Las tensiones sociales, las cuestiones políticas, siempre tienden a personalizarse, a condensarse en unos pocos hombres síntesis de las corrientes en pugnas. Es así que el análisis de un cuadro político general puede partir de estas personificaciones y desde allí adentrarse en las profundidades del campo de la batalla social.
Aquí en Venezuela la escena política se puede resumir en tres personalidades: Maduro, Guaidó, Ramírez. Del análisis de estas tres personalidades se puede deducir todo el cuadro actual. No obstante, sería un error quedarnos en los límites personales. Veamos.
El presidente Maduro, más allá de sus atributos personales y por encima de su voluntad, es la personalización de un proceso de restauración del capitalismo, de superación del ensayo socialista del Comandante Chávez. Su papel histórico fue desmontar al Chavismo, transformarlo en ingrato recuerdo, conseguir que su sólo nombre produzca rechazo, que sus seguidores se muevan en las sombras de la incomprensión. La agonía que hoy padece es por su resistencia a entender que ya se agotó, que no tiene más nada qué decir, qué hacer, sino retirarse de la escena, que ahora es de confrontación definitiva entre el capitalismo y la idea socialista vapuleada por el madurismo. Es un instrumento de los capitalistas criollos y del gran capital petrolero-minero internacional. Se disfraza de pueblo para huir de la lucha de clases que le tumbaría las últimas hilachas de su máscara de revolucionario.
Es Guaidó el intento del capitalismo por reestablecer su dominación, en él se resumen las oligarquías del continente bajo la tutela del imperio gringo, en disputa permanente con Rusia y China, que ahora pugnan (sin que la sangre llegue al río) por garantizar sus inversiones en Venezuela. Personaliza guaidó esa intención, pero mañana puede ser otro, ya sabemos que el “musiú cambia con facilidad de cachimba”.
En la próxima etapa de este ciclo histórico la batalla será la definitiva entre la restauración capitalista enfrentada al Chavismo golpeado; recordemos que la etapa anterior tuvo como objetivo desacreditarlo, borrarlo al Chavismo. En esta batalla definitiva se evidenciará cuánto daño le hizo el madurismo a la causa de Chávez, la capacidad de recuperación del Chavismo, su fortaleza para superar la manipulación de los medios de comunicación, de creación de falsas realidades.
Ramírez, en cambio, representa la Esperanza Chavista. Acompañó al Comandante desde sus propias raíces, fue su Ministro durante más de diez años, administró el corazón económico de la nación, al petróleo, con evidente éxito; el buen funcionamiento de la industria, su capacidad de producción, de vencer obstáculos, pero sobre todo el alto nivel de conciencia alcanzado en la industria, su conexión con la masa así lo testifican.
Ramírez se ha mantenido fiel al legado del Comandante: primero intentando ayudar a maduro, abriéndole espacios a su protagonismo, luego llamando a la rectificación de errores, y al final, entendiendo que no se trataba de simples errores, sino de una política de traición, entonces, enfrentando directamente a maduro, corriendo los riesgos, como en efecto, de lo que eso significa.
Ramírez ha pagado muy caro su lealtad a Chávez, es un blanco casi diario de la diatriba madurista que lo acusa de cuanta calamidad el gobierno crea. Le han implantado la imagen de corrupto, con esta palabreja dispensan cualquiera reflexión, lo descalifican. Su conducta no compagina con la conducta de un corrupto, éste busca el disfrute, Ramírez corre riesgos, el corrupto no activa en política, Ramírez asume el reto de participar con amplia desventaja en una batalla y lo hace por la lealtad a una idea, a Chávez.
Es así, estamos en medio de una batalla definitiva que decidirá el rumbo de, quizá, todo este milenio. Los dos campos están definidos. Todo se resume en el difícil intento por detener el desarrollo de la restauración capitalista que comenzó con el asesinato de Chávez y continuó con la traición de maduro.
Y hoy todo se resume ya en dos hombres…