De los venezolanos de aquel nostálgico "Ta´barato, damedos" al estilo mayamero y la compra de resort en Cancún, de la Cuarta República; a los dólares Sicad para "viajeros" en plena Quinta República, hay mucha tela que cortar, pese a las apariencias y similitudes. Los venezolanos de otrora derrochaban dólares devenidos del petróleo nacional porque no había en qué gastarlo en el país. La corrupción minó de dólares las talegas de los ricos, bien que fueran empresarios naturales, testaferros, políticos, compadres de ministros o ministros en ejercicio, porque no había ningún impedimento para no hacerlo. El populismo reinante daba para eso y más. Al voltearse la torta con el llamado Viernes Negro del 27 de febrero de 1983, quienes tenían hijos estudiando en USA, México o Europa, los recogieron y guarecieron en nuestras universidades públicas para pasar la vergüenza en casa. Sin embargo, la revolución bolivariana quiso matizar su natural populismo poniendo en manos de vivos, pícaros, avispados y encubiertos, generosas sumas de dólares destinados a un placer mundano ligado al ocio, como ese de viajar a discresión hacia dónde fuera, a cualquier país de su antojo, para gastarse discrecionalmente seis mil dólares ($6.000), en la primera etapa, y después la mitad de esa cantidad ("$3.000) y por último una ínfima parte de mil a quinientos dólares, con la excusa de visitar familiares. Tuvo además, como aditamento, este regalo al ocio dolarizado, los llamados cupos electrónicos. Estos permitieron que esos mismos vivos, pícaros, avispados y encubiertos personajes importaran desde espejitos hasta ropa interior, celulares y repuestos de todo tipo, hasta medicinas específicas, para ganarse una buena platica sin el sacrificio de una gota de sudor.
Unos colegas profesores de la Universidad de Oriente me abordaron reiteradas veces para que les vendiera mi cupo Sicad, cosa que nunca hice, pues nunca utilicé esos cupos para nada. Era común que limpios y arruinados se hicieran de préstamos personales, incluso pagando intereses, para obtener esos dólares en físico durante un viaje relámpago de quince días, sin un fin útil a la patria, para luego retornar con los dólares en efectivo para venderlos en el país. Para justificar esa escaramuza se hacían de unas facturas chimbas que justificaban el gasto no realizado, pero sí aparentado, y enviaban al Sicad la respectiva carpeta justificadora. Hubo incluso ofertas públicas de personas que se ofrecían a armar esas carpetas a buen precio, de modo que se desarrolló una muy particular destreza en ese negocio. Por otra parte, en Perú, Ecuador, Colombia y demás naciones suramericanas, existían hospedajes, líneas de taxis, restaurantes y tiendas de todo tipo que esperaban a los dolarizados venezolanos para recibirles las divisas a cambio de un porcentaje conveniente, dejándoles una buena tajada para que al regreso les funcionara la maniobra financiera.
Esos mismos países, y tal vez esos mismos restaurantes y negocios, han tenido que emplearlos hoy día con la suerte de mendigos de dólares, de viajeros de a pie, de venezolanos arrastrados por la desvergüenza, pues a falta de dólares para enriquecerse de manera fácil han salido a ganárselos, porque la "dictadura" irresponsable les quitó esa teta cuando se dio cuenta, al fin, de que se estaba desangrando por cuenta propia mediante un mecanismo absurdo, estúpido, irresponsable y nefasto para la economía del país. ¿Qué habría pasado si en lugar de darles a los "viajeros" esos seis mil o tres mil dólares para un ocio que devino en triquiñuela, se les hubiese dado a todos los jóvenes profesionales que querían emprender nuevas empresas, crear sus propios negocios, concretar sus inventos, producir de manera asociada pero seria, para sentar las bases materiales de su futuro y de la sociedad que habrían de dirigir una década después?
Recuerdo que en plena efervescencia de esos cupos de viajeros referí el caso de una promotora o ejecutiva de ventas de una agencia del Banco de Venezuela de Porlamar que no sólo viajó varias veces a raspar sus cupos de viajeros, sino que sacó los cupos de dólares, a través de su banco, a su esposo e hijo, a sus hermanos y sobrinos, a sus amigotes y cuántos pudo hacerles la segunda a cambio de alguna comisión; creando todo un combo que obtuvo miles y miles de dólares para después presumir de adinerados en un barrio muy pobre de Juangriego, donde mayoritariamente residen humildes pescadores. Esa vez señalé otros ejemplos flagrantes porque preví que esos dólares de viajeros eran una carnada malévola para enseñar a la gente joven, y no tan joven al dispendio en desmedro del trabajo productivo, a la riqueza fácil en desmedro del bienestar social, a la viveza antes que a la producción; desangrando los recursos de un país que nunca supo sobresalir de la más amarga pobreza, de la más ruin miseria, porque los políticos tienen como idea de riqueza el despilfarro, la usura, el beneficio propio, la dádiva y el engaño.
