"De la igualdad procede la desconfianza. De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y en el camino que conduce al fin (que es, principalmente, su propia conservación, y a veces su delectación tan sólo) tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro"
Hobbes,
Traición, traicionar, traidor
Quien reconstruye el entorno conceptual de la palabra "traidor" enseguida se topa con denigraciones: "artero", "taimado", "zaino", "pérfido". Estas sugieren ya que, en estos casos de manipulación, se considera que la condición de astucia se ha puesto al servicio de una dominante condición de malicia, pero se puede hacer esto de muchas maneras, pues muchas son variedades de traición. En un extremo, hallamos las traiciones públicas, entre éstas las más publicitadas son las traiciones políticas. (A menudo la práctica de espiar es sin más una forma de traicionar; por ejemplo, cuando pagado por el enemigo, P espía a la comunidad de la cual ha declarado sentirse honrado de formar parte -un país, una corporación industrial-. Sin embargo, hay traiciones públicas más sutiles, como cuando en un partido político un dirigente, por interés puramente personal -dinero, poder-, hace alianzas secretas con cierta oposición que contradice los principios mismos del partido al cual oficialmente pertenece.) A cada paso, en el otro extremo de las traiciones públicas, nos encontramos con ese exasperante fastidio o, con frecuencia algo más, las traiciones domésticas: traiciones privadas pero no por eso menos generadoras de mala vida. De esta manera, las reacciones habituales a estas prácticas que se caracterizan como traición, traicionar -y la persistente desolación y, no pocas veces, la furia con que responde quien o quienes han sufrido una traición- son otra prueba de la importancia que pública y privadamente se da no sólo a la confianza inter personal, sino al confiar en general, pues, si tanto rechazo despiertan las manipulaciones (abusos, desviaciones...) de la confianza, es porque se la valora en alto grado. No obstante, ¿qué agrega la acción de traicionar a las otras acciones de la clase "manipular", por ejemplo, a engañar, que la vuelve tan condenable? ¿Por qué se considera que la traición es ostentosamente miserable, canalla y, en algunos casos, repugnante?
Aunque las traiciones públicas y privadas persiguen propósitos diferentes y, de caso en caso, la traición se lleva a cabo en diferentes grados, común es cierto marco en el que se desarrolla cualquier traición. Este articula alguna relación importante (pública, privada) y sus correspondientes expectativas, como las que se frustran en la traición a la patria, a un ejército, a una corporación industrial, a una esposa, a un amigo, a un colega.
Para elaborar un poco los modos de actuar a los que se hace referencia con palabras como "traición", "traicionar", parto sobre todo de las traiciones públicas. En cualquier caso, hay que insistir en que toda traición tiene como marco previo una relación relativamente importante de confianza. Así, se le atribuye a T traición a P si 1) T hace creer a P que puede confiar y, así, P se siente motivada a depositar explícitamente en T su confianza singular y acrecentarla, o condición de escenificación de la confianza con la intención de acentuar la dependencia; 2) T rompe intencionalmente con la confianza de P, o condición de engaño; 3) T procura dificultar y hasta hacer imposible las respuestas directas de P, entre otras, la indignación y, sobre todo, los reclamos específicos de P, o condición de enfático ocultamiento.
La pregunta "¿qué agrega la acción de traicionar a la de engañar que la vuelve tan condenable?" puede reformularse como ¿qué agregan a la condición 2, o de engaño, las demás condiciones de la traición, las condiciones 1 y 3? Sin embargo, en este momento interesa prestar atención a la siguiente conjetura: si engañar ocasiona una ruptura de confiar, presumiblemente las diversas condiciones de ese subtipo extremo de engañar que es la traición de nuevo confirman de modo indirecto las condiciones de confiar. ¿Cómo?
T no sólo suele tomar en cuenta los grados de dependencia que P ha puesto a su disposición según la condición 1 de la confianza, sino que, con malicia, busca activamente motivarlos: producir más y más abrirse a, apoyarse en... y, además, escenificar ese abrirse como sin riesgos. En lo posible, se busca consolidar la dependencia por doquier.
De ahí que T no sólo tiene en cuenta la condición 1 de quien confía, sino que, como suele señalarse, "taimadamente la expande": T intenta acrecentar la vulnerabilidad de P para aprovecharse mejor. Por eso, para ejecutar con más eficacia la traición,T busca hábilmente multiplicar los signos de confianza. (Por ejemplo,T se hace buen compañero de aquellos a quienes va a traicionar, ofrece muestras de aparente lealtad y hasta se vuelve esmeradamente amable y dispuesto a ayudar.)
Precisamente, mediante una sobreproducción de signos de confianza, T intenta obstaculizar el ejercicio de la condición 2: el posible discernimiento de P y sus restricciones a 1. Así, es distintivo de cierto tipo de traiciones tanto públicas como privadas que el engaño se oculte con astucia; si es necesario, valiéndose de sutiles maniobraste procura que no se descubra. De esa manera, se busca eludir las respuestas del traicionado frente a su confianza perdida. (Una vez más, los lugares comunes de la charla cotidiana contienen verdades, como cuando se condena: "Lo atacaron con alevosía. No pudo ni siquiera reaccionar. Cobardemente lo traicionaron a sus espaldas". A su vez, cuando el traicionado se encierra en el punto de vista exclusivo de la primera persona, su rumiar a menudo oscila entre dos fantasías: "si tan sólo hubiera sospechado algo" y el "debí haberlo sospechado; es mi culpa; fui un tonto". Por desgracia, la vanidad que expresa ese oscilar entre fantasías -porque son fantasías- no acaba más que produciendo angustia y desventura. Así, al dolor de la traición inútilmente se suma el autocastigo.)
