"¡Convoque elecciones, señor payaso!"
Maduro
"la sombra solo es peligrosa cuando no le prestamos debida atención"
C.G. Jung
"¿Cómo puede haber tanta maldad en el mundo? Conociendo a la humanidad lo que me asombra es que no haya más".
Woody Allen
¡Si todo fuera tan sencillo! Si en algún lugar existieran personas acechando para perpetrar iniquidades, bastaría con separarlas del resto y destruirlas.Pero la línea que divide el bien y el mal pasa por el centro mismo del corazón de todo ser humano. ¿Yquién está dispuesto a destruir un solo fragmento de su propio corazón?
Alexander Solzhenitsyn
La famosa novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, escrita por el inglés Robert Louis Stevenson a finales del siglo XIX al hilo de un sueño nocturno, ha popularizado a estos dos personajes, ya que la obra ha sido llevada al teatro y al cine en diversas ocasiones. Ambos protagonistas representan identidades de características opuestas existentes en la misma persona; la novela plantea el conflicto interior del ser humano entre el bien y el mal, visible -quizás- en la sociedad victoriana del siglo XIX, en la que vivió el autor, caracterizada por una dicotomía o dualismo -a veces hipócrita- entre respetabilidad exterior y degradación interior. El Dr. Jekyll es un científico maduro, alto y bien plantado, en el que abundan cualidades positivas; por el contrario Mr. Hyde aparece descrito como un joven de baja estatura, con algún tipo de deformidad y de apariencia perversa. Jekyll toma una pócima que lo transforma en Hyde mientras dura el efecto de la misma, pues desea experimentar a ratos los aspectos malvados de Hyde. El experimento se hace trágico para Jekyll pues a partir de un momento, no puede deshacerse de Hyde a voluntad, ya que el efecto del brebaje no desaparece, quedando de esta manera el primero transformado en el segundo. Jekyll se convirtió, pues, en su oscuro alter ego Hyde.
Todos llevamos dentro un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde; una persona respetable y educada que nos acompaña habitualmente, y otra entidad tenebrosa que permanece oculta la mayor parte del tiempo. Debajo de la máscara de la personalidad consciente se albergan emociones que no han sido bien vistas en la educación recibida y que, por tanto, han quedado reprimidas y disociadas a lo largo de la infancia; a menudo aparecen soterradas bajo capas de ira, vergüenza, miedo, resentimiento...; en definitiva, se trata de oscuras tendencias más de muerte que de vida. Es lo que llamamos la sombra.
La sombra personal se engendra ya en los primeros años de la infancia y se desarrolla poco a poco a medida que nos identificamos con cualidades ideales de la personalidad; sin embargo, y al mismo tiempo, vamos desterrando a la sombra los aspectos -no necesariamente negativos- que no coinciden con esa imagen ideal de nosotros mismos. Como si de dos hermanos mellizos se tratara, el ego y la sombra nacen y crecen juntos, alimentándose de la misma experiencia vital; cuanto más se fortalece el primero, más se afianza la segunda.
No podemos, por tanto, percibir directamente nuestra parte oscura, ya que sus características quedan rechazadas y desterradas a lo profundo de nuestro inconsciente, irrumpiendo en ocasiones de modo inesperado con manifestaciones distorsionadas que sorprenden, incluso a nosotros mismos; a menudo lo que solemos hacer con ella es proyectarla sobre los demás en los enfrentamientos interpersonales, como una forma de enajenación de la misma. Con este mecanismo proyectivo intentamos expulsar nuestra sombra fuera de nosotros, atribuyendo sus inaceptables contenidos a los demás, como una manera inconsciente y estéril de liberarnos de ella, sin darnos cuenta de que -en realidad- esos contenidos son nuestros y no de los otros. En el refranero popular encontramos expresiones en este sentido muy ocurrentes: "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces"; o bien esta otra: "le dice la sartén al cazo: apártate que me tiznas".
Una de las tareas más difíciles al enfrentarnos con la sombra es reconocer que las cualidades de nuestra imagen idealizada se revelan -a partir de ese momento-inadecuadas para afrontar la nueva situación; esto es así porque el encuentro con la sombra exige de cada uno de nosotros una nueva respuesta que -hasta ahora-desconocíamos. Cabe la posibilidad de negar la sombra y su relación con nosotros, pero mientras mantengamos esta negación no podremos descubrir las aportaciones enriquecedoras que trae a nuestra vida.