Los dólares de viajeros fueron un engaño atroz para taparle la boca a la gente mientras detrás de cámara se dilapidaba una verdadera fortuna, principalmente, proveniente de Pdvsa y toda la industria del petróleo, del aluminio, del hierro, del oro y otras rubros de exportación. Esto lo coronó otro mecanismo perverso: los dólares preferenciales para las importaciones. De hecho, en la aduana de El Guamache en la isla de Margarita destaparon un par de contenedores llenos de anime, cuyo importador resultó ser un turco dueño de una famosa tienda de ropas de la avenida Santiago Mariño, que para escabullir el bulto del robo descarado fingió su propio secuestro. Dónde paró esa historia es todavía un misterio digno del programa History Investigation.
Otro de los errores capitales devino de una buena causa, en apariencia. La revolución bolivariana ha tenido la intención (estimo que fallida) de querer enseñar al venezolano a trabajar, a producir, pero de una manera paternal, dándole herramientas tan sutiles de manera que ni se ensucie las manos ni le salgan callos. No otra fue la idea que guió un plan masivo de capacitación llamado Vuelvan Caras. Este tuvo como norte capacitar grupos de hombres y mujeres en situación de desocupación, desempleo o faltas de estudios formales, a través de facilitadores que bien podían ser profesionales, bachilleres o maestros de obras de diversa índole; lo que hizo suponer una especie de INCE de calle, de plazas públicas, con la finalidad de darle organicidad al sistema de cooperativas en ciernes, para lo cual se creó una Superintendencia Nacional de Cooperativas (SUNACOOP), y se crearon bancos públicos destinados al financiamiento masivo.
Toda una parafernalia que el tiempo se llevó, que borraron los vientos y que sepultó el olvido. El despilfarro del Estado y del Comandante Chávez como principal impulsor fue colosal, dramático para la economía venezolana, otorgando sumas estratosféricas a cuanto vivo se hizo de una cooperativa de papel y carpeta (empresas de maletín enmascaradas de legalidad) para criar pollos, recibir vacas lecheras, gallinas ponedoras, botes de pesca y créditos para mejoramiento de fincas que incluían tractores iraníes, bielorrusos, argentinos, etc., así como semillas y fertilizantes, camiones y demás herramientas, aliñado con una buena dosis de publicidad populista para que viéramos cómo se desarrollaría la Venezuela potencia del siglo veintiuno. Todo eso murió en el intento y nadie pagó nunca esos créditos, con la excepción de algunas amas de casas muy honestas que haciendo empanadas, arepas, helados o ropitas cancelaron aquellas muy modestas sumas que recibieron. Por ejemplo, los llamados Hatos Zamoranos son hoy una entelequia de aquella parafernalia.
A ese error sumario se añaden otros errores. Uno muy visible y flagrante, es la de poner a un mismo sujeto, cualquiera sea su profesión, en tres o más ministerios, de muy distinta naturaleza (ambiente y comercio, por ejemplo; o pesca y transporte), a pesar de que arrastre tras de sí todo tipo de acusación y denuncia por corrupto, por mandamás, por oportunista, por realizar bajo cuerda grandes negocios con los "enemigos" del gobierno, tanto en el exterior como internamente, en beneficio de su familia y su entorno; y por despacharse para su círculo de allegados todos los beneficios "sociales" de la revolución, incluyendo neveras, cocinas, lavadoras, cauchos, baterías, carros populares, etcétera, pero más premiados aún al ponerlos como miembros de las comisiones gubernamentales contra la corrupción. Como dicen en el llano, ponen zamuro a cuidar carne y después los pintan de pavo real para que el pueblo los elija de alcaldes o gobernadores, o se les premie como "protectores" de algo. Punto y aparte merece en nepotismo gubernamental. Padres, hijos, hermanos, tíos, nietos, sobrinos y cuñados de una misma familia han ostentando y ostentan grandes cargos en la administración pública, y ninguna abandona el cargo con los zapatos rotos o la ropita desaliñada, ni a pie ni con el bolsillo limpio. Los apellidos Chávez, Cabello y Rodríguez, entre otros, calzan en este cuadro. De hecho, esto es algo que provoca lo que Sartre llamó "náusea psicológica".
