¡Apelando a la condición revolucionaria de Jorge Rodríguez!... ¡Qué generosidad! Jorge Rodríguez todavía tiene en mente una vida plácida, aunque la realidad diga lo contrario. A veces la fuerza de la conservación es suicida, y en el caso de la vida plácida pequeñoburguesa, conservarse supone sacrificios, "¡Primero muerto!... antes de cambiar mis aspiraciones personales" No se trata de principios, hablamos de sostenerse en la comodidad presente, en no "despegarse de la almohada".
El gobierno en pleno no está dispuesto a retroceder a los tiempos de Chávez, cuando la mayoría de ellos tenía que aparentar ser lo que ellos no eran (ahí está la explicación, nunca fueron revolucionarios, la revolución fue para ellos un fardo heredado, un medio, una moda, Jorge nunca fue como su padre). Estando Chávez vivo, Jaua, Jorge, Aristóbulo, Diosdado, tenían que rendir cuentas de sus actos a Chávez. No como ahora, que son sus propios jefes. Ahora pueden tomarse un güisqui antes de salir al trabajo, o tomarse un güisqui en el trabajo; ahora, que no hay nadie que los amoneste, pueden combinar placer con trabajo, y no porque les plazca trabajar… porque "su placer" sea trabajar. Por más que se les dé fácil, a ellos no les gusta tener que salir a mentir a cada rato, ante tantos ojos que los miran; con la tensión en los nervios y en la sangre de que alguien les reclame; los rectifique; los descubra; los contraríe… ¡Uff! ¡Mucho trabajo!
Se trata del mismo instinto que lleva a un hombre caído al agua a chapaletear cuando no sabe nadar, el de un desgraciado apuñaleado que se arrastra y quiere levantarse antes de morir. Los sueños pequeñoburgueses son más fuertes, están más vivos, frescos que la propia consciencia de que todo se va acabar; es como tomarse un trago entes de la ansiedad de tomarse un trago antes de que se acabe la botella. La botella se le está acabando y son capaces de hacer cualquier cosa con tal de alargar la pea.
Ahí es donde se tropiezan en el cruce de caminos con Guaidó y Borges: todos buscando la misma botella, para seguir tomando. Guaidó representa a todos los jóvenes ambiciosos que buscan el éxito en manos de un buen mánager, sin embargo carece de "talento nacional", como dicen ahora. El único talento que posee es el de haberse dejado "poner", y todo porque esas aspiraciones pequeñoburguesas obligan, ellas jalan más que un buldócer. Es comprensible para un estudiante de la universidad católica o de la Metropolitana, desde temprano con la cabeza llena de aspiraciones que son tan fabulosas como breve puede ser la vida. Pero en el caso de Jorge Rodríguez o de cualquier otro (Maduro, por ejemplo), es insólito: haberse aprovechado del entusiasmo sincero, de la fuerza arrolladora de Chávez, que puso en jaque al capitalismo por casi 12 años para luego decir ¡Ya!, ¡dejemos todo como está!, ¡Nosotros los aprovechadores nos conformamos con tener una vida plácida, aburguesada y temible!: una embajada en París o Londres, estaría bien, una gobernación (más independencia política), un ministerio aterrador; no hay remedio para los pobres, ellos siempre serán pobres, hambrientos y brutazos; ¡conque coman y se diviertan de tanto en tanto, y los hagamos votar libremente por nosotros…, con eso tenemos!..., ¡Chávez está muerto!, ahora ¡quien nos mire mal y nos critique!… ¡para eso somos poder, para azotarlos!
Es feo esto de la simpleza con la que todo el mundo entiende el mundo a través de sus afectos y nada más, y ese horror a la verdad; a no querer ver en una herida una herida, en una mentira una mentira, a no querer ver en una persona que no ha comido bien a un hambriento. Todo el mundo se apaña a una idea fija de lo bueno y de lo malo porque les resulta suave y tranquilizadora, aun siendo un engañoso veneno. En el fondo no sabe nada de lo que le depara el futuro, no quiere pensar en eso, porque no puede, porque tiene miedo de forjarlo por sí mismo, ¡que sea lo que Dios quiera! Es más fácil y tranquilizador no saber nada, matar de un golpe la angustia, así cueste la vida de cualquier inocente. No importa que muera alguien siempre que sea o parezca ser el mal que causa su angustia.
Jorge Rodríguez, como gobierno, se ha ocupado desde hace mucho tiempo en moldear (manipular) la mente de seres angustiados, creando una sola idea de culpa y de culpable, vaciando en ella tantos nombres, como amenazas y críticas a sus abusos y disparates han acumulado en cinco años, aparte de los consabidos conspiradores de siempre. Ellos no nada más le temen al imperio despiadado, sino que llaman traidor a todo aquel que los descubre "dormidos en su puesto de trabajo" o aquel que denuncia sus marramucias.
De ahí el maniqueo punto de vista del común de las persona, que se niegan a ver lo que tienen frente a sus narices. Recuerda mucho el cuento del marido engañado por su mujer que al verla en acción con el otro dice: "Sí, se la están cogiendo…, ¡pero no es que se la están cogieeeendo! (No es para tanto)", así mismo, nadie parece darle importancia a las contradicciones del gobernó, no quieren ver sus empeños privatizadores, sus privilegios, frente al sacrificio y al trabajo del resto de la población, en particular al que votó por este gobierno. Minimizan una verdad del tamaño del Sol, con su percepción alienada de la realidad, por el dolor del desengaño. Si esto ha sucedido con el chavismo arreado a los actos públicos organizados por Darío Vivas, también pasa – y resulta imperdonable – con mucha gente de opinión dispuesta a disculpar al gobierno así sea pillado infraganti.
Debemos esforzarnos por distinguir las cosas bien: a Chávez y su obstinación por la independencia socialista de Maduro y sus asociados, que prefirieron la comodidad reformista; a Guaidó y Borges del gran titiritero del norte. Pero también debemos saber identificar los iguales en sus empeños: Maduro, Jorge, Diosdado, Guaidó, Borges, quienes están dispuestos a matarnos a todos por sus propias ambiciones personales, para que después los buitres carroñeros se coman lo que quede. Si hay un sentido de independencia que tenemos claro es el de deshacernos de estas garrapatas aspirantes y de sus incitadores, de los tiburones y las lampreas que nos acechan y nos acecharán siempre: el capitalismo y el ilusorio sueño pequeñoburgués que lo acompaña siempre, para encantar a los más débiles.
Marcos Luna 10/02/2019