La sombra personal contiene, una serie de capacidades y cualidades potenciales que desconocemos y que es bueno recuperar. Esta recuperación supone un trabajo -a menudo largo y laborioso- que permite alcanzar una mayor plenitud, pues a partir de entonces nuestra relación consciente-inconsciente estará más integrada y será menos temida; como señala el mismo Jung: "la sombra solo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención". Este camino de autoconocimiento nos enriquece -sin duda- personalmente, sanando nuestras heridas mediante la aceptación y observación de nosotros mismos, lo que nos ayuda a encauzar mejor las emociones negativas que a menudo irrumpen en nuestra cotidianidad, a gestionar adecuadamente los sentimientos de culpa y vergüenza ante lo que no nos gusta de nosotros; incluso nos aporta creatividad, haciéndonos más comprensivos y humildes en nuestra vida. No debemos olvidar que el trabajo con la sombra nos capacita para comprender a losdemás y mejorar nuestras relaciones personales, reconociendo lo que hay de nosotros -proyectado- en los juicios a los demás. El cuento de la princesa y la repugnante rana rechazada, que con el tiempo se llega a acoger y amar, y que al besarla se convierte en un príncipe con el que se casa la princesa, expresa, de manera muy plástica, la riqueza que supone el trabajo e integración de nuestra parte oscura.
Aunque para todos esta labor resulte complicada, incluso dolorosa en ciertos momentos, existe un tipo de carácter al que la tarea de trabajar la sombra le llega a ser especialmente gravosa y difícil; en él me quiero detener, por las consecuencias dolorosas que dicho carácter puede a veces generar. Se trata de la personalidad perfeccionista, en cuya estructura egoica más profunda está el firme convencimiento de que la bondad moral a la que dicho carácter aspira y por la que debe luchar, como su gran misión en la vida, solo puede conseguirse a través del perfecto cumplimiento de lo que es justo y correcto, corrigiendo y eliminando todo atisbo de imperfección o defecto por pequeño que sea.
Pasar por alto cualquier incorrección es casi imposible para esta estructura psíquica -salvo que se trate de personas trabajadas interiormente-, pues supondría dejar rienda suelta a la maldad, cosa que para ellos resulta inaceptable, pues su enérgico y despiadado superego los castigaría severamente con la desagradable sensación de ser inmorales o malos.
En consecuencia, estas personas tienden a enjuiciar tenazmente y a ser críticos, con ellos mismos y con los demás, apareciendo en su carácter un control desmedido con el que fuerzan a los de su entorno para que realicen las cosas de la forma que ellos consideran la más correcta, que para ellos es la única posible, y así eliminar de raíz todo lo que consideran negativo. Dicho control también lo emplean con ellos mismos, evitando cualquier tipo de comportamiento o sentimiento moral-mente inapropiado, y de una manera especial en relación con la sexualidad. Esta manera de ser y sentir les lleva a reprimir la ira, que se acumula en su aparato digestivo -lugar preferente de somatización de dicha pasión-, y que se dibuja- a veces- en un afilado rostro iracundo, de tez pajiza; sin embargo, cuando tienen confianza y se siente sobrepasados, los estallidos de cólera pueden dispararse hasta alcanzar niveles de agresividad desmesurada, con el consiguiente miedo pavoroso que llegan a ocasionar en su entorno.
Se entiende quizás ahora por qué para una personalidad rígida como ésta -de tendencias obsesivo-compulsivas-, le resulte tan difícil la aceptación e integración de su propia sombra, que tenderá a desterrar enérgicamente en los niveles más profundos e inconscientes de su psique, siempre con la ayuda de su implacable superego. Las consecuencias se manifiestan en el resentimiento y en la tendencia a un estado de permanente malhumor en el carácter, que ellos interpretan como la necesaria y justa indignación ante el descuido, la dejadez e irresponsabilidad que existen por todas partes. En realidad, esta manera de comportarse, responde a la falta de vitalidad y espontaneidad de una personalidad obsesiva, tensa, incompleta y poco integrada, cuya sombra puede estallar súbitamente a través de ocultos y compulsivos desahogos -por ejemplo sexuales- cual terrible Mr. Hyde.