Otro de los errores de la revolución (en mi criterio de mayor peso político) ha sido otorgarle a las fuerzas armadas el rol de la administración pública del país. Poner generales de división, de brigada o almirantes con notable experiencia en el mando y comando de batallones y adiestramiento de tropas, en cargos de gobernadores (verbigracia Nueva Esparta, Bolívar, Vargas, Trujillo, Lara, entre otros) o de alcaldes, de ministros o presidentes de corporaciones y empresas del Estado; devino en corrupción y abuso de poder. Ningún subalterno de contraloría, secretaría, finanzas o personal contraviene la orden de un general disfrazado de gobernador o ministro porque esa jerarquía no se pierde sólo por cambiar el uniforme militar por un flux y una corbata, una guayabera o una chaqueta rojita. Un general manda, impone y ordena. "Haga lo que le digo y punto". "Se lo ordeno y cúmplalo", de lo contrario está botado. Cuanto más se arrastre un funcionario civil ante un militar de alta rama, más benevolente el militar y más provecho se obtiene del cargo. Muchas veces oí decir al pueblo margariteño, principalmente a los funcionarios de la gobernación del estado Nueva Esparta: "¿Cómo está mi general?, "Buenos Días mi general", y pocas veces "¿Cómo está gobernador?", "Buenos días gobernador", para interrelacionarse con Carlos Mata Figueroa, su máximo líder. Por esa misma vía pasó otro militar llamado William Fariñas, aunque no conquistó el cargo de gobernador, pero sí el de diputado a la Asamblea Nacional. ¿Qué leyes redactaría o derogaría el diputado Fariñas?
Grave, muy grave error del Comandante Chávez botar plata a manos llenas en al famoso Plan Bolívar 2000, destinado a reparar escuelas y hospitales. La plata se entregaba en cajas, en carretillas y se llenaban helicópteros para lanzar el dinero a diestra y siniestra sin cuantificar las sumas, ni llevar control de gastos, previas facturas y libros de contabilidad, ni nada que se le parezca. Ese fue el germen de todo el desvarío. En cada contienda electoral fueron los militares quienes custodiaron y distribuyeron fortunas inmensas en efectivo, hacia cada región de Venezuela, para financiar con sus consortes locales, las campañas respectivas, costara lo que costara la publicidad, el bonche, la movilización o la logística. Por esa misma vía se fue la Misión Vivienda, pues el sólo negocio del cemento y las cabillas ha dejado a más de un militar rico, a más de un gobernador millonario y más de un alcalde bonachón.
No es casualidad que los mejores fundos de ganado de engorde de este país, las mejores cochineras, las mejores caballerizas y las mejores fincas de siembra están relacionadas por A o por B con testaferros de militares, familiares de éstos o con los mismos generales, coroneles y tenientes coroneles activos o retirados, que los hacen impenetrables e intocables. He dicho en otros artículos, que hasta hay militares dueños de taladros petroleros, con lo que eso supone como empresa y como fortuna. Si bien la oposición y una buena parte del vulgo señala siempre al capitán y constituyentista Diosdado Cabello como el papá de los helados, yo considero que eso es sólo una distracción; la procesión va por otro lado, de incógnita, arropando fortuna a través de terceros, que no excluye a músicos e interpretes de la música llanera y de la farándula, del deporte y de todo tipo de ciencia, incluyendo las ciencias ocultas (podría pensarse en brujos y babalaos, por decir lo menos), profesión u ocupación; hasta el extremo de que en el fango del oro de Guayana se sabe que las fuerzas armadas se hacen del oro por toneladas con la sociedad solidaria y fraterna de los criminales de postín llamados pranes.
No es cuento la caravana diaria de gandolas y camiones llevando comida e insumos de todo tipo hacia las minas, casi sin control fiscal ni militar, pese a tantas alcabalas. En ese ámbito se llegó al descaro de transar todo el comercio de compra-venta (desde un kilo de azúcar hasta un caucho de carro), en gramas de oro, dólares o reales brasileros. El único billete válido es el de 500 bolívares. Mención aparte merece el decomiso en un puesto de control militar del estado Anzoátegui, entre Cantaura y El Tigre, de Bs. 400.000.000 (CUATROCIENTOS MILLONES) en lotes de billetes de 500, sin uso, impecables y legítimos; equivalentes a 76.923 dólares a la tasa oficial del Dicom, este pasado 2 de mayo de 2019; transportados por dos sujetos en su camioneta persona, una Dodge Ram 2016. Ni siquiera un camión de transporte de valores emplean ya, sino automóviles particulares, siguiendo el estilo de los pranes. Esto se hace como si llevaran papel higiénico, y no monedas de alta denominación. La fortuna confiscada equivale a 10.000 salarios mínimos. De ahí para adelante el monte es orégano.
