El reto de este pueblo y del chavista Rafael Ramírez

Son días lúgubres, de derrota, de desaliento, de desbandada. Es época de prueba para los dirigentes. El país ha caído en la miasma de la mediocridad, los gobernantes tienen el tamaño de un alpiste, cuando el momento de la humanidad reclama gigantes.

A la Humanidad se le han cerrado los caminos, yace exhausta, sin aliento, en las garras de capitalismo unánime. La especie humana ha hecho un mal uso del libre albedrío, de su capacidad de pensar, y está perdiendo la gran batalla por la supervivencia. Milenios de enfrentamientos entre el espíritu común, fraterno, contra el espíritu egoísta, individualista, han desembocado en esto: una humanidad que ha perdido la conciencia de sociedad, de pertenencia al todo. Aplastado el espíritu universal, la humanidad se ha transformado en su propio verdugo.

Lo anterior puede ser corroborado con sólo ver al planeta contaminado, los mares llenos de plástico, el clima enloquecido, miles de millones de humanos viviendo en la indigencia, bosques desapareciendo, polos derritiéndose. Y la humanidad pendiente de la bolsa de New York, o de las rabietas de trump, de las triquiñuelas de los rusos, de las armas coreanas.

Milenios se han perdido en estas luchas subalternas, extraviados en distractores, mientras la humanidad camina hacia los acantilados del suicidio. La única posibilidad de salvar a la Humanidad, y con nosotros la vida toda, es recuperar el sentido de pertenencia al todo, a la naturaleza, rescatar la conciencia de humanidad, de sociedad. Y eso sólo le logra derrotando al capitalismo y construyendo el Socialismo, como sistema amoroso, fraterno; donde la propiedad social de los medios de producción soporte la fraternidad, donde cada uno aporte de acuerdo a su capacidad y cada quién reciba de acuerdo a su necesidad.

Se entiende que este cambio de sistema, de paradigma, no es un asunto político, o una opción que puede o no tomarse. No, al contrario, se trata de un asunto de vida o muerte, para la vida del planeta, para la humanidad, para los hijos de nuestros hijos que ya no tendrán condiciones para la existencia.

El Comandante Chávez, seguramente por su formación cristiana, entendió que había llegado el momento del “amaos los unos a los otros”, y comprendió que ese mandato de Cristo no era posible de cumplir dentro del capitalismo y su espiritualidad egoísta. Fue así que emprendió el camino de la superación del sistema suicida, fue por eso que se convirtió en un gigante y en una esperanza para la humanidad. Las banderas de un nuevo mundo fueron de nuevo enarboladas. Pero también la rueda fatal de los dominantes comenzó a girar y Cristo fue nuevamente crucificado, como sucede cada vez que un líder comprende el carácter de la batalla principal.

Luego de la desaparición del Comandante, el destino de la vida quedó, como nunca, en las garras del capitalismo que presagia extinción. En este momento no existe en el planeta un faro de esperanza, la humanidad yace paralizada en millones de egoísmo, en manos de gobernantes bufos y de pueblos embrutecidos, ignorantes de su rumbo.

Aquí en Venezuela se instaló un desgobierno que tiene como misión principal del capitalismo enterrar junto a Chávez cualquier vestigio de Socialismo, pero además impedir que el Chavismo sea recordado con amor, no permitirle renacer. Con ese propósito debía desmontar la organización de la masa, y así lo hizo al acabar con el PSUV y sustituirlo por un carnet. Debía además incinerar la reputación de los líderes que pueden dirigir la restauración del Chavismo, asegurarse de que este pueblo no levante la frente en mil años, jamás.

La masa chavista, sus líderes, tienen un compromiso con la historia de la humanidad, de la especie. Son hoy depositarios de la responsabilidad de restaurar la esperanza de sobrevivencia de la vida. Lo que está en juego no es sólo un problema político local, se trata de encender la llamarada que anuncie que no todo está perdido, que hay esperanzas, que existen motivos para seguir luchando.

Hay un líder, y al decirlo no le hacemos un favor, que nos perdone por poner sobre sus hombros tal responsabilidad; hay un líder, repetimos, que reúne las condiciones para asumir ese compromiso, ese riesgo, de ofrendar su vida a esa tarea, de aceptar el reto de la restauración de la esperanza, compromiso que trasciende lo personal y se hace universal. Ese líder, cuya grandeza es medida por el odio de los hijos del capitalismo, es Rafael Ramírez. El gobierno lo acusa y la oposición también, lo odian por chavista. Las acusaciones son contradictorias, dicen que es culpable del desastre de PDVSA, pero olvidan que la dejó con tres millones de barriles de producción. Lo acusan de corrupto, pero no presentan ninguna prueba, lo único que hay es la palabra sicaria del fiscal y el odio manifiesto del presidente. Raro corrupto éste que en lugar de estar disfrutando de su “botín”, comprando caballos pura sangre, en lugar de estar echándose aire en alguna playa francesa, sigue escribiendo, denunciando la traición a Chávez, corriendo los riesgos de una venganza, ya sabemos que el odio de los renegados tiene los brazos largos y los escrúpulos bajos.

Ramírez es un hombre con la capacidad de trascender las fronteras mezquinas de la política y elevarse y elevarnos hasta volver a ser ejemplo, guía para el mundo. Ojalá la masa irredenta no le dé la espalda como hizo con Bolívar, con Fabricio, con Argimiro, con Américo, con Douglas.


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Toby Valderrama Antonio Aponte

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