Mi palabra

La conciencia de un militar

"La guerra debería ser un crimen

y los que la instigan deberían ser

castigados como criminales."

Charles Evans Hughes.

 

Este miércoles en la mañana, fui a un mercadito acompañado de un adolescente con algunos rasgos especiales–24 años– pero dentro su mundo con algunas dificultades, es un ferviente defensor de Nicolás Maduro. Apenas emprendimos el regreso, le dimos la cola a un militar, quien se encontraba apenas a una cuadra del sitio donde funciona el improvisado mercado al aire libre. El uniformado se sintió extrañado, pero en medio del calor no la pensó dos veces para montarse. Apenas arrancamos le explique el motivo de haberme parado, y entre otras le dije de manera muy franca: "Estamos en una situación de amenaza por parte del imperialismo, y los militares patriotas representan la base para defender al país, y por la otra, siempre cargo en la mente, la idea de prestarle la colaboración a quien la necesita, sin mirar el color político, y menos su indumentaria".

En el corto recorrido, que no pasa de tres kms del sitio, donde lo encontramos al terminal de pasajeros de Acarigua-Araure, hacia donde se dirigía; se abrió una conversación, el cual no se puede quedar oculta en la memoria, por el gran valor patriótico de un soldado con una profunda conciencia de lo que representa en estos momentos evitar una confrontación, y en última instancia estar preparado antes una invasión del ejército gringo, a sabiendas que no respetan nada ni a nadie a la hora de pisar en tierra ajena; y por esa razón terminan con graves problemas mentales, convirtiendo a la sociedad estadounidense en unos centros de enajenados, capaces de matar a su propia familiar en medios de los arrebatos de alucinaciones. Esto le permitió al destacado escritor Eduardo Galeano hacer el siguiente comentario a manera de alertar a la opinión pública: "En los días del año 2010 se supo que son cada vez más los soldados norteamericanos que se suicidan. Los suicidados están siendo casi tantos como los muertos en combate. Para resolver este problema, el Pentágono ha resuelto multiplicar a sus especialistas en salud mental, que integran el sector más promisorio de las fuerzas armadas. El mundo se está convirtiendo en un inmenso cuartel, y el inmenso cuartel se está convirtiendo en un manicomio del tamaño del mundo. En este manicomio, ¿quiénes son los locos? ¿Los soldados que se matan o las guerras que los mandan a matar?"

La respuesta la dio el militar, a quien le preste la colaboración, teniendo, como testigo silencioso a mi acompañante especial, el cual se mantenía atento escuchando a un hombre, dándonos una muestra de su responsabilidad cubierta con el uniforme verde oliva a la edad de 28 años. Si mi amigo se mantenía callado; me pareció una imprudencia tomar la palabra en ese momento. Era cortarle la inspiración a un valiente soldado, que quería expresar el amor por la patria, más allá de algunas discusiones con su pareja, porque –según él–no entiende nada de lo que está pasando, y anda algo confundida.

A medida que oía al joven militar expresarse con tanto patriotismo, aminoré la marcha; me parecía escuchar al Comandante Chávez, en una de sus arengas antiimperialistas: "He tenido problemas con mi compañera, porque quiere meterle al bruto; el teléfono la está enfermando, y repite muchas mentiras; le he dicho de algunos programas para que oiga algo distinto, y parece que ha dado resultado, porque ayer me dio la razón" Casi llegando al sitio acordado para dejarlo, terminó dc expresar una razón, por el cual tenemos que evitar una guerra, y en última instancia enfrentarla con dignidad, y amor por la patria: "Hace poco, cuando estaba saliendo de la casa le dije muy claro, para que terminara de convencerse, que estoy hablando en serio, y no voy a dar marcha atrás en mi manera de pensar: ¡prefiero morir con las botas puestas, que ver a un gringo violar a mi hija!" Estas palabras me aguaron los ojos; el militar se bajó con un saludo fraternal; apenas cerró la puerta escuché a mi compañero lleno de alegría: ¡Viste pelón, Maduro, tiene quien lo defienda! Solamente le respondí: ¡Maduro, no, la patria!

 

 

 



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Narciso Torrealba


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