"Si no cambiamos de forma de sentir(pensar) y de construir la casa universal de los hombres, podemos destruirnos todos, no por falta sino por abundancia cancerosa del Dinero que chupa, contamina y seca la savia de nuestro árbol humano, el aliento de nuestra más honda conciencia divina"
Xabier Pikaza
"La avaricia es el más estúpido de los pecados capitales, porque tiene una posibilidad o un poder que nunca lleva a cumplimiento"
Humberto Galimberti
La causa primera de la que a su vez se derivan los deseos y pasiones para realizar actos antiéticos es la ignorancia. Ésta no se refiere a que las personas (hombres y mujeres) que detentan un cargo sean ingenuos o faltos de instrucción en su formación profesional; se refiere a la falta de comprensión y madurez de juicio para llegar a la excelencia humana, lo que permite actuar en torno al bien del semejante.
La ignorancia humana impide que las personas alcancen un grado de consciencia que, por un lado, permita discernir sobre cada uno de sus actos, y por otro, haga comprender qué actos son dignos de llevar a cabo y cuáles son censurables. La ignorancia es considerada como la madre de todas las pasiones humanas, la causa de que el hombre realice verdaderas bestialidades. Son diversos los autores que tratan esta tendencia del ser humano a realizar bajezas.
Para Confucio: "Los hombres ignorantes y malvados, cuando se encuentran solos y no son vistos, actúan de una forma perversa y se entregan a sus vicios; sin embargo, cuando se ven frente a un hombre virtuoso intentan presumir de que se le parecen".
Para Aristóteles: "En cuanto a los actos que cometemos por ignorancia son todos voluntarios; pero sólo es involuntario la acción que es aflictiva y va seguida de arrepentimiento. Pues el que actúa por ignorancia y no experimenta desagrado por lo hecho, sin duda actúa no voluntariamente porque no sabe lo que hace; pero por otra parte, tampoco obra involuntariamente, porque no experimenta ninguna tristeza por ello. También hay una diferencia entre actuar por ignorancia y actuar en estado de ignorancia, pero todo hombre malo ignora qué cosas hay que hacer y qué cosas hay que evitar, y por esta clase de error se dan los hombres injustos y malos". (Etica Nicomaquea, 1110b)
Para el filósofo Friedrich Nietzsche: 'La mayor pasión que tiene la humanidad es el amor por la ignorancia ".
Cuando el hombre es incapaz de conocerse y dominarse a sí mismo entonces es presa fácil de la ignorancia que, al unirse a deseos malévolos, genera pasiones que le impulsan a realizar actos indebidos, actuando en sentido contrario a la razón. Los motivos más comunes en el ámbito público, fruto de esta ignorancia, que dan pie a actos de corrupción son: la codicia, la avaricia, el anhelo de poder y el vacío existencial.
La codicia
La codicia es el deseo excesivo por apropiarse de algo. Este vicio, que no tiene límites, anhela poseer lo que otro tiene. El ser humano nunca está satisfecho con lo que posee debido a que es codicioso "por naturaleza". No importa cuánto posea, ni la cantidad o calidad de los bienes que tenga, siempre ambiciona más. Apenas consigue lo que deseaba cuando ya tiene algo nuevo para codiciar. La ambición del hombre y la codicia son motivos que dan lugar a la mayor parte de los crímenes voluntarios. Basta la codicia de un solo hombre en el gobierno para que sirva de ejemplo y se extienda en cascada.
Al respecto, el filósofo Lao Tse escribió: "No hay mayor error que consentir los deseos. No hay mayor desgracia que ser insaciable. No hay mayor vicio que ser codicioso. Quien sabe contenerse siempre estará saciado" ( Tao te ching, XLVI).
La avaricia
La avaricia es el afán desordenado de poseer riquezas para atesorarlas. La avaricia es un elemento clave dentro de la forma de vida contemporánea. Este vicio ha crecido en exceso porque es el principio bajo el cual el sistema económico internacional se ha desarrollado. En la economía de mercado el dinero tiene tanta importancia que de ser originalmente un medio para vivir, se convierte, con frecuencia, en el fin de la vida. En consecuencia, cambian las actitudes y comportamientos de los hombres hacía un individualismo y un egoísmo exorbitante. Cuando se descuida la educación ética y filosófica explotan los deseos y se ama demasiado el dinero, dando paso a la avaricia. En esta situación, los individuos pueden volverse esclavos del dinero, viven para él sin querer jamás desprenderse del mismo. Los avaros acumulan riqueza a costa del empobrecimiento de otros. En contraposición a esta acumulación de riquezas hay una disminución de los valores internos, de los principios éticos.
Confucio decía que cuando "a un príncipe (gobernante) únicamente le importa el enriquecimiento de su reino, los ministros sólo ambicionarán acumular riqueza para los suyos, y los funcionarios y los hombres del pueblo tampoco perseguirán otra cosa que su propio enriquecimiento".
En el fondo, la avaricia lleva a la idolatría, a la adoración de ese dios mudo, Mammon, del que Jesús decía que era Mammón el demonio de la Avaricia fue un ángel en la antigüedad que su visión de la belleza iba más allá que la de cualquier ángel, la belleza para el era el oro y día a día se quedaba perplejo con la cantidad de oro que están compuestas las calles del reino de los cielos. Este ángel siguió a Lucifer en el destierro y luego lo ayudo junto con Belcebú para atacar a los ejércitos de Dios y a pesar que Lucifer solo buscaba gloria, Mammón solo buscaba el oro en la batalla. Mammón es el arquetipo de la avaricia, la codicia y el materialismo, es el demonio que sonríe ante los abusos del capitalismo salvaje, el incremento de la brecha entre ricos y pobres y la servidumbre del alma humana a la sed desmedida por adquirir dinero, ya sea para hundirse en las aguas del hedonismo desmesurado o para rendir culto al vacío trabajando para fantasmas como el estatus o el poder económico. Mencionado por Jesucristo en el Sermón de la Montaña, Mammón es un demonio que no comparte su espacio con los deseos que Dios inspira en el hombre pues, como dijo El Maestro, "no podéis servir a Dios y a Mammón"