En este principio de año la atención la ocupa la permanencia del madurismo en el poder. Por supuesto, la costra se aferra, se obstina, cada día pierde más el pudor y se desliza hacia territorios de crueldad; miente, reprime, inventa peligros, crea las bases psicológicas para el fascismo. En la oposición las ganas se dividen entre los maricorinos, que sueñan con un golpe con napoleón bravo diciendo "tenemos un nuevo presidente", y los zambranos, que sueñan arrodillados con un nuevo pacto de punto fijo. En resumen, ni el gobierno tiene el teorema para permanecer, ni la oposición la vía para salir del madurismo.
El problema es grave, un estamento político tullido, un profundo vacío de dirección, una falta total de vanguardia, y esta situación sucede en un país en disolución terrible. El país, la Patria, se nos disuelve en frente y nadie hace nada; vivimos las mentiras de unos y la inopia política de otros. El que no cruza las fronteras se refugia en su pequeño mundo tratando de sobrevivir.
Es necesario hacer algo, nos hundimos en el océano de nuestra propia incapacidad, de nuestra parálisis, la mediocridad espiritual nos carcome el piso, desaparece el pensamiento, se esfuma el sentimiento, nos transformamos en espectros que deambulan en una vida sin sentido.
No hay respuestas sencillas, recetas milagrosas; de la misma realidad, de sus entrañas, surgirá la solución. Dependerá de la calidad de las reservas morales que aún queden en las grietas de la Patria. Es así, la batalla principal se libra en las profundidades del alma nacional, es entre el espíritu altruista, tantas veces derrotado, y la serpiente calculadora asesina de los sueños. La contienda se aproxima a su desenlace, el agotamiento de lo existente reclama un cambio, que puede ir desde la disolución del país tal como lo conocemos, hasta una luminosa aurora que indique el inicio de la recuperación moral de la nacionalidad, el rescate del espíritu patrio, del sentido de lo nuestro, el reencuentro con una visión de la vida más allá del vil egoísmo.
La historia, que es la única herramienta para entender el presente y el futuro, nos indica dos posibilidades: continuar creando las bases psicológicas del fascismo, creando una masa inconsciente, embrutecida, capaz de todo por un pedazo de nada; y sabrá Dios las últimas consecuencias, los destinos postreros de este rumbo, seguro al final espera un pinochet, quizá disfrazado de bolsonaro. O por el contrario, un puñado de hombres resumirán en una acción la humanidad perdida, y despierten en el fondo del alma colectiva la vergüenza del abandono del sentido de sociedad, de pertenencia a la Patria.
Quedan sesenta días, poco tiempo, lo que pase en este pequeño lapso definirá el rumbo nuestro y el del continente que enfrenta una resaca de socialdemocracia fallida, de populismo agotado que desemboca en el anticomunismo que justifica las dictaduras más horrorosas, a Hitler a los militares del cono sur, a los Bolsonaros.
Los líderes, los que pueden dirigir a la masa, tienen la palabra, seguirán en sus cómodas posiciones, sus comités tontos, sus intervenciones fútiles, o se unirán sin tanto melindre y darán una sorpresa al país y al mundo, asustarán al madurismo traidor, presentarán cara a la derecha. Ellos tienen la palabra…