El circo del imperio romano era completo; tenía su arena con fieras, sus gladiadores, y no faltaban otros sacrificios. Las luchas alegraban las tribunas y la masa, ingenua, creía que decidía la suerte de los luchadores, el pan acompañaba el circo.
La historia se repite a través del tiempo y de la geografía humana, el sistema de pan y circo es apropiado para los gobiernos viles. En el mundo se ha aplicado el pan y circo en abundancia, lo han hecho y lo hacen dictaduras y también gobiernos llamados democráticos. La cuarta república lo empleó a plenitud: las romerías blancas, el reparto en las elecciones, la compra de adhesiones era lo común. El circo, la manipulación de las masas, era casi perfecto, los gobernantes permanecían cuatro años, la carrera comenzaba al terminar una elección, el ambiente deportivo de las elecciones igualaba al béisbol o las luchas por televisión, a los chismes de farándula y de palacio. No faltaron las tensiones con Colombia, el Caldas es un ejemplo.
Un gobierno sostenido en el pan y circo es un gobierno inestable, cualquier cambio en el viento hace zozobrar a esa nave. La socialdemocracia tiene mecanismos para recomponerse del desgaste de sus gobiernos: la esperanza en una próxima elección calma los ímpetus, la alternabilidad le proporciona la estabilidad necesaria, a cada gobierno agotado sucede un gobierno que hace del juzgamiento de los funcionarios del gobierno anterior un circo. Así sucede con Cristina, también con Correa; la acusación de corrupción es protagonista de este circo, deleita a las masas indoctas.
Hoy en Venezuela tenemos un buen ejemplo de gobierno socialdemócrata, pragmático, que no le quedó más remedio que apelar al pan y al circo. Y así inventó las bolsas clap, los perniles, los bonos, dakazos, los petros. Todo fue en vano, destruyeron a la gallina de los huevos de oros, demolieron a PDVSA, y ahora no hay pan; sólo le queda el circo, y eso lo hacen muy bien. Ahora bien, el circo sin pan, tarde o temprano, pasa los límites de la tolerancia, se vuelve contra el dueño y sucumbe en el terror.
Aquí el gobierno, sin pan que repartir, escogió el camino de Las Malvinas, estimular el patrioterismo, y se ha inventado una invasión, una guerrita de mentirita, desempolvó la animadversión contra Colombia que viene desde la traición a la Gran Colombia, a Bolívar. Se ha inventado una agresión gringa, mientras entrega el territorio a las compañías gringas; se ha inventado un patrioterismo desteñido, y entrega el país a chinos y rusos.
Usa el supuesto peligro de invasión para evitar la reacción patriótica y chavista de la Fuerza Armada, pero la misma amenaza produce la necesidad de salir de unos locos guerreristas, y más cuando la agresión es contra nuestros hermanos colombianos. La amenaza de guerra, las alertas de que ahí viene el lobo son creídas por los cándidos y van creando las bases psicológicas del fascismo, esa práctica conduce a un enfrentamiento tan inútil cuanto esquizofrénico.
El gobierno agotado, sin pan ni circo, es alto peligro… aún hay tiempo.