La distribución de alimentos a través del control militar ha favorecido la corrupción y el enriquecimiento ilícito desde los tiempos de Mercal y Pdval. Un mercado de ventas de alimentos en efectivo en El Tigre, llamado Puente Ayala (en clara alusión a la terrible cárcel de Barcelona), tiene como surtidores a los pranes y militares, quienes hacen negocio con el dinero en efectivo. Los correveidiles señalan al jefe del SODI como uno de los mafiosos de ese comercio. Eso no lo sé. Lo dice el vulgo. Los pranes de Guayana ponen su parte también. Como sea que se mire el asunto de la comida, no existe control anti inflacionario, y los comercios chinos aumentan cómo les da la gana, y el Estado debe, de jure, comenzar a cerrar negocios usureros y suspender licencias de comercios como una medida ejemplar ante el abuso y la especulación. Eso no tiene por qué acentuar la escases. Ni limitaría la reposición de inventario, como se excusa siempre ese asunto para aferrarse a la fluctuación de dólar paralelo como mecanismo de compra-venta de insumos. No se combate ese mecanismo perverso porque hay intereses por muy grandes de por medio, y eso incluye al estamento militar.
Es posible que en Venezuela se aplique una especie de fórmula de testaferrismo triple o cuádruple, de la siguiente manera: Un ministro (o político de alto nivel) utiliza a un militar como testaferro; el militar utiliza a un familiar o a un pran como testaferro, y a su vez estos últimos utilizan a dueños de negocios locales como tesfaferros, quienes a su vez también emplean testaferros (compradores de oro o de dólares) que alargan la cadena que nos lleva a la horca del hambre.
Si es verdad que las mansiones confiscadas en Europa y EE.UU son de gente ligada a Pdvsa y altos cargos en el gobierno; y si es cierto que Ledesma y Julio Borges amasan fortunas en sus paraísos de España y Colombia, el juego está trancado. De nada vale matarse la cabeza pensando un una opción política consensuada que apunte a la honestidad entre un bando y otro, si el germen de la enfermedad, la bacteria asesina queda inmune. Guaidó por ejemplo, Leopoldo López o Capriles son tan corruptos como cualquiera que haya salido del chavismo. De inocentes e ingenuos no tienen nada, por eso quieren más, y le hacen el juego al lobo depredador Donald Trump, porque ese sí que sabe jugar sucio con las riquezas foráneas.
La oposición no tiene un discurso electoral. Peor aún, adolece de un sentimiento electoral. Culpan de su orfandad democrática la supuesta insolvencia e ilegitimidad del Consejo Supremo Electoral. Eso es estúpido y manipulador. Yo fui dos veces secretario de mesa la isla de Margarita, y ambas fueron auditadas sin que faltara una coma. Se podrían auditar todas las mesas, si se quiere, públicamente, y aún así sostengo la tesis de que el chavismo, ante unas eventuales elecciones de junio a diciembre de 2019, derrota a la oposición limpiamente. Hagamos un breve ejercicio y juguemos a dos parejas de gallos. Por el chavismo yo propongo al colega doctor profesor Hernann Escarrá contra el señor Claudio Fermín por la oposición. Esto para evitar candidatos gritones, altaneros y moderar la campaña, no sólo con la calma y la sabiduría de ambos candidatos, sino para garantizar el ejercicio del poder mediante su ponderación, su ética y su honradez. Mi tesis clara como la luna llena es que gana Escarrá, y vaya mi respeto para el candidato Fermín. ¿Un obstáculo serio? Sí lo hay: ni el chavismo propondría a Escarrá ni la oposición a Claudio Fermín, por razones obvias.
