Ya no hay quién de la cara

La verdad es que ya no hay quién dé la cara por este país. La magia del 4 de febrero estuvo en un puñado de jóvenes con el coraje de dar la cara, pensar en colectivo y correr riesgos por el bien de todos. Aquél "por ahora" asombró a unos venezolanos acostumbrados a la falsedad, a la mentira, a lo trivial, resignados a ser gobernados por pillos. En esas condiciones trágicas, dar la cara cambió nuestro mundo.

Ahora las condiciones materiales y espirituales son peores, la vida está difícil como nunca: nos robaron el presente y el futuro, y al pasado lo deformaron hasta hacerlo un olvido. No obstante nadie responde. El éxodo de las masas es terrible, millones pasan las fronteras caminando, nadando, mueren en los páramos y en los mares, abandonan la esperanza. No hay dirigentes políticos nacionales; unos, los del gobierno, se agotaron, sólo atinan a simular que gobiernan, representan un papel de gobernantes pero no gobiernan, por doquier surgen territorios que escapan a la tutoría estatal, tienen sus propias reglas y hasta sus propias fuerzas militares; la oposición da pena ajena, se lanzó en brazos de los gringos, el gobierno paralelo sólo tiene cancillería, embajadores, pero para adentro no tiene nada, sólo se preocupa del exterior, de que otros tumben el gobierno y los nombren guachimanes.

Más impresión de gobierno se tiene en los programas de televisión, allí se condenan a prisión a ingenieros que denuncian fallas que después se cumplen, para los locutores estultos la falla no puede ser del gobierno, tiene que ser del que alerta. Se decretan medidas curiosas, risibles en caso de invasión, se usurpan las competencias de las FANB, se dice que si invaden no enviarán más petróleo a los gringos, se olvidan que los que producían petróleo están presos o en el exilio, ahora los sabihondos del madurismo no producen ni para los gastos de la casa.

Y así va el país, como perro sin dueño que corre por la vida sin dolientes y sin rumbo; a merced de los buitres del capital, sin oposición y sin gobierno, vendiendo las entrañas, las joyas de la abuela y viviendo al día. Hasta cuándo un país así podrá aguantar, hasta dónde esto se puede llamar país, cuánto falta para que estalle todo.

Es necesario, urgente, se trata de salvar la Patria, un reagrupamiento de los humanistas, de los que coloquen el humano por sobre el dinero, a los que consideren que la mayor riqueza del hombre es lo espiritual y no lo material, los que consideren la fraternidad, el amor, el principal elemento relacionador de una sociedad.

No es tarea fácil cumplir con el precepto fundamental del pensamiento del Comandante Chávez: ir contra la lógica del capital. Pero es imprescindible para tener un país, salvarlo de la disolución que hoy lo amenaza por la indolencia de sus hijos.



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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