Al principio les gustó el juego de la guerrita: el tal cuento de la guerra económica engañó a mucha gente, después vino la amenaza de invasión y alargaron la agonía unos días; por último, levantaron la amenaza de la guerra con el vecino país.
Y los tambores de guerra despertaron a los soldaditos de plomo. Uno sentenció, hay que partir al país enemigo en dos, y se atoró con un mapa en una guerra de televisión. Otro más policía que militar amenazó con llegar al pacifico si se atrevían, la muchacha aquella formó su propio paraejército.
El comandante de papel se enfureció, atacó a medio mundo, los bombardeó de improperios, la beligerancia estaba en niveles de confrontación inminente. Mientras aparecía el enemigo, sus tropas entrenaban asesinando a jóvenes en los barrios, persiguiendo a sus antiguos compañeros; todo el que brillara más, el que tuviera un poquito más de altura que el comandante de papel era un adversario. La guerrita de papel iba viento en popa, prisioneros por montones, muchas bajas en las operaciones en los barrios, y el país tranquilo.
Pero un día el imperio movió, no sus armas, no sus navíos poderosos, sólo hablaron sus voceros, y amenazaron al comandante de papel y a sus soldaditos de plomo. Fue suficiente. El enemigo entró por Maiquetía y penetró hasta la capital sin ninguna resistencia. Los soldaditos de plomo no aparecieron, el comandante de papel calló.
Esta es una triste historia, el lamentable episodio de los que heredaron virilidad y la transformaron en pusilanimidad; heredaron ideología altruista, revolucionaria, y la transformaron en oportunismo, pragmatismo; heredaron bonanza y la transformaron en miseria, heredaron un pueblo fraterno, dispuesto a grandes retos, y lo transformaron en la suma de millones de egoísmos. Vendrán otros de estos penosos episodios.
Queda así en evidencia la calidad de estos gobernantes, incapaces de una batalla más allá del micrófono y del papel. Iracundos con los débiles y aduladores, sumisos, con los poderosos, luchadores con red de seguridad. Terrible esta hora para la Patria cuando la dirigen estos flojos. Terrible esta hora de la Patria cuando su destino se debate entre los dirigentes de papel y los invasores con pasaporte venezolano y corazón gringo.
Bolívar y Chávez esperan que sus verdaderos hijos, los que lo llevan en el corazón, los que siguen sus enseñanzas se organicen, resistan, y rescaten la nación, le devuelvan su soberanía, hollada por los capitalistas internacionales. Pronto se oirá un grito que rompa la unanimidad del cretinismo que hoy nos envuelve en una batalla entre dos iguales que sólo distrae al pueblo mientras restauran el capitalismo creador de miseria. Entonces sabremos que hay esperanzas.
Bastantes reservas humanas hay aquí, bastantes soldados herederos de Bolívar, Zamora, y Chávez. Las fuerzas chavistas deben sacudirse el marasmo, reflexionar, entender de una vez que en esta operación por enterrar los sueños del Comandante, por llevar el país hacia el capitalismo más salvaje, están en complicidad el gobierno madurista, capitalista convicto y confeso, y la derecha gringa. Las dos fracciones disputan en el mismo terreno. Las fuerzas chavistas deben organizarse y organizar la resistencia a la ofensiva capitalista que hoy triunfa.