Personalidades de este tipo suelen darse en el sector de la enseñanza, a la que se sienten llamados con frecuencia, pues tienen la impresión o el convencimiento de que han venido a este mundo con la misión de enseñar lo que ellos consideran bueno y correcto, y a hacerlo cumplir con rigor; puede aparecer este tipo con frecuencia en centros -a veces elitistas, aunque no siempre- donde se persigue una educación refinada y rigorista, o donde se corrige y castiga bajo el implacable lema: "la letra con sangre entra". En fin, instituciones en general de tendencia conservadora, incluso sectaria, donde se exige cumplimiento riguroso y denodada fuerza de voluntad para alcanzar un noble ideal, y en las que se percibe una energía inquisitorial o talibánica, son ejemplos de este tipo de personalidad a nivel individual o colectivo.
La sombra no pertenece solo a los individuos, alcanza también a los grupos e instituciones; existe lo que se llama la sombra colectiva, muy vinculada a la individual especialmente en el caso de la sombra familiar, pues en la familia se asientan nuestras raíces y a través de ella nos convertimos en lo que somos. Nacemos y crecemos en su seno, y en ella somos queridos, aunque también podemos ser ignorados o maltratados hasta el extremo de padecer o ser testigos de la violencia familiar; cada vez más sabemos acerca de sombras familiares que afectan a muchas personas y que han sido originadas en generaciones anteriores. La sombra colectiva se va extendiendo, como una onda expansiva, también a instituciones de todo tipo y rango; no tenemos más que leer un periódico o ver un telediario para ser testigos del sombrío panorama que nos envuelve: conflictos bélicos, corrupción política, fanatismo terrorista, y un largo etcétera.
Erich Neumann, gran conocedor del tema de la sombra, descubrio el vínculo estrecho que existe entre la sombra colectiva y la figura del chivo expiatorio, como mecanismo arcaico de liquidar el mal de una colectividad proyectándolo en una persona o grupo minoritario al que el colectivo, para sentirse liberado, necesita desterrar o eliminar. El carácter vicario del chivo expiatorio individual -añade Neumann- puede encarnarse en un deficiente -a menudo "deficiente ético" (psicópata o individuo atávico), pero también en todo lo contrario: un individuo excepcional; en este caso la masa no puede soportar el mayor nivel de humanización que esta persona representa, y cuya vida ejemplar desvela la sombra -a veces terrible- que el colectivo no es capaz de asumir.
La muerte en cruz de Jesús es quizás el más paradigmático ejemplo de este desgraciado fenómeno histórico que se sigue repitiendo hasta la actualidad, aunque con formas menos arcaicas y brutales. El reo identificado con el chivo expiatorio también puede ser un grupo (minorías étnicas o religiosas, homosexuales...) al que el colectivo dominante puede llegar a aniquilar con el mayor sentimiento de buena conciencia, creyendo incluso que han dado con ello la mayor gloria posible a "su Dios".
Más aun, ninguna guerra se lleva a cabo sin la intervención de la sombra colectiva que se señala -violentamente proyectada- en el enemigo.
Dos reflexiones relacionadas con el argumento y los protagonistas de la novela d Stevenson.
Primera: está claro que todo intento de mantener confinada la sombra en el interior del inconsciente está condenado al fracaso, pero tampoco está la solución en ceder a los dictados de la misma. Jekyll, en su relación con Hyde, no tuvo en cuenta la postura más sabia: mantener la tensión entre los opuestos, ya que tanto la represión de la sombra como la identificación con ella son caminos sin salida. Solo la tensión de mantenerse consciente entre sombra y luz, a pesar de su dificultad, posibilita el logro de una mayor integración psicológica y espiritual de la persona, pues supone la creación de un espacio en el que Dios se comunica al alma.
Segundo: ¿Qué nos podría sugerir en la actualidad la pócima que tomó Jekyll? En una sociedad como la nuestra en la que por todas partes aparecen sustancias que alteran el estado de conciencia y que están a la fácil disposición del gran público: medicamentos, alcohol, tabaco, drogas..., y cuyos efectos negativos sacan a la luz los aspectos insanos de la personalidad, ¿no tendríamos que ver en ello una forma de querer manifestarse la sombra personal y colectiva de nuestra sociedad para poder actuar en consecuencia?
BIBLIOGRAFIA EMPLEADA PARA ESCRIBIR ESTE ARTICULO
- Jung C. G.: El hombre y sus símbolos. Paidos. Buenos Aires 1995
- Zweig C. & Abrams J. (Ed) Encuentro con la sombra. El poder del lado oscuro de la naturaleza humana . Barcelona, Kairós.
- Kohut, H. (1971) The Analysis of the Self. Nueva York, International Univ. Pres
- Neumann, E. (2001) Psicología profunda y nueva ética. Madrid, Alianza editorial.