Las palabras se las lleva el viento, las acciones nos delatan, por eso una acción clara inculpa al hipócrita, al que todo lo disimula, "por las acciones te conocerán" dice el evangelio. Sin embargo, cuando la palabra del presidente refuerza la "falta de carácter" diciendo "Bueno, nos equivocamos, ¡Qué se le va hacer!", "¿Emitimos dinero inorgánico?…, ¡Esas cosas que pasan!", cuando justifica la propia irresponsabilidad con un tono fatalista, la palabra corrompen, sobre todo si son las palabras del líder, del presidente de un país. De ahí a eructar en público, a meter la pata en público por desidia o ignorancia de lo básico, es decir, imponerle a sus gobernados malos hábitos y modales, no hay nada; la impudicia, por lo general, es más perniciosa que la hipocresía; siquiera el hipócrita guarda la compostura para bien de la armonía social, el hipócrita esconde sus malas intenciones detrás de "buenos modales" o de los mejores modales, pero el impúdico los refuerza, rebaja a los demás a su propio nivel.
La solicitud a través de un emisario del gobierno de una entrevista a la cadena FOX con María Elvira Salazar, para que Maduro le enviara el mismo mensaje que ya todos sabemos a Trump –el cual no lo quiere recibir ni escuchar- es un acto de desesperación bochornoso. El gobierno, en especial el lado del presidente, se ve emboscado ("mira jefe, ¡no sigas presionando!, ¡vamos a hablar!"), aprovecha su posición y el momento para enganchar a la periodista en una conversación no solicitada (sino, más o menos, negociada). Por más que Maduro insista en que se trata de otra cosa, tiene miedo; si palidece, atropella las palabras como con miedo…, debe ser miedo, lo que siente el presidente, por lo menos, ahí.
Lo poco que se ve en el video que presenta la entrevista es feo, y ese primer pedacito de la entrevista es lamentable, da "pena ajena". Un presidente suplicante, pálido del susto, repitiendo las mismas palabras, o sea, las misma "razones" oídas por todos mil veces, incluyendo a los funcionarios de Trump, para que no nos aíslen del todo, para que no sigan presionando al país (que en el fondo es a él y a su gente de confianza). La única utilidad que le vemos a esta lamentable entrevista es para que sus seguidores se convenzan de que Maduro está realmente "nervioso" –se nos pega eso de los eufemismos- y que sus alardes y bravuconerías son teatrales, no pasan de ahí. Por eso insistimos en que al presidente cuando habla hay que interpretarlo, pero justo entendiendo lo contrario de lo que afirma.
De sus palabras nadie se acuerda, de sus significados ¡todos!, porque la acción del presidente siempre contraría la realidad, o viceversa, la realidad contraría sus palabras. Cuando Maduro dice que no se trata de miedo, sino que él es amante de la paz y del diálogo, miente. Primero, porque, de ser cierto lo que dice, está pensando en su propia paz, y no en la de los venezolanos que vivimos sin que a él le importe mucho (hay mil millones de razones para decir esto, "Mil millones de euros para la Misión Venezuela Bella…), la guerra diaria que hace el capitalismo contra el común de las personas, la guerra de la inflación contra la población Segundo, porque el diálogo que debería tener Maduro es con las mayorías, que somos los que padecemos y los mismos que eventualmente podemos sacarlo malamente de su "zona de confort" como dicen ahora, es decir del gobierno…, no con Trump, no con los abominables empresarios; esas sanciones afectan más sus intereses que lo nuestros, que estamos en las últimas, en un punto crítico donde nos resultan indiferentes los discurso, las razones, esa hemorragia de palabras vacías para justificar actos tan penosos como esa postración y todos los demás disparates, delirios, torpezas. La única política que se va decantando en el gobierno es la manipulación, llana y vulgar.
Cuando se va de salida, como los capitanes de barcos, hay que tener dignidad, un poco de dignidad no hace daño, antes de desaparecer de la historia, del país o en el fondo del mar.