Desde que me jubilé de la Universidad de Oriente en agosto de 2016 hasta este mayo de 2019 he sido una víctima consumada de la Guerra Económica.
La plata que se ha gastado en Estado revolucionario en campañas electorales, en traer miles de personas del exterior para los distintos congresos y encuentros ideológicos y políticos, están por encima de mis derechos humanos, principalmente al derecho a la vida y la salud, y al cobro justo de mis prestaciones sociales y pasivos laborales, a pesar de que le trabajé al Estado venezolano durante 25 años.
Toda mi juventud se quedó en un aula de clases, pero toda mi miseria económica actual se debe "a la guerra económica". Qué suerte.
Hoy, mientras se gastan toneladas de plata en un congreso equis de tipo político, el Psuv, el presidente de la República y el ministro Hugbel Roa ignoran con absoluta ceguera mis necesidades materiales, mis presiones sicológicas y emocionales como consecuencia de la indigencia material, la pobreza extrema, la hambruna, la falta de recursos y medios de subsistencia, porque al gobierno le importa un pepino que los jubilados universitarios, chavistas o no, estemos muriendo a mengua en la peor crisis material de nuestras vidas, porque eso no es responsabilidad del Estado, sino que es consecuencia de la ya famosa y trillada "guerra económica".
Que nos quitaron a Citgo en los Estados Unidos, sí, es verdad.
Que nos robaron 80 toneladas de oro y más de un millardo de dólares en Europa, si es verdad.
Que nos tienen bloqueados los alimentos, las medicinas, el BCV, sí es verdad.
Que el asedio contra nuestra patria es criminal, sí es verdad.
Que el sicópata de Donald Trump y su combo de asesinos son capaces de la peor locura, sí es verdad.
Que la oposición mentirosa y falsa, que prometió en 2015 un imposible (llenar los estantes de alimentos como por arte de magia), y que desde entonces quiere hacerse del poder a metralla limpia, si es cierto.
Pero, ¿cuándo aparecerá una noticia real, creíble, responsable que le diga a los jubilados de las universidades públicas del país, que somos aproximadamente 6.000 venezolanos y venezolanas que estamos urgidos de nuestros beneficios laborales históricos, "camaradas, ciudadanos, aquí están sus recursos; el Estado asume la responsabilidad de pagarles lo que les corresponde aunque sea en tres partes, por gotas, pero de manera justa, recalculada, merecida, como una demostración de buena voluntad y como una tarea impostergable, para que superen parte de sus tantos problemas de salud y su crítica situación soco económica actual".
Eso no lo dice nadie del gobierno revolucionario. Eso no es materia de interés político. Los jubilados que se jodan. Es ley natural del Estado. Para eso no importa el socialismo. Esa gente no le interesa a Nicolás Maduro ni a nadie del tren ejecutivo.
Nos calamos cadena a cadena el disco rallado de la guerra económica, las cagadas de la oposición golpista, las embarradas de Juan Guaidó, las corruptelas de Pdvsa y del resto de los funcionarios públicos, las políticas de la misión vivienda, los triunfos electorales del 20-M 2018, las demás 22 victorias electorales, el magnicidio, el golpe de estado del 30-A, "tcétera etcétera" (como gusta decir el Presidente Obrero), pero ni una palabra de aliento, ni una frase de consuelo se ventila sobre el pago de las prestaciones sociales de los jubilados universitarios de los últimos cinco o seis años.
¿Hasta cuándo tanta habladera de paja?
¿Hasta cuándo arrastraremos esta angustia sin fin?
¿Hasta cuándo nos matará de hambre ese mismo Estado que hace caso omiso de nuestros reclamos?
¿Qué cambios podemos esperar de ese Estado cuyo peor ministro en ejercicio es precisamente el del sector universitario?
¿Con qué moral nos puede pedir un camarada revolucionario del alto gobierno que siquiera le miremos a la cara o le escuchemos sus peroratas vacías en la televisión, si no tienen dignidad y moral para respetarnos nuestro justo derecho a recibir los honorarios que nos corresponden por haberle servido a la patria durante dos décadas y media, y más?
Honestamente hermano, no les tengo fe.
La V República se pudrió en los mismos vicios de la burocracia de la IV República, sólo que de una manera más putrefacta, maloliente e impune.
Un Estado actual encochinado por la ineficacia, la desidia, la corrupción, el partidismo burocrático, la manipulación, el revanchismo, las empresas de maletín, el tráfico de influencias, las mafias y toda suerte de programas y misiones despilfarradoras y sin control de contraloría alguna; no tiene tiempo para sacar nuestras cuentas y asumir de una vez la cancelación programada o absoluta de esta impostergable deuda social que nos tiene sentados de culo muriendo de hambre.
Ya no les tengo fe. Me perdonan la franqueza. Ya no les tengo fe.