La segunda opción la barajo de la siguiente manera. Héctor Rodríguez, actual gobernador del estado Miranda, sería mi candidato por el chavismo, por su juventud, su don de trabajo, su coherencia política y por estar a salvo hasta ahora de la llaga de la corrupción (a menos que alguien demuestre lo contrario, no lo sé). Del lado opositor hay varios nombres pero suenan a bate quebrado: Leopoldo López, Juan Guaidó, Capriles Radonski, Guanipa o cualquier otro gallo tapado. De nuevo apuesto fuertes a locha por el pollito Rodríguez, hasta embotado. A este nivel, el discurso electoral sería encendido, pasional, altisonante, polarizado y estimo que la batalla sería campal, y quizás caeríamos otra vez en el forcejeo actual, sin salida, en una esquina del rin. Pero cualquiera sea el resultado electoral que devenga en el mediano plazo, habría que reformar la Constitución para dos cosas básicas: evitar la reelección y reducir el período presidencial a cinco años.
Esa eventual elección debe ser para cambiar todos los poderes del Estado, incluyendo a los diputados de la Asamblea Nacional y a los legisladores regionales, gobernadores y alcaldes. Los que están en ejercicio pueden optar nuevamente. Así se sabemos si el pueblo los quiere realmente, porque tendrán que medirse con los candidatos opositores. Muy probablemente la pelea quede 50 y 50, y se logre así un equilibrio de fuerzas internas. Sin embargo, hay que castigar con la muerte a todo funcionario que incurra en corrupción. Sea quien sea. Como no contemplamos la pena de muerte en nuestra legislación, que sean 30 años de cárcel sin derecho a pataleo. De seguro, más de uno embarra sus pantalones.
El tema de la migración representa igualmente un tema sensible. Encubre una mezcla de desesperación y sufrimiento, y de incertidumbre y esperanza. Se asocia al vacío interior, y al vacío social. Reduce a la sociedad venezolana, activa e inactiva, y llena la cabeza de pajaritos preñados a mucha gente. El arte de la diáspora no es un juego. No debe convertirse en materia de aventuras. Resulta más propicio al país otorgar microcréditos a toda esa juventud errante y que se queden en Venezuela fomentando iniciativas propias de trabajo, de producción y de inversión, que acentuar en incierto destino del desbarajuste y el destierro. Sin embargo, no hay que obviar que a esos tres millones de compatriotas que han emigrado de Venezuela hacia distintos países del orbe los mueve el mismo afán colonialista de aquellos portugueses, españoles, ingleses, holandeses, alemanes, etcétera, del siglo XVI: la búsqueda de riqueza para sí. No los guía la búsqueda de conocimientos ni de venturas para refundar la patria. Los catapulta la ambición propia de procurarse un bienestar cifrado en el capitalismo (comprar celulares espectaculares, vestir bien, comer bien, pasársela en grande); y con un poco de las sobras, lanzar las migajas a casa para socorrer a quienes no abandonamos este barco.
De esa diáspora no retornarán profesionales mejor formados, ni técnicos ni empresarios dispuestos a invertir en Venezuela. La bulla de quienes regresan mediante el plan Vuelta a la Patria es lastimera y quejumbrosa. El mal trato, la discriminación, la explotación laboral y sexual, la xenofobia y la amargura de la derrota sólo se consuela con el reconocimiento tardío, pero sincero, de que nuestro país es único. Que no vale la pena inmolarse por la angustia del desenfreno. Pero eso no garantiza que quienes se queden en el exterior van a traer sus futuras fortunas, si las consiguieran, para sembrar, para fundar, para rehacer al país. Saben que de volver, los choros hambrientos desvalijarían en un solo día cuánto negocio abrieran, cuanta empresa fundaran y cuanto bien adquirieran. Los secuestros expres volverían a estar tan de moda como hace apenas una década, cuando el petróleo superó los cien dólares y respirar un falso aire de riqueza.
El gobierno debe parar ya el derrote y el despilfarro. ¿Para qué le sirvió al país el Congreso Nacional del Psuv y el Congreso Nacional de la Juventud? ¿Para qué sirvió el Congreso Campesino y la Marcha Campesina? ¿Para qué servirá esta nueva jornada de consultas y programas y proyectos que no conducen a un plan serio y responsable en la gestión pública? Se gastan, y se han gastado, millardos de recursos nacionales, del erario público, en movilizaciones, en campañas electorales, en jaladeras de pelotas, y el país va cada día más acelerado hacia la ruina y la pobreza extrema. Hacia el barranco. Aparte de los eslogan de postín, repetidos a coro por los acólitos, del lado del gobierno; y la otra artillería asesina y miserable de la oposición, principalmente a través de las redes sociales llamando a golpe de estado, intervención militar de USA o renuncia del presidente Nicolás Maduro, no se ve, no se oye, no se olfatea algo concreto, real, preciso, que nos aliente a esperar un cambio de escenario, una reconquista del bienestar del país, más allá del tira y encoge del día a día entre dos fuerzas contrarias, en apariencia irreconciliables. ¿Alguna fórmula concreta? Si. La siguiente.
