfrentar cualquier jurado calificador. Las dos miss Venezuela, florecieron en dos barrios, donde la pobreza, es opacada por la dignidad, y el talento en la expresión, pero además el amor está por encima del odio. Sin embargo, no faltaron, algunos trasnochados, empeñados en chamuscar con sus encendidos rostros, el origen humilde de nuestras dignas, y expresivas féminas–por donde se les mire– sin entender el valor de la expresión en medio de un reto, que significa salir de un barrio, para participar en un concurso, siempre reservado a una elite.

Desde el barrio "Guamachito" en el estado Anzoátegui, hasta el populoso Petare en la capital de la República, se extendió la elegancia, y popularidad de estas mujeres, para envolver a toda Venezuela, con su fluido modo de expresarse; recordándonos a otra bella mujer, ya fallecida, la inolvidable Carmen Susana Duijm Zubillaga, mejor conocida, como Susana Duijm; la primera hispanoamericana en ganar un título de belleza internacional, con todas las limitaciones económicas que tenía, porque a todas estas, tuvo que reunir el pasaje con una madrina. Sin embargo, tumbó todos los pronósticos–como dicen en el ambiente hípico–para ceñirse la corona de Miss Mundo, por allá en 1955. Después la historia, fue otra, pero nadie puede negar su origen humilde, y la manera muy clara para responder, cualquier provocación.

Todos los pasos dados en la pasarela por Sthefany Gutiérrez, en el Miss Universo, e Isabella Rodríguez, en el Miss Venezuela, desparramaron un toque de sensualidad, robándose pícaras miradas del sexo opuesto, y expresiones de admiración del público amante de la belleza, cuando sutilmente va envuelta en la inteligencia, y el coraje suficiente para enfrentar grandes retos, el cual viene de los tiempos del gran Guaicaipuro, y su compañera Urquía, pasando por la época de la independencia, cuando aparecieron: Manuela Sáenz (manuelita, la amante inmortal), Luisa Cáceres de Arismendi, y otras tantas, quienes se lanzaron por el camino de la libertad, con la dignidad suficiente para servir de ejemplo.

Los conceptos sobre la belleza, muchas veces, coloca a cada quien en su sitio. Ejemplos hay muchos, pero solamente voy a tocar, la opinión del dramaturgo Moliére, cuando dijo: "La belleza del rostro es frágil, es una flor pasajera, pero la belleza del alma es firme y segura.". En contraposición se puede señalar al retirado organizador de los concursos del Miss Venezuela, Osmel Sousa, cuando dijo: "Se puede cultivar la inteligencia, pero la belleza no", esto queda en el aire; la belleza se puede cultivar, como flores en un jardín, porque es algo relativo, y si no es así, quiero la explicación, cuando oímos las expresiones de damas venezolanas, metidas en la política–de origen humilde– aun, cuando no podemos calificarlas para un concurso de belleza, pero terminan arrugando el traje, con adefesios que el tiempo no puede borrar (Yo tengo cubridos todos mis gastos) Blanca Ibáñez o Delsa Solórzano, y sus "famosos" barriles de petróleo, dejando boca abierta a su mismo progenitor, cuando dijo (se puede hablar mucho sobre el tema, pues no solo debe contemplarse qué hacer con el barril de petróleo que llega a Venezuela, sino con el que sale de ella).

Los grandes medios, han tratado de opacar la belleza, e inteligencia de Sthefany Gutiérrez, e Isabella Rodríguez; fieles representantes de nuestro gentilicio, sin color político, pero en medio de una situación económica, arreciada por el odio, el racismo, y algo que han tratado de resaltar de manera grotesca: la diferencia de clase. Sin embargo, en el firmamento venezolano, estas caras lindas y risueñas, han demostrado, que la inteligencia, y la belleza, muchas veces se fusionan haciendo grande al ser humano, en medio de todas las dificultades, sin tomar en cuenta sexo, religión o posición económica, porque al final, lo que cuenta, es saber, donde se pisa, para no resbalar.



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Narciso Torrealba


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