Por otra parte, con su multiplicar confianzas y, sobre todo, signos bien visibles de confianza,T procura que las expectativas positivas de P respecto de su modo de actuar no se debiliten, ni siquiera que permanezcan constantes. Progresivamente,T las estimula con el propósito de agudizar la ceguera de P respecto de sus experiencias con T. Así, T ahonda la dependencia de P, su vulnerabilidad, alimentando en P expectativas equivocadas: condición 3.
No obstante, se han atendido casi exclusivamente traiciones públicas y privadas que se podrían Calificar como «activas». En estos casos,T, quien o quienes traicionan, tienen la intención de traicionar o, al menos, no desconocen o no debieran desconocer que como un efecto, querido o no de sus prácticas, es inevitable describir algunos de sus resultados como una traición. Por eso, en las situaciones ya aludidas,T sabe, o debiera saber, que el uso público de la palabra "traición" se aplica a su conducta. (Sin duda, en no pocas ocasiones, T se sentirá más o menos arrinconado a ofrecer racionalizaciones varias para pseudojustificar incluso lo injustificable.)
Sin embargo, junto a estas traiciones que se han calificado de "activas" y, por eso, notoriamente detectables, no olvidemos cierto persistente cuasitraicionar cotidiano o «traiciones difusas» o «traiciones pasivas»: el amigo que, pese a sus declaraciones, ya no se preocupa para nada en el bien del amigo, la vecina que comienza a difundir secretos que se le han confesado contando con su entera discreción, el jefe que vagamente elogiaba por un lado y, por otro, ahora escribe informes que poco tienen que ver con esos elogios, los colegas que sabotean el proyecto que habíamos construido juntos... Con frecuencia se trata de pequeños pero punzantes enredos, cuando no venenos, que suelen dar un sabor amarguísimo a la vida de quienes «pasivamente» sienten la "traición". En este caso, las comillas quieren indicar que, respecto de estas "traiciones», continuar usando la palabra «traición" acaso les parezca a muchos un exceso, y hasta un derroche de patetismo. No lo es. ¿Por qué?
Por las consecuencias: en no pocas circunstancias esas "traiciones pasivas" condenan a varias actitudes características -por ejemplo, una desolación y furia por parte de la traicionada o traicionado-, que son muy similares a las que provocan las traiciones activas, públicas o privadas. Peor aún, no pocas veces las "traiciones pasivas" infunden por doquier no sólo descreimiento generalizado, sino un desalentador hartazgo para emprender nuevas empresas, y hasta nos pasman, nos paralizan.
No obstante, en la mayoría de estos casos no hay por qué creer que el traidor prepara el engaño desde el inicio de su relación de confianza con el traicionado. Lo común es que estas relaciones se inicien de manera no perversa y la ruptura de la confianza se produzca por algún motivo que no estaba presente en los inicios de la relación. De esta manera, en las "traiciones pasivas" a menudo
1.T no escenifica confianza con la intención de acentuar la dependencia de P, sino que la confianza entre P y T ha sido genuina pero poco a poco -tal vez sin darse cuenta— T ha dejado de valorar la confianza que alguna vez existió entre T y P.
2. A menudo en parte irreflexivamente, día a día T va abusando cada vez más de esa todavía supuesta confianza.
3. I' hace o cree hacer imposible las respuestas críticas de P meramente desconociendo que su conducta pueda calificarse como deslealtad "artera", "pérfida": como traición.
Por supuesto, raramente hay límites precisos entre las traiciones activas, públicas y privadas, y las «traiciones pasivas». Además, con frecuencia las diversas traiciones se ramifican de tantas maneras, y a veces poseen tantos ecos, que hacen dudar ante qué clase de traición se está.
Este apresurado inventario de ejemplos característicos de confianzas interpersonales-confianzas entre conocidos, confianza terapéutica entre conocidos o confianza militante, confianzas en desconocidos—y también desviaciones—confianzas instrumentales como autodefensas—, además de contraejemplos característicos -manipulaciones, engaños, traiciones-, parece dar ya cierto respaldo a una primera conjetura: en las confianzas interpersonales, la condición 1 opera de modo constituyente, conforma lo distintivo de la confianza interpersonal. No obstante, el operar de 1 se restringe con el operar de la condición 2 para que la confianza no degenere en una actitud de obstinación. La oscilación entre 1 y 2 se enmarca con la condición 3, que opera como reafirmador de la condición 1. Por supuesto, de un caso a otro habrá reacomodos en el valor que se le da a cada una de estas condiciones: las confianzas interpersonales son contextúales.
Tal vez habría que indicar mejor que entre las condiciones 1 y 2 se establece cierto limitarse recíproco: un juego entre el abandonarse, abrirse, por un lado, y, por otro, discernir, y su consecuencia, los procesos de interacción —de información, de corrección normativa— con sus diversos contextos. Precisamente, éste es el horizonte para el conocimiento y la acción que introduce el principio de confianza en cuanto presunción. Para acercársele no hay más que tomar en cuenta una inquietud que se produce en la formulación misma de este principio entre una gran cantidad de usos de la palabra "confianza", que de inmediato sugieren alguna forma de dependencia, y una no menor cantidad de usos de la palabra «presunción» que con no menos inmediatez sugieren discernimiento. Sin embargo, ¿de qué modo intervienen, si es que lo hacen, las condiciones 1, 2 y 3 en tipos no interpersonales o no directamente interpersonales de confianza?
BIBLIOGRAFIA
Morton Deutsch, Peter T. Coleman, Eric C. Marcus.The Handbook of Conflict Resolution: Theory and Practice
Morton Deutsch.Trust and suspicion.he Journal of Conflict Resolution, Vol. 2, No. 4
Niklas Luhmann.Confianza.Antrophos
Carlos Pereda, Sobre la confianza..Herder