Se debe llamar a elecciones generales consensuadas en Venezuela, previos acuerdos diplomáticos con los Estados Unidos para tres cosas básicas: suspensión del bloqueo y demás medidas coercitivas, con la restitución inmediata de bienes y fondos del Estado en cuentas extranjeras; para un nuevo ejercicio de gobierno, respetando sin pataleos a quien resulte vencedor; solicitar con brevedad, con urgencia, un macrocrédito no inferior a 60.000 millones de dólares para reactivar la economía, para el suministro de alimentos y medicinas, aceptando la ayuda internacional sin tapujos ni hipocresías, no como un a disfrazada "ayuda humanitaria", sino como ayuda solidaria; crear un plan nacional de créditos y microcréditos no burocratizados, pero sí con apego a las leyes para que cada quien trabaje con esos fondos libremente, sin ataduras a los partidos políticos, pero que cancele, que pague responsablemente y sin trampas cada locha de esos fondos. Esto puede ayudar a repatriar a parte de esa juventud que anda en la diáspora.
Por otro lado, hay que facilitar la inversión extranjera sin el temor de la expropiación ni el complejo del capitalismo ni del libre mercado. Que empresas de autos (Ford, Chevrolet, Fiat, Renault, Nissan, Kia, Hyndai, etc) reabran sus plantas, así como las de neumáticos (Goodyear, Pirelli, Firestone, etc.), aceites, autopartes, cemento, metalmecánica, y toda la industria veterinaria, agrícola, de polímeros, telecomunicaciones, y demás empresas, para que traigan sus tecnologías y su capital y se pongan a producir en Venezuela, pagando los respectivos impuestos y respetando los derechos de sus trabajadores. Hay que sacar a los militares de la administración pública, pero mantener la unión cívico militar en la seguridad ciudadana, la salud, la educación, el transporte y la vialidad nacional. Organismos como el Sundee, Seniat, Saime, Corpoelec, Cantv, bancos públicos, aduanas, etcétera, deben ser revisados y auditados, lo mismo que las universidades públicas, porque ahí pulula la llaga de la corrupción.
Se necesita reactivar y cobrar lo correspondiente en los peajes nacionales, prestando servicios de asistencia médica inmediata y grúas. Se tienen que cancelar de inmediato todas las prestaciones sociales pendientes, y ajustar la escala salarial de manera justa; un profesional con Phd no puede ganar menos que un escolta, un taxista y un buhonero de postín. Se debe poner la paridad cambiaria uno a uno, sin más dilación: un bolívar equivaldría a un dólar; con el salario mínimo en 150 dólares, empezando este plan; ajustado cada tres meses. Que se revise a fondo todo el sistema de justicia para meter presos a tantos jueces podridos por la corrupción, el amiguismo, el chantaje y la extorsión; y se pare el juego a tanto abogaducho chimbo que se hace llamar "doctor" a fuerza de triquiñuelas, prestándose a todo tipo de sucia artimaña.
Hay que eliminar todas esas empresas mixtas parasitarias y onerosas que no aportan nada al país, más que la carga burocrática y el despilfarro. Se deben revisar todos esos acuerdos, tratados, convenios y cartas de intención que terminaron en un fiasco y una burla al país. Dignificar a policías, enfermeros, bomberos y docentes (y demás personal conexo en estas áreas) por cuanto representan el eslabón más vulnerable de toda la escala salarial de Venezuela. También hay que cortar muchas patas en esos ministerios inflados de vagos y flojos, con nóminas absurdas y parasitarias (verbigracia: el ministerio de la cultura tiene más de 10.000 "trabajadores" en nómina, y de seguro el 50% no sé sabe que hace ni dónde está). En fin, hay muchas otras propuestas necesarias pero ya se me cansó el caballo y tal vez a ustedes, estimados lectores, también. Discúlpenme el trote de este largo texto, pero ahí tienen mi correo electrónico a ver si le seguimos sacando punta al lápiz para una segunda tanda de este testamento. Envíenme sus propuestas para este ejercicio imaginario de refundar la patria. Tu patria y mi patria, que es la